Colonos | Miguel Pardeza
«En Madrid es difícil encontrarse mal, sentirse rechazado o marginado»
Figura de la Quinta del Buitre, testigo de la movida o tertuliano en el café Gijón. El futbolista muestra a ABC todas las esquinas de su vida madrileña
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Iniciar sesiónMiguel Pardeza es huelveño, de La Palma del Condado. Fue el único integrante de la Quinta del Buitre que triunfó fuera de Chamartín, concretamente en La Romareda. Residente en Madrid, el escritor y exfutbolista tiene algo de zaragozano, poco de andaluz y una vocación literaria ... que le viene de su época de canterano madridista. Habiendo vivido en México, relaciona Madrid con el rojo, se cita con sus demonios en El Retiro, y sus dos libros, «Torneo» y «Angelópolis», forman parte de su «bildungsroman» literario.
Si digo Madrid, ¿qué le evoca?
Me evoca la adolescencia, la etapa de formación y el descubrimiento de las cosas esenciales de la vida. De la literatura.
Si tuviera que ponerle un color a ese Madrid, cuál sería
Probablemente el rojo, porque simboliza la angustia. Representa, de alguna manera, el agobio y los miedos.
¿Qué le salvó de ese Madrid?
Los libros, sin lugar a dudas. Lo cuento en mi primer libro, «Torneo»; que es un homenaje a esa salvación personal y espiritual y lo confirmo en el segundo libro, «Angelópolis».
¿Qué color contrastaba con ese rojo de angustia en aquel Madrid?
El blanco del equipo. El blanco del Real Madrid. Aún recuerdo la sensación que tuve la primera vez que me vestí con la camiseta de algodón, de ésas antiguas; recuerdo lo limpia que estaba, con el escudo en el pecho.
¿Qué expectativas tenía aquel niño onubense de Madrid?
Yo había estado en Madrid jugando un partido de «Torneo», aquel programa de televisión deportivo. Madrid me parecía un universo totalmente inabarcable. Por un lado, por las dimensiones de aquella ciudad y, por otro, porque las distancia desde la Palma del Condado era inmensa. Era como si me hubiera trasladado a un país diferente.
¿Qué le ofrecía Madrid con 14 años?
Los primeros cuatro años que pasé en Madrid vivíamos en un régimen prácticamente militar. Teníamos unos horarios para comer, para cenar. Yo era muy pequeño. Mis dos temas centrales eran entrenar y estudiar. Eso tuvo que ver con mi evolución traumática de aquellos años.
¿Y con 18 años?
Con esa edad ya podíamos salir de la pensión, me alquilé un piso con otros compañeros de mi edad, en la calle Doctor Ezquerdo, fui a la universidad, viví junto con dos otros compañeros y empecé a estudiar derecho, que fue mi primera carrera, aunque no la terminé, y luego me cambié a Filología. Fue un cambio importante, pasé de la disciplina a la libertad, una libertad con responsabilidad, pero era una situación muy diferente.
De alguna forma, Madrid era una novela de formación...
Sí, «Torneo» es una novela de formación con un tema central para mí, que es el miedo al fracaso. De alguna manera, los dos libros que he publicado tienen como eje central el miedo.
¿Qué tipo de ocio madrileño tenía?
Empecé a salir un poco. Tampoco mucho porque ni nos dejaban ni tampoco estaba en mi imaginario salir demasiado. Empecé a salir con la gente de la universidad. Conocía otro mundo.
¿Qué lugares recuerda de aquel Madrid?
La calle Huertas, la zona de Malasaña, que estaba en el inicio de su apogeo. Recuerdo la Cuesta de Moyano, que ya estaba infectada de manera irremediable de literatura; el Parque del Retiro, donde hablaba con mis fantasmas, con mis demonios; me compraba mis libros en Cuesta Moyano y me iba al Retiro a leer. Estamos hablando del año 1983.
¿Guarda algún recuerdo de la movida?
De algunos garitos, el que regentaba Sabina, creo, la Vía Láctea, recuerdo Rockola, Garaje Hermético, que estaba cerca de la Plaza de Cataluña, tenía un coche incrustado dentro. No sé si existe aún.
También era un Madrid, duro, el de la sobredosis… ¿llegó a conocerlo?
No lo conocí, estuve cerca, pero no lo conocí. Recuerdo que había una tensión política, recuerdo el golpe de Tejero, aunque con el tiempo se fue diluyendo.
¿En qué año fue la primera vez que fue al Gijón?
-No lo tengo claro. Cuando era joven no estaba en el circuito. Cuando empecé ir a ferias de libros antiguos…
¿Cuánto le debe su literatura a Madrid?
Le debe mucho mucho. Aquí, de alguna manera, fue cuando empecé a leer más obsesivamente. Mi memoria literaria está muy vinculada a la Cuesta de Moyano o a las ferias de libro antiguo y de ocasión. Cuando estaba en Zaragoza venía a todas las ferias del libro, no fallaba casi nunca. Como también le debo mucho a Zaragoza.
¿Cuál ha sido la evolución de Madrid?
Madrid se ha convertido en una megaciudad. La Madrid que yo empecé a conocer en los ochenta era una ciudad más manejable, quizá más familiar. Todas las grandes ciudades se han convertido en polis inmensas. La noto algo despersonalizada a causa de su propio tamaño, y eso que, en comparación, Madrid conserva grandes señas de identidad que le son propias, como la hospitalidad, lo fácil que es integrarse…
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