EL COCK COMO MODO DE VIDA
BAJO CIELO
En ese corral de gallos y gallinas, la jauría de esta ciudad es bienvenida si se tiene claro que ahí se va a beber bien y hablar mejor
Madrid imperial
Madrid
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Iniciar sesiónMadrid tiene últimamente la manía de actuar como una gran pantalla abarrotada de estímulos. Es como si de pronto formáramos parte de un muro de esos donde se publican constantemente cosas nuevas buscando la sorpresa y la adicción de los usuarios. Alguien ha debido ... pensar que, si no nos ceban constantemente de nuevas sensaciones, nos aburriremos. Es una invasión de nuestro espacio, una borrachera de intentos por llamar nuestra atención que no nos deja ni siquiera interactuar con nuestros iguales.
Los restaurantes queman bengalas mientras te llegan los platos, la música no permite ni una conversación a gritos, se apaga y se enciende la luz, los platos de comida parecen tener patas y caminar hacia nuestra boca y, lo peor de todo, es que pagamos caro por ser una especie de humanos que necesitan otra cosa nueva para retener un cliente que no se vaya al bar de al lado, donde, por cierto, lo último es que cada tres minutos los camareros canten ópera rock.
Uno camina por la calle desesperado en el intento de no formar parte del videojuego en el que se ha convertido salir de casa. Entonces, cuando llegas a la calle de la Reina, te topas con una doble puerta de madera envejecida que ha visto una República, un exilio real, una Guerra Civil, dos dictaduras y una democracia con movida incluida. Sigue igual, exacta, intacta, chirriando de cansancio porque se abre igual desde hace 102 años y sumando, permitiendo que lo que pasa dentro comience por parar el tiempo.
Madrid imperial
Alfonso J. UssíaPuede que en ese espíritu radique la historia de una España que brilla en azules y cielo despejado aquí en la plaza de Oriente
Podría contarles que Ava Gadner o Hemingway eran fieles a sus cocteles, que entre sus salones forrados de madera se han tajado los más ilustres canallas de nuestra historia, podría decirles que Francis Bacon, Alberto García Alix o Harrison Ford lo tenían como parada obligada, o que hasta Susan Sontag firmó en una de sus paredes para que todo el mundo tuviera claro que alguna vez estuvo allí. Podría contarles muchas anécdotas sobre el Cock y su magia, pero en realidad quiero hablarles del placer de estar en un sitio al que se va para estar bien, para poder charlar con quien se sienta a tu mesa y donde se bebe en la excelencia, gracias a un equipo de barmans capitaneados por Javier Rufo, que sabe muy bien donde están las medidas perfectas de la copa y la cortesía. Emilio Saracho se llevó a Pedro Chicote de viaje a Londres para ver y espiar esos clubes donde se hacían las cosas perfectas. Decidieron entonces hacerlo a su manera, pero con varias premisas claras que trajeron de Albión. Al poco tiempo, el barman se hizo famoso y decidió comprar pared con pared el lugar donde abriría su Chicote, con entrada y salida por la calle de Gran Vía.
Después, en 1945 compraría a Saracho el Cock, derribando la pared que los separaba y dejando al Gallo de Oro, como tuvo que llamarse durante la dictadura maldita, como reservado para que los clientes de Chicote estuvieran más a gusto. Ya en los ochenta, mientras el barrio de Chueca era un hervidero de chutas y maleantes, José Astiarraga, Teresa Nieto y Patricia 'Pachi' Ferrer, se hacen con el emblemático bar esquivando los embistes de lo que se respiraba fuera y destilando la herencia de lo que fue en sus mejores años, es decir, manteniendo lo que era sin dejarse llevar por modas absurdas que minaran la esencia de esa sala perfecta. Hoy es Teresa Nieto la que lleva las riendas de este bar en el que sobra todo lo que no sea auténtico.
Cock no está hecho para sorprender, sino para ayudar a comprender que lo que importa de salir es la compañía y las casualidades
En ese corral de gallos y gallinas, este que escribe ha visto de todo, porque la jauría de esta ciudad es bienvenida si se tiene claro que al Cock se va a beber bien y hablar mejor. No está hecho para sorprenderte sino para ayudarte a comprender que, muchas veces, lo que importa de salir es la compañía y las casualidades, y en el Cock suceden las dos cosas como premisa de normalidad. En estos tiempos en los que las personas somos un numerito más para que la cuenta de resultados funcione, tener el Cock es más un modo de vida que un bar donde perderla.
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