El aviador que ganó la carrera París-Madrid y llegó a Getafe como único superviviente
HISTORIAS CAPITALES
De la ciudad de la luz a la Dehesa de Santa Quiteria en tres jornadas cargadas de sucesos luctuosos
Vedrines (sentado en el centro del vehículo) junto a las autoridades que le recibieron, nada más llegar a Getafe, en mayo de 1911
En los inicios del siglo XX, las competiciones aéreas eran moneda frecuente. Y entre ellas, fue muy famosa la carrera París Madrid de 1911, una prueba internacional en tres etapas, la primera de aquel verano, que ganó un aviador francés que llegó ... primero y único, tras abandonar por distintos motivos todos los demás competidores. Algunos, de forma trágica.
La carrera la organizó el diario francés Le Petit Parisien. No lo hizo por amor a la navegación aérea, sino por imitar a su competidor Le Matin, que el año anterior patrocinó una competición similar y consiguió un aumento considerable de su tirada. El premio para el ganador era de 100.000 francos.
La primera etapa salía del aeródromo francés de Issy-les-Moulineaux y recorría 400 kilómetros hacia el sur-suroeste, hasta Angulema. Dicen las crónicas de la época que el domingo 21 de mayo de 1911, se reunieron hasta 300.000 espectadores para ver la salida de los aeroplanos, en el inicio de la prueba. En un principio estaban inscritos 28 arriesgados aviadores, aunque al final solo tomaron la salida 8 de ellos: Gilbert Le Lasseur, Luis Gibert, Roland Garros, André Beaumont, Jules Védrines, André Frey, Garnier y Luís Émile Train.
Eran apenas las 5 de la madrugada cuando André Beaumont despegó, seguido a los pocos minutos por Roland Garros y por Eugène Gilbert. Frey despegó pasadas las 5.30 y tras una vuelta de reconocimiento, aterrizó para hacer algunos ajustes. Volvió a intentarlo a las 6 pero sufrió daños en una rueda.
Védrines también tuvo que aterrizar nada más echarse a volar por problemas técnicos. Para ese momento, la multitud, exultante, se dispersaba por el campo de vuelo y comenzaba a invadir las zonas no autorizadas, por ser área de vuelo. Hasta un grupo de ministros del Gobierno abandonó su tribuna para acercarse a la pista. Y el piloto hubo de hacer maniobras muy forzadas para evitar chocar con los espectadores, con lo que causó graves daños a su avión.
Los siguientes en despegar fueron Le Lasseur de Ranssay, a las 6.22, y Louis Émile Train, que aterrizaba segundos después de urgencia, hizo una maniobra brusca para no llevarse por delante a un grupo de soldados a caballo que intentaban despejar de gente la pista. Con tan mala fortuna, que tropezó con otro grupo que iba a pie: el primer ministro de Francia, Ernest Monis, su hijo, y el magnate Henri Deutsch de la Meurthe quedaron heridos; al ministro de la Guerra, Henri Maurice Berteaux, una hélice le segó un brazo, y sufrió una herida mortal en la cabeza.
Etapa reina
Todas las actividades se suspendieron hasta el día siguiente, cuando comenzó realmente la prueba. Esta primera etapa sólo la terminaron Garros, Gibert y Védrines. Que a la siguiente mañana, muy temprano, siguieron vuelo hacia San Sebastián. De nuevo el riesgo que implicaba esta prueba se puso en evidencia en ese nuevo trayecto: Garros se quedó sin gasolina y tuvo que realizar un aterrizaje forzoso en Jaizkibel. La jornada fue tan dura, que los tres pilotos tuvieron que ser atendidos cuando llegaron a San Sebastián, con síntomas de hipotermia.
La etapa reina de la prueba cubría 462 kilómetros, y no fue menos accidentada: Garros tuvo un accidente sin consecuencias para su salud en el barranco del Leizaran, cerca de Andoain. Y Gilbert tuvo que abandonar por problemas técnicos, mientras que Védrines se vio obligado también a un aterrizaje imprevisto en Quintanapalla, a 15 kilómetros de Burgos. Sólo quedaba él, y por eso solicitó a la organización aplazar la última etapa.
Mientras, en Madrid preparaban con mimo su llegada. El Real Aeroclub de España eligió para el aterrizaje la Dehesa de Santa Quiteria, en Getafe. Se acondicionó el lugar con una zona de aterrizaje de 1.000 metros de largo y 300 de ancho, y se instalaron tribunas para público y autoridades. Había gente esperando al aviador desde el día antes: sabían que la salida desde San Sebastián se había producido el día 25, jueves, y desde primera hora de la mañana comenzaron a llegar a la Dehesa, muchos de ellos en el tren-tranvía de las 6.30, y otros en el de las 7.00 horas. Hubo cierta decepción al ver que pasaban las horas y no llegaba nadie, y la cosa fue a más al ver que se hacía de noche.
Védrines salió de Burgos poco después de las 5 de la mañana del viernes. Al pasar por Somosierra, se tuvo que elevar hasta los 2.000 metros para salvar los picos y la bruma. Llegó a Getafe a las 8 horas, 7 minutos y 41 segundos de la mañana; apenas quedaban 100 personas esperándole, señalan las crónicas.
Vedrines encontró allí barracas y tenderetes donde se servían comidas y bebidas. Al bajar del monoplano dijo «¡Viva España!» y luego «¡Viva Francia!». Pidió un pitillo y una copa de coñac. El piloto fue la figura de la semana, se le hicieron todo tipo de homenajes, y después volvió a París. Esta vez, en tren.