CARTAS AL ALCALDE
El tablao nocturno
El flamenco aquí tiene una taifa de adictos, una secta de embelesados
Ser del Madrid
Madrid
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Iniciar sesiónMadrid lleva dentro un mapa nocturno y alegre de la bulería o el taranto, alcalde, ahí donde muchachas hermosas como diablos le ponen morbo de volantes y gracia de raza a la madrugada. Donde cantaores de plata le ponen más ronquera al whisky ... o más whisky a la ronquera, según toque, y hasta que el cuerpo aguante.
Hablo del Madrid flamenco, que un día arrancaba en los garitos castizos y acababa en la calle Juan Ramón Jiménez, cuando los tiempos añejos y mitológicos del Corral de la Pacheca.
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El flamenco, como 'show', hoy, se ciñe al centro de la ciudad, y se incendia en la noche, porque Madrid es un trasnoche a cualquier hora, pero aún más en la deshora propiamente dicha. Los templos esenciales del género son Casa Patas, Villa Rosa, Corral de la Morería, o Café de Chinitas.
También Cardamomo, y naturalmente el Centro Cultural Flamenco, que vive algo orillado de la zona de fuego, ahí en Conde de Xiquena, pero que mueve nombres soberanos de estas artes, entre la brujería y la pureza. Hay que cuidar estos locales, alcalde. Hay que quererlos.
Las estrellas del Hollywood van, y vienen, a estas grutas de oro, a enamorarse de morenos de verdes lunas o bailaoras guapas como relámpagos. No entienden de flamenco, pero la noche no se les olvida jamás.
La calle Echegaray, que antaño fue nido de entretenidas, resulta una cenefa de garitos donde suena cada noche lo último de José Mercé o Diego el Cigala, que a veces hasta andan por el sitio, de copitas. Ahí los gitanos de estampa pastorean yanquis nómadas, rientes y bebedoras que se colocan más con Camarón que con la ginebra. Pasa igual en Chinitas, en Villa Rosa, en Casa Patas.
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El flamenco, aquí, tiene una taifa de adictos, una secta de embelesados, que engrosan el público de un arte que no tiene públicos sino cofrades.
Madrid abre su tablao secreto, o no tanto, cada noche, alcalde, un tablao disperso donde crece la juerga de unas tribus que se alegran de lunares el alma, y que se curan las penas de amor con el sol nocturno de una guitarra española. La vida es un tablao. Aunque sea por un rato.
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