LAPISABIEN
Sinfonía de casi otoño
Ya Madrid tiene otro ritmo. Ya quien puede va haciendo acopio de rebecas
Marcando nucas
Dos niñas buscan material escolar
Al colegio. Los críos, pobres, a los que se les acaba la libertad y así lo manifiestan con sus caritas en la ciudad más comercial. Y los padres que entran en el bucle de reuniones, objetivos, y miradas al suelo.
Si no fuera porque ... ya no sabemos ni el tiempo que hará mañana, habría un soplo fresco bajando de la sierra, imperceptible, quizá, pero también real. Ese soplo que es distinto y siempre es el mismo.
Es en estos días cuando la sagrada infancia apura las horas, huele a pegamento y a libro, y a los progenitores les viene encima otro toro, el de los libros, que los dejará temblando; como a los profesores, cada vez menos libres ahora que se pasa por encima en Historia la Transición, y en Geografía va calando lo de un Estado de naciones diversas. Recuerdo a mi padre, lógico, con una arquitectura de tijeras y plástico para que el libro forrado, Matemáticas, tendiera a la eternidad. Por el forro...
Pero no perdamos el foco; se ven esas dos formas de evolución hacia la sabiduría por las calles de Madrid. Uniformes y faldas, que dejan algo de raspa en las pieles jóvenes y aún quemadas, y todo para un curso que comienza, indefectiblemente, con la puntualidad de las pocas cosas puntuales en España. Lo que decía Machado de estudiar melancolía y tal. Tras los cristales.
Ya Madrid tiene otro ritmo. Ya quien puede va haciendo acopio de rebecas, mientras que llega otro turismo, que es el que va a museos, visita Patones o el castillo de Manzanares el Real. Los italianos se fueron, vienen las lluvias, y en esto hay una normalidad mientras que todo es anormalidad, y jamás llegaron tan lejos las serpientes de verano.
Habrá que pensar si hay otoño y, si no, imaginarlo. Hay que descansar del verano, la ciudad lo sabe. Nosotros también. Van demasiadas heridas en dos meses y pico. Y no sólo de sol y de sal.