Colonos | Blanca Marsillach
«El madrileño es decidido, no es contemplativo»
La actriz Blanca Marsillach continúa 'Colonos', un serial que pone rostro a todos esos madrileños de adopción, españoles que un día llegaron a la capital y se enamoraron de sus calles y su vida convirtiéndose en un 'gato' más
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Iniciar sesiónBlanca Marsillach , más que andar, levita por el hall del Hotel Wellington , elegante y castizo a la vez según propia confesión. Nacida en Barcelona, con apellido catalán y «gata total», mataría por un Madrid del que le gusta todo excepto lo ... chabacano y la calle de Bravo Murillo . Su infancia son recuerdos de un barrio madrileño que entonces eran afueras, El Viso , y aquel 'todo Madrid' de la cultura que su padre, el gran hombre de teatro que fue Adolfo Marsillach, generaba en torno a su casa. Lo mismo Bódalo que Fernán Gómez . Ve a Madrid como una ciudad sexy y ella, andariega, fantaseaba con entrar al Bernabéu en aquella bicicleta 'proustiana' de la infancia y ver a su mito de entonces: Emilio Butragueño .
Estamos en el Hotel Wellington, uno de sus lugares favoritos, ¿por qué?
Vivo en Lagasca, muy cerca de aquí. Este hotel es uno de mis sitios favoritos porque aquí ha pasado de todo. Es un clásico. Además, está al lado de casa. También iba al gimnasio de aquí. Este hotel es como mi casa. Lo reservo un poco para todo. Aquí he tenido las grandes conversaciones con mi madre en momentos críticos de nuestras vidas. Por eso le tengo tanto cariño.
Un primer recuerdo de Madrid
En la calle Guadiana, en El Viso, donde me crié. Donde toda la profesión pasaba a ensayar con mi padre, cuando sólo existía La 1 y La 2. Recuerdo que en aquel lugar que había un sauce llorón, recuerdo la piscina, la libertad de ir en bicicleta... También aquellos veranos en la piscina. Recuerdo el colegio Josefina Aldecoa, que era un colegio progre: iban los hijos de Berlanga, de los Azcona; todas las profesoras eran revolucionarias y algunas habían estado exiliadas. Recuerdo todo aquel Madrid con mucho cariño.
Mi abuela compró ese terreno cuando sólo había ovejas, edificó dos chalés y por allí pasó toda la profesión a ensayar las series que hacía mi padre: 'Fernando punto y coma', 'Silencio rodamos'... Era un ambiente muy intelectual. Y llegaba a mi casa y me encontraba a Fernando Fernán-Gómez, con Bódalo, con Gutiérrez Caba; viví eso desde muy pequeña. Jugaba al escondite con las vecinas Izquierdo. Recuerdo que yo quería conocer a Butragueño y pensaba en cómo colarme en el Bernabéu.
Si digo «Madrid», ¿qué se le remueve por dentro?
Soy una gata total. Una gata de esas negras que recorre Madrid. Soy una callejera de Madrid. Madrid me evoca la palabra «casa», el 'I’m home'. Estoy en casa en Madrid. Es mi ciudad, es donde están los teatros. Donde conozco todos los sitios. Encuentro farmacias que me fían medicamentos sin recetas, gente amable que me sube la compra porque tengo la espalda mal; la iglesia de aquí al lado a la que me meto a rezar de vez en cuando, el Retiro… Soy una mujer que siempre tiene una perrita y me la llevo al Retiro; es muy traviesa, tiene tres novios. Soy muy madrileña.
¿En qué rincón se siente más en Madrid?
Yo «me siento en Madrid» por las calles, cuando no pasa nada. En la Plaza de Oriente, o en Sabatini o en la Plaza Mayor. Yo «me encuentro» en las calles, donde pasa la vida; en el barrio, con los vecinos. Y ese aroma que hay a cocidito madrileño...
Si le nombraran embajadora de Madrid, ¿cuál sería su lema?
De Madrid al cielo
Ese lema existe ya. Y le pregunto la razón
Porque Madrid es una ciudad amable, abierta. Sigue siendo, a pesar de los pesares, una ciudad abierta. Y ahora más que nunca. Madrid te va a tratar bien. Madrid te sorprende. Te encuentras con el mundo en Madrid. Hay gente de todas partes. Descubres cosas porque Madrid te sorprende siempre. A mí me encanta pasear por Madrid. Recorro kilómetros y kilómetros.
Tan andariega, le pido una pausa. ¿Dónde?
La zona donde está el Teatro Español, la calle donde está el Teatro de la Comedia, la Plaza Mayor, el Madrid de los Austrias y mi barrio, el de Salamanca. Me encanta ir como una gitana, levantarme, irme por donde están todas las mujeres arregladas y yo pasear como recién levantada.
Algo le habrá aportado Madrid a nivel creativo...
En Madrid se mueven muchísimas cosas. Tenemos unos museos y unas exposiciones para morirse. Siempre hay un teatro que ir a ver, alguna zarzuela o una ópera. En Madrid no te aburres.
¿La zarzuela?
Me encanta la zarzuela. Es un género que me encanta. Estuve viendo hace poco 'Los gavilanes' y salí entusiasmada. Luego está San Isidro, los toros… lo único que no me gusta de Madrid son los puentes. La cantidad de fiestas que hay. A mí esto que haya acueductos no me gusta. Y, de repente, que te corten Madrid para hacer obras o una maratón. Tampoco me gusta aparcar. Y eso que no tengo coche. Los autobuses y el metro están muy bien, aunque no los practico; voy en mi taxi, pero el transporte público tiene su 'sex appeal'. Vivir en Madrid mola. Madrid es caótica, disparatada, permisiva, vibra, alegre… es sexy. Tiene ese punto.
Un color y un olor
Color, el blanco. Y el fondo de una obra teatro con el violeta. Y, en cuanto al olor, el petróleo, la gasolina. Del mismo modo que Barcelona huele a mar y tuberías, Madrid tiene un olor seco, a tubo de escape. Es como si llegaras al desierto.
Madrid ¿en verano o en invierno?
En verano. Yo soy de verano, soy caribeña. En Madrid en verano no hay nadie. En agosto se está de cine.
¿Es cierto aquel adagio de «Madrid me mata»?
Sí, porque es peligrosa.
¿Mataría por Madrid?
Sí. No dejaría nunca de vivir en Madrid. Siempre habría un cordón umbilical con la ciudad.
Aunque mate por Madrid, habrá algo que no le guste
No me gusta cuando se convierte en una cosa provinciana, chabacana; cuando hay multitudes de gente, pero eso no me gusta en ningún sitio. Me gusta cuando en la ciudad están sólo los que viven en ella. El madrileño es decidido, no es contemplativo.
Y sin embargo, usted contempla Madrid
Contemplo lo que me gusta, que son los atardeceres y los cielos de Madrid. Como los cielos de Madrid no hay nada. Hasta las tiendas de suvenir con los trajes de gitana me gustan. Es tan madrileño... No obstante, hay una calle larguísima de Madrid que no me gusta nada. No recuerdo el nombre, pero es como si la hubieran puesto ahí. Es feísima. Ah sí, la de Bravo Murillo.
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