Un año del Zendal, el cortafuegos de la pandemia en el sistema hospitalario de Madrid
Cuando se cumple el primer aniversario del Hospital de Emergencias de Madrid y han sido atendidos allí casi 8.400 pacientes, sus profesionales relatan a ABC su experiencia en las trincheras de la guerra contra la pandemia
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Iniciar sesiónHace ahora un año, el 1 de diciembre de 2020, cuando no había aún vacunas y Madrid tenía 1.450 personas hospitalizadas en planta y 340 en UCI, abrió sus puertas el Hospital de Emergencias Isabel Zendal , único en su género en Europa. ... Desde entonces, ha sobrevivido a una campaña de ataques brutal, y a doce meses de pandemia con picos de más de 500 pacientes, y una cifra global de 8.394 ingresados. Ha sido la válvula de escape para el resto de hospitales madrileños durante la pandemia, y el responsable de Emergencias Sanitarias de la OMS , después de verlo, felicitó a Madrid por su puesta en marcha. Paradójicamente, ni el presidente del Gobierno ni ninguno de los dos ministros de Sanidad en el cargo durante la pandemia –antes Salvador Illa y ahora Carolina Darias– han visitado el centro.
Si en algo coinciden los profesionales que han trabajado durante este año en el Hospital de Emergencias es en que aquello ha sido estar en primera línea en la batalla contra el Covid. Javier Marcos, coordinador general del centro, lleva en él desde el 1 de diciembre de 2020. «Cuando abrimos, había poquísimos pacientes, casi no había; pero cuando nos quisimos dar cuenta, se había producido una explosión de ingresos ». Tres meses después, a principios de marzo, «teníamos ya 600».
Desde el principio, pusieron en marcha, «como todos los hospitales», una comisión de farmacia , un comité científico y un comité de investigación: «Al fin y al cabo, hemos visto casi 9.000 pacientes, y somos posiblemente el centro de Europa con más ingresados en un único lugar ». El Zendal tiene en marcha 15 ensayos de investigación propios y participa en otros 12 con distintos centros.
La plantilla no es fija, sino que depende del momento sanitario. Comenzaron con 111 personas y ha llegado a picos de 1.300. «Somos conscientes de que todos los hospitales de Madrid están ocupadísimos, así que procuramos escalar en personal cuando la pandemia apriet, y devolver a la gente a sus hospitales de procedencia cuando afloja», explica Marcos. Algo que, reconoce, «es complicado no: complicadísimo».
Plantilla fuctuante
Cada día, cuando llega al despacho, el coordinador general del Zendal enciende el ordenador y ve cuántos ingresos han tenido, cuántas altas, y los avisos de los hospitales de cuánta gente van a traer a lo largo del día. En su relato a ABC, explica Javier Marcos que «cuando empezamos a trabajar hace doce meses, sufrimos una campaña bastante dura , y la gente no quería venir. Eso se dio la vuelta muy rápidamente; y luego no se querían ir».
La relación con el resto de hospitales de la red pública madrileña es muy estrecha: «Todos los días les digo cómo estamos; y cada martes organizo un ‘zoom’ con los jefes de servicio de Medicina Interna . Creo que ha sido muy útil porque les ha involucrado en el Zendal».
Además de las críticas externas , también sufrieron algunos episodios calificados como sabotajes, que incluso investigó la Policía Nacional. «Aquello fue cosa del principio; luego hemos podido trabajar perfectamente». Y aún con las bajadas de pacientes en determinados momentos, asegura que «nunca» han pensado en cerrar: «Estamos al servicio del resto de hospitales». Y además, desarrollan a la vez otra función vital, la de vacunación : «Hemos inmunizado ya a más de 1,8 millones de personas, y lo seguimos haciendo».
Su mejor momento en el hospital asegura vivirlo «casi a diario, cuando nos reunimos por la mañana y planificamos; ahí tengo un regustillo bueno porque hemos formado un gran equipo ». El peor, no lo duda, fue «el temporal Filomena . Lo recuerdo con pavor; venía andando desde el Metro, con la nieve por la cintura, y sin saber lo que me iba a encontrar aquí, porque había gente que se había quedado toda la noche. Fue un momento malísimo».
Una de las particularidades del Hospital de Emergencias es su Unidad de Cuidados Intermedios (UCRI), que ha llegado a tener 96 camas montadas y se ha convertido en la mayor de Europa. Su puesta en marcha ha supuesto una reducción directa de la mortalidad relacionada con la UCI. A su frente está Pedro Landete, neumólogo y jefe de esta UCRI.
Mejor sin intubar
«Llegué al Zendal antes de que abriera, la última semana de noviembre. Estaba de permiso paternal, con una niña de 4 meses», recuerda Landete, a las puertas de su Unidad. Este tipo de dispositivos ya existían, y los neumólogos los aplicaban regularmente, pero «para pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, que estaban muy malitos y necesitaban un soporte respiratorio no invasivo». El Covid les ha enseñado que antes de ingresar en la UCI, la aplicación de la terapia respiratoria no invasiva –sin intubar– «puede dar resultados muy buenos».
La experiencia de los más de 1.500 pacientes que han pasado por la UCRI del Zendal será objeto en breve de un artículo científico para dar a conocer sus resultados, que «son mucho mejores que la media: de esos 1.500 ingresados, sólo el 24% acabó en la UCI».
