Por qué se inunda Madrid cuando llueve: construida sobre vaguadas y suelo poroso en las nuevas obras para evitar las balsas de agua
El pavimento permeable puede instalarse aceras o parques; las calzadas necesitan una base firme de hormigón para soportar el tráfico
Las últimas remodelaciones, como Plaza España o Joaquín Costa, ya se han ejecutado con superficie gravosa
C. B.
Madrid
El reloj marcaba las 18 horas del lunes en la calle de Costa Brava, en el barrio de Mirasierra, cuando alguien dio la voz de alarma. El Grupo Operativo de Respuesta (GOR) de la Policía Nacional emprendió la marcha en esa dirección. La tormenta, intensa, se había desatado ... y allí, en el distrito de Fuencarral-El Pardo, dos mujeres golpeaban las ventanillas de un coche en el que se quedaron atrapadas. Costa Brava dejó de ser una calle para convertirse en una suerte de piscina olímpica. El rápido ascenso del nivel del agua inmovilizó, incluso, a un coche de Bomberos que acudía a una intervención.
Cada vez que llueve, Madrid se inunda y se colapsa. No es una novedad. Sobre todo si el agua cae con virulencia. Atajar esta problemática no es tarea sencilla, puesto que el terreno madrileño no está preparado para absorber esa cantidad de agua, y buscar los motivos que llevan al embalsamiento, tampoco. No en vano, Madrid viene de 'mayrit', arroyo matriz en árabe.
El asfalto todo lo cubre, excepto esas interminables cuestas que configuran la ciudad. De Madrid Río al norte, la capital es un camino ascendente que pareciera no tener fin. Pero nada comparado con lo que un día fue. Quién diría que esta mole de hormigón se asienta sobre vaguadas, que el suelo tapa las colinas que un día dieron cobijo a una pequeña villa convertida en hogar de más de tres millones de personas.
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Bajo el cemento se ocultan siete colinas –a semejanza de Roma–: del Palacio Real a Las Vistillas, pasando por San Ildefonso y San Cayetano, y bordeando esto, las vaguadas del Manzanares, la del Abroñigal y la de Fuente Castellana. Esa orografía que el desarrollo de la ciudad oculta es tal vez uno de los principales motivos que provocan que siempre que llueve, Madrid se anegue. Los bocas de Metro, en pendiente, se convierten en cascadas, las alcantarillas brotan agua y los coches se quedan atrapados en un asfalto de balsas.
Mayor altitud
Para tratar de paliar estos efectos, Madrid –capital de Europa a mayor altitud, 657 metros– dispone de un sistema de saneamiento que tiene dos objetivos principales: evacuar las aguas residuales de uso humano e industrial y las pluviales de los espacios públicos. Estos deben estar diseñados para evacuar el agua por la pendiente de las calles hasta las rejillas o imbornales que los derivan a los colectores.
Pero no siempre funciona, sobre todo, porque zonas de la ciudad no están adaptadas. Son los nuevos proyectos de urbanización y los de remodelación de vías públicas en los que una parte de los pavimentos ya se deben diseñar como permeables o drenantes, para que el agua de la lluvia se infiltre al terreno y alivie las depuradoras. Sobre todo, en esos puntos en los que se supera el umbral máximo previsto de precipitaciones, como ocurrió el lunes.
El Ayuntamiento de Madrid aprobó en 2006 la Ordenanza de Uso Eficiente del Agua en la que se regulan los porcentajes mínimos de superficies permeables en espacios públicos. Estos suelos porosos solo se pueden implantar en las aceras, plazas, parques o lugares de estacionamiento. «En las calzadas sometidas a una gran carga de tráfico es más difícil instalar suelos permeables porque requieren de una base firme de hormigón. No existe una tecnología en los pavimentos continuos de aglomerado asfáltico que permita la infiltración del agua«, explican fuentes del Área de Obras y Equipamientos.
Las últimas obras de remodelación ejecutadas en la ciudad, como Plaza España, el eje Joaquín Costa-Francisco Silvela, la calle de Alcalá, el aparcamiento del Wanda Metropolitano o el parque Felipe VI en Valdebebas ya disponen de los suelos permeables, que también se ejecutan en los nuevos proyectos de desarrollo urbanístico como Berrocales, Ahijones o Valdecarros.
Además, el plan de mejora de calidad del aire recoge que «en el ámbito urbano, los sistemas de drenaje se deben adaptar para hacer frente a los fenómenos meteorológicos extremos que se prevén a consecuencia del cambio climático». Esto supone instalar sistemas de drenaje sostenible que no colapsen la red de alcantarillado e incluye, además de los pavimentos permeables: cubiertas vegetales, aljibes de aprovechamiento, alcorques estructurales, jardines de lluvia, zanjas de infiltración y cunetas vegetadas. Puede que esto conforme la ciudad del futuro.
Pero más allá de las precipitaciones, otras zonas corren riesgo de inundarse: son los entornos fluviales del Jarama y el Manzanares, establecidos en el plan de actuación de inundaciones del ayuntamiento, y decretados por el Ministerio de Transición Ecológica, que afectarían a una población de 25.000 personas en toda la región, y en la capital, sobre todo, a Rejas y los distritos de Feuncarral-El Pardo y Moncloa-Aravaca. Aunque una cosa hay que tener en cuenta: nunca llovió que no escampase.
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