Malestar vecinal: «Pedimos respeto a los muertos y a los que vivimos en el centro. Esto es infernal»

Las asociaciones del centro reclaman la intervención política inmediata: «Este es el riesgo de pervertir la palabra libertad y confundir ocio con alcohol»

Un grupo de jóvenes, la madrugada de ayer, en Malasaña/ Villacís lamenta la «pesadilla» de los botellones tras la alarma Isabel Permuy / EP

Vivir en el centro de Madrid se ha convertido en una práctica de riesgo. En una conjura, dicen los afectados, en la que el ruido, los botellones, los bares, las terrazas y las pintadas («el sábado por la noche parece que también se inauguró la ... temporada de grafitis», ironizan en Malasaña) les van a llevar a ellos a confinarse en sus domicilios. «Los que vivimos aquí no podemos más. Vamos a tener que atrincherarnos en nuestras casas, ¿este va a ser nuestro destino? Es infernal», repiten como un mantra en las asociaciones del distrito. Lo vivido la madrugada del sábado al domingo fue, no por esperado, menos indignante para ellos.

Y eso que la Policía Municipal sacó músculo y tenía preparado un amplio dispositivo desde hacía días, viendo lo que se venía. No les faltaba razón a los encargados de diseñarlo. Ya lo avisaron a ABC: «Las fiestas en domicilios van a dejar de ser ilegales y habrá más botellón». Y tanto. Por eso, el ayuntamiento puso un refuerzo de 200 agentes más para esa especie de bacanal que se vivió a partir de las once de la noche. Efectivos de apoyo a los del turno de noche, especialmente, en los tres distritos más afectados: Centro, Moncloa y Retiro. La situación más complicada es la que protagonizaron alrededor de 300 jóvenes en Malasaña . Estuvieron bebiendo en la plaza del Dos de Mayo, en la calle y en locales, y al cierre de la hostelería, a las once de la noche, comenzó esa suerte de 'hora bruja' en la que, sesenta minutos después, desaparecía el estado de alarma nacional de los últimos seis meses. El irresponsable jolgorio corrió por las calles adyacentes cuando los agentes desalojaron Dos de Mayo. Los borrachos tiraron por Velarde, luego a Sol y, de nuevo, fueron dispersados.

Hubo gente bebiendo en el Parque del Oeste, en las inmediaciones del Instituto Anatómico Forense de Ciudad Universitaria,en los colegios mayores, en las afueras del Wanda... Y se pusieron un total de 349 sanciones . «Entre las 2 y las 3 de la madrugada ya no quedaba nadie», explica un mando, que manifiesta que «era lo previsible».

Vigilancia con drones

«A medida que se desalojaba un grupo, se iban a otras zonas. Por suerte, no hubo nada dramático. Incluso trabajamos con drones, que nos sirvieron para comprobar en tiempo real por dónde se dispersaba la gente». Otras fuentes inciden en que no solo fue la calle, sino que también vivieron «una noche de ruido brutal en las viviendas». Hubo 146 avisos positivos (los que se comprobaron que eran reales) por ello, los últimos a las seis y siete de la mañana.

«El trabajo policial fue más de reacción», porque la gente estaba muy ebria y no era cuestión de que todo desembocara en un problema de altercados: «Podría haber sido una debacle, y no lo fue». añaden. Pero advierten: «Los próximos días van a ir en la misma línea. Van a ser de locura. La gente está harta y a ello se suma el poco sentido común. Se creen inmortales» .

En Retiro, por ejemplo, se impusieron muchas sanciones. La respuesta de más de uno fue: «Estoy celebrando el fin del estado de alarma». «La noche fue una locura», resume un agente, que recuerda que también se practicaron alcoholemias.

En el barrio de Chueca, la situación fue «vergonzosa». El representante de la asociación de vecinos, Esteban Benito, no encontraba ayer palabras para explicar lo que vivieron. «La gente asaltó las calles gritando '¡Libertad y alcohol!' . Ese es el riesgo que tiene pervertir la palabra libertad, lo trasladas así a la sociedad. Si esa es la manera de pensar, es que tenemos un problema más serio que la pandemia. Esa gente ha olvidado que han muerto 25.000 personas en nuestra región», se queja.