Desde su puesto, ha ido soportando los efectos de la sucesión de olas de la pandemia , que no cesan ni ahora, con niveles de vacunación por encima del 90 por ciento. «Creíamos que habíamos llegado a la inmunidad de rebaño por encima del 85% de la población vacunada, y estamos viendo que aunque lo que tenemos ingresado es fundamentalmente de no vacunados, también hay vacunados, a los que su inmunidad no es capaz de protegerlos frente al Covid», comenta. En su experiencia, lo mejor ha sido «ver pacientes que están muy muy malitos salen adelante», y «sobre todo, la capacidad de trabajo en equipo que hemos tenido todos los estamentos profesionales». Pero no puede evitar que le cambie el gesto al recordar los peores días: « Gente por debajo de los 40 años que se nos ha muerto y no hemos podido hacer nada, a pesar de todo lo que estudiamos y lo que hacemos».
En un macrocentro como el Zendal, todos suman. Que se lo digan a Borja Zamora, celador, que llegó a finales de diciembre con su solicitud para entrar debajo del brazo. Su mayor problema, asegura, fue «encontrarme con el personal mermado psicológicamente después de un año de pandemia». Además de todas las funciones hospitalarias, a su equipo le corresponde también colaborar activamente con la vacunación: «Recibimos a las personas y los guiamos por todo el circuito».
Para Zamora, la mayor alegría fue hace pocos días, «cuando dimos de alta al paciente número 8.000 ». El más duro, «cuando los compañeros con los que has pasado tiempo tienen que volver a sus hospitales».
Antonio Martín y Cristian Rosas trabajan en la Farmacia del Zendal . Un servicio que ha nacido literalmente de sus manos: «Todo era nuevo y por montar», recuerda Martín. Su misión es garantizar que los pacientes tengan su medicación , y validarla a diario «por si hubiera errores». También utilizan un laboratorio de La Paz para hacer fórmulas magistrales «para la UCI, sobre todo suspensiones y pasta descontaminante para los pacientes intubados».
El primer EPI
Su compañero Cristian Rosas comparte su satisfacción por el trabajo hecho: «Este era un proyecto apasionante; no se viene a hacer un hospital todos los días, y menos a construir un servicio de Farmacia desde cero». Echando la vista atrás, recuerda ese día «a principio del verano, cuando vimos la primera gran bajada de pacientes . Quizá fue el primer momento en que pude pararme y mirar hacia atrás». En los meses duros, «yo, que soy un obsesionado del tiempo, recuerdo que no miraba el reloj; tenía la sensación de que llevaba dos horas trabajando y eran ya las 4 de la tarde...».
La psicóloga María Dolores Aguilera vivió su incorporación al Zendal como «una oportunidad fantástica para poder desempeñar mis tareas como psicóloga clínica ». El primer choque fue la necesidad de vestir ropa de protección: «Yo nunca me había puesto ni una bata, porque en Salud Mental trabajamos fuera del hospital. Imagínate un EPI...».
Lo que se encontró en los pabellones del Hospital de Pandemias fue «a pacientes muy vulnerables a nivel psicológico». Y aunque «la prioridad, no cabe duda, es el tema físico, los compañeros enseguida te solicitaban esa intervención psicológica ». Incluso, señala, «la misma estructura del hospital, que en principio parecía un obstáculo» –por las grandes salas donde convivían una veintena de pacientes–, «se convirtió, y así lo he vivido y así me lo han transmitido, en una fortaleza», porque «para la seguridad psicológica, la conexión social es muy importante; no estar solo en una habitación». Y también fue muy útil «la cercanía de los profesionales; da a los pacientes una seguridad increíble».
Ahora, su trabajo también se dirige a los ingresados no vacunados: « Les veo muy culpabilizados; mi trabajo es mantenerles fuera de culpas».
La supervisora de Enfermería, Raquel Gutiérrez, expele energía por todos sus poros. Llegó voluntaria desde el Gregorio Marañón, donde también se había metido por propia iniciativa en las salas Covid «porque la gente estaba agotada, y había que reforzar». Cuando se enteró de que estaban haciendo un hospital de Emergencias, «yo sabía que quería irme para allá ».
Y lo hizo: llegó el 10 de diciembre, «y encuentro un hospital que es una nave industrial vacía , con camas, con todo por hacer. El proyecto era muy ilusionante, muy motivador. Enseguida la gente que estábamos empezamos a montar camas, almacenes, a hacer protocolos, procedimientos, empezar a montar todo» para cuando llegase el primer paciente . Que recuerda a la perfección: «Fue en esta unidad, en el 2C, la cama 9».
La mala prensa sobre el nuevo centro llegó a contagiarla: «El día que llegué, no había pacientes, las camas estaban sin hacer, la UCI estaba cerrada… Lo que se oía por fuera es que no iban a venir pacientes; que sólo iban a venir los leves, los de hoteles. Y me preguntaba: ‘¿Me he metido en el sitio idóneo?’». La incertidumbre duró poco: «A los diez días, esto estaba empezando a llenarse, se abrió la UCI, se abrió la UCRI, hubo que ampliar la UCRI... Y se montó todo lo que se montó». Visto con las perspectiva del primer año, cree que han hecho aquí «un proyecto monumental; con un personal muy joven, en su mayoría obligados, asustados». «Hemos hecho un equipo muy muy bueno», subraya.
Fernando Prados, director general de Infraestructuras Sanitarias , fue quien abrió el Zendal como director. «Lo fácil era lo que se hizo en la primera fase y en todos los sitios del mundo: hacer algo provisional para salir del paso con unos niveles de calidad inferior».
Es consciente de que este centro fue un balón de oxígeno para el resto de hospitales de la red madrileña: «Los servicios de urgencia de los hospitales lo hubieran pasado mucho peor de lo que lo pasaron» si no hubiera estado abierto. Su resumen es este: «Los profesionales saben que lo que han hecho es algo histórico ».
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