De Delhi a Madrid, el tuc-tuc coloniza la ciudad
Ver la ciudad a 30 km/h y a ras de suelo. ABC viaja en uno de estos vehículos, de inspiración asiática, llamados a reflotar creativamente el turismo y la hostelería en la capital
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Iniciar sesiónEn la mañana prenavideña, Madrid, concretamente la plaza de San Miguel, es un entrecruce de viajeros de Badajoz, novios con granos de arroz colgando del chaqué, niños con frío, taxistas a punto de infarto y un globo de helio –de uno de esos mismos niños– ... que se escapa al cielo velazqueño. n los alrededores del mercado de San Miguel hay vehículos que más bien harían la estampa de Nueva Delhi o Manila, si no fuera por la cercanía de los soportales ‘austriacos’ de la Plaza Mayor. Los tuc-tucs sí que han venido a colonizar Madrid con emisiones cero y a darle al turista una nueva perspectiva, casi a ras de suelo y a 30 kilómetros por hora de velocidad. Un visionario de estos vehículos para humanizar Madrid y darle una experiencia diferente al turista es Antonio Arranz con su empresa Tuk Tuk Tapas, que aparte de los recorridos turísticos que tanto gustan a propios y foráneos, se ha sacado del magín que el tuc-tuc, ese vehículo de motor holandés y montado en la India, sirva para pasearse por el Madrid de las tapas, que es cuando acaban los musicales; el Madrid que queda y el Madrid que se ha exportado al mundo. Principalmente, tras las elecciones regionales.
Rutas temáticas
Antonio Arranz, antes de subirnos en el tuc-tuc que pilota César, cuenta cómo fraguó y se fraguó su idea de llevar al foráneo y al propio a conocer la capital mundial de las tapas. Lo hizo «en junio, cuando apenas había turismo» ; pero, tras más de dos décadas dedicado al turismo y a la hostelería, supo que a las tabernas de la ciudad más tabernaria (sic) de Occidente había que ayudarla, mimarla, con rutas temáticas que sacaran la identidad gastronómica del rompeolas de todas las Españas y le diera valor, más allá de los restaurantes de postín. Una idea que pasa por que el transporte te explique qué significa la Cibeles y, diez minutos atrás, te deje en una tabernita de Goya para degustar un vino. Así, al menos, es el proyecto, si bien Arranz, ya montados en el motocarro de César, confiesa que todo está abierto a los deseos del cliente, que es el que manda. Porque en un tuc-tuc se puede ver Madrid, estacionarse con precaución para un selfi capitalino y subir y bajar las cuestas que llevan a La Almudena. Y eso, mientras se ve como a cámara lenta la Puerta de Alcalá, quizá desde un plano que creíamos olvidado y donde una dominguera se fotografía entre las flores, descuidada de la multa que le puede caer, como recuerda César, pilotando el tuc-tuc por las amplias avenidas de Madrid.
En la capital, añade Arranz, hay cinco empresas que se dedican a lo mismo, que mientras «en Lisboa hay más de setecientas» . Por eso, interpelado al respecto, Arranz confirma que sí, que tiene pensado algo como un federación de este particular transporte turístico, principalmente para «que el Ayuntamiento nos oiga, y entienda que nuestra labor redunda en la reactivación del sector terciario. Que es una forma novedosa de descubrir la ciudad, que no contamina y que redunda principalmente en el turismo, porque es el turista quien principalmente demanda» está forma «divertida» de conocer Madrid.
Petición al Ayuntamiento
Y luego, claro está, el viaje. A una velocidad máxima de 30 por hora, donde hasta da tiempo de verle a la Cibeles los lamparones y solazarse con el Paisaje de la Luz, el verde del Retiro y saludar a quienes miran el tuc-tuc con una mezcla de envidia, socarronería y madrileñismo del sano. Por