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Madrid es cada uno

El mío huele a castañas en noviembre; suena a una radio de taxi de madrugada y tiene la textura áspera de la barra de un bar de barrio

Entre el cielo y la tierra de San Sebastián

Uno de los paseos del autor con su amigo Rodrigo Cortés ABC
Alfonso J. Ussía

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De todas las cosas que dicen de Madrid, me quedo con las escritas, ese edén sin manoseos ni opinadores. Los escritores estamos a salvo en la prosa, porque la gente tiene que hacer el esfuerzo de leer y dejar los 'reels'. Es el mejor ... filtro para todos aquellos que no merecen la pena; esos que abandonan el libro porque supone un esfuerzo, un ejercicio intelectual, una pérdida de tiempo para «el hijo del mono del año dos mil», que dijo Sabina. Esta teoría me la enseñó mi amigo, Rodrigo Cortés, que tiene la generosidad y el talento de ir por la vida regalando rulas para la supervivencia emocional (e intelectual) de este que escribe. Cada vez que todo pesa más de la cuenta, Rodrigo aligera la carga con tres o cuatro palabras que surcan mi memoria, como un tatuaje, un lema. Muchas veces lo imagino vestido de ujier abriendo puertas que estaban cerradas a cal y canto. A cambio, yo le recuerdo a un mono que choca sus platillos. No se lo perdonaré fácilmente. Pero nos hemos construido un Madrid que solo nos pertenece a nosotros y eso, sin embargo, es tan plácido como asombroso.

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