Denuncia que la clase política «ha trasladado el mensaje de que el ocio es el alcohol»: «No me extraña nada lo sucedido, porque son los frutos que se recogen de las tempestades que siembran». Por eso, reclama que el ayuntamiento «gestione su consumo en la calle». No se refiere solo a los botellones: «¿Qué diferencia hay entre estos y las terrazas? Se está educando a la sociedad en hacer un uso de la ciudad que incluye el alcoholismo y no se fomenta una alternativa constructiva. Si yo fuera el responsable, me lo tomaría muy en serio», sentencia Benito. Él y el resto de representantes vecinales consultados por este diario coinciden en que «se gestionen los medios de control y las ordenanzas, porque están haciendo una dejación de funciones». Afirman que «hay calles por las que no se puede caminar, porque las ocupan los negocios».

Saturnino Vera, presidente de la asociación de vecinos Cavas-La Latina, cree que lo de la noche del sábado «es consecuencia de lo que viene pasando de siempre: a la gente se le está diciendo que el ocio es beber ». «No consiste en hacer deporte o consumir cultura, eso debe de ser ya en Marte. No se potencian los más de cien museos que hay en Madrid. A la gente hay que darle otras alternativas. Deben tener otras referencias. Solo tienen deseos de beber y armar la gresca. Vamos por mal camino. Las consecuencias las veremos a partir del lunes [por hoy], porque hay que ir a trabajar, a las clases, a desplazarse, y ya irán con el bicho dentro, a extenderlo», vaticina.

«La degradación es total»

Dice que ni en Nochevieja, «cuando dan las campanadas, se lía lo del sábado». «Mi sonómetro llegó a los 85 decibelios a las doce y cinco y mi mujer tuvo una bronca con unas chicas que vinieron a orinarse en mi portal. Fue un despropósito total» , añade. Y recuerda que cuando reabrió la hostelería, tras el primer confinamiento, «hubo tres fines de semana seguidos con peleas a las puertas de los locales». «A partir de entonces –afirma–, vino la Policía a inspeccionarlos. Los kebabs y las tiendas de chinos estaban abiertos. En la plaza de Puerta de Moros hay un comercio de conveniencia que está abierto todas las horas que quiere. Tiene ya tres denuncias en tiempos de Covid».

Los consultados repiten que «esto no puede ocurrir en el centro histórico de Madrid». Aseguran que «la degradación es total, es intransitable». Lo peor se vivió este fin de semana en el entorno de la plaza del Dos de Mayo. Jordi Gordon, de SOS Malasaña, califica todo de «una barbaridad» : «Es una combinación de todo: del botellón, de una euforia irresponsable, como si no hubiera pandemia y gente en las UCI… Alentada no sé por quién. Todos tenemos ganas de que esto pase, pero no se pueden tirar a la calle de ese modo».

Se queja de que llevan meses sin contacto con el ayuntamiento. «Se dispone de nuestro espacio público sin tenernos en cuenta para nada. La hostelería tiene un trato privilegiado de ayudas, pero casi nadie cumple el 50% del aforo, tampoco dentro . Ni respetan la distancia de seguridad. Plantan las mesas en la acera», repite. Se queja de que existe «un ambiente generalizado de que no pasa nada». «Y lo que tenemos es una incidencia acumulada preocupante y las UCI al 40%. Que tengan un poco de respeto por los muertos, los enfermos y los sanitarios. Y también por los derechos de los que vivimos aquí. ¿Nosotros no tenemos derecho a nada? ¿Ni a dormir? ¿Nos vamos a tener que confinar los vecinos porque los demás nos echan de nuestras calles? Por favor, un poco de humanidad. Que nosotros también pagamos impuestos», dice ya harto.

El alcalde, José Luis Martínez-Almeida , reconoció que las imágenes fueron «lamentables»: «La libertad no consiste en infringir las normas ni en hacer botellones », dijo, y reclamó una legislación nacional (que ya anunció el Gobierno central en junio, sin que se haya concretado) que no deje desamparadas a las administraciones.

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