Madrid imperial
BAJO CIELO
Puede que en ese espíritu radique la historia de una España que brilla en azules y cielo despejado aquí en la plaza de Oriente
Lo que no está prohibido es obligatorio
Madrid
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Iniciar sesiónPasearse Ópera y la plaza de Oriente es un viaje al pasado que trata de sobrevivir a golpe de belleza antigua. Es un Madrid distinto, el imperial, que no se deja amedrentar por los rumores, mentideros y cuchicheos que se dicen en el ... centro. Se va de ganchete, se tiran fotos, se mira de reojo un palacio, el Real, que ya quisiera Londres o París, pero que aquí acompleja por grande y todo. Tiene de monumental lo que fuimos, porque las contraventanas se cierran y parece como si no quisiera destacar, aunque sea el centro de todo eso.
Los muros, las puertas, las piedras, el suelo…; todo aquí es un pedazo de historia que no se puede borrar por mucho que la actualidad pretenda quitarle brillo. Los turistas lo saben. Y por eso abarrotan la calle y se asoman hasta el patio de armas y miran de cerca la Almudena. Se acumulan los tuk-tuks hacia la calle Mayor. Más de un grueso pide sitio porque lo de andar es cosa de tiesos y aquí vamos tiesos los 'gatos' porque somos más de gastar en barras que en paseos de coche.
Ahora se puede caminar desde el Teatro Real hasta el Templo de Debod sin dejar de admirar el paisaje de cuadro del Prado que ofrece esta zona de la ciudad. La pena es que no se use este Palacio de Oriente para todo lo Real sin el complejo que nos acompaña por ser gigantes. Si cierras los ojos, se escucha a Madrid evitando que se lleven al Infante a Francia. También puede uno oler el quemón que un día deshizo el Alcázar y se imagina el ajetreo de esa noche del 13 al 14 de abril cuando un Rey prefirió salir de España que enfrentarla. Es lo que tiene la decencia. Y la grandeza.
El Palacio Real es la residencia oficial del Rey de España, pero como hacemos todo a nuestra manera allí no vive el Rey. Puede que sea por cosas del mantenimiento, pero olvida su Majestad que somos más de ropa vieja, unos nuevos pobres que nos venimos arriba hablando de ayer y que nos acojona un poco hacerlo hoy, por el qué dirán o por cualquier bobada así que luego puedan usar en nuestra contra. Es un complejo heredado, una tara de honradez que no tiene sentido cuando somos todo eso que fuimos. Ya lo retrataba Galdós en 'La de Bringas', cuando Rosalía Pipaón conseguía vivir en Palacio atendiendo a la Reina Isabel II, pero de tanto creerse especial terminaría por endeudarse tanto que al final debía prostituirse para seguir con ese ritmo de vida, aristócrata, burgués, de Palacio, al fin y al cabo.
Puede que en ese espíritu radique la historia de una España que brilla en azules y cielo despejado aquí en Oriente. Con sus motines y sus galones, su bullicio y su gentío, con sus penas y gloria. Madrid es mucho Madrid cuando se hace imperial.
Me gusta pensar que la historia tiene su casa en esta zona de la ciudad que ahora es pasto para tantos visitantes. Los chulapos con sus barquillos, las mujeres con sus mantillas, los Reyes, desde los Godos hasta Don Pelayo en piedra y leyenda, el Teatro Real, los Jardines de Sabatini, las Colecciones Reales, tapices, cuadros, partituras y un pasado que se toca y se ve, se admira y venera.
MÁS INFORMACIÓN
Es este Madrid un trozo de historia que se hace regia cuando se pasea. Y mientras, que si los toros, que si la independencia, que si los bulos y las influencias; qué manía no querer mirar lo que ha sido esta tierra
. Madrid en mayo es un Madrid que no se achanta, que se echa a la calle, que si te roza te quema, que vive afuera, en las tabernas, en los bares, en las terrazas y que no se olvida de quienes la quieren muerta. Por mucho que traten de olvidarla, por mucho que la llamen fea, el Madrid más imperial es el Madrid que siempre se queda.
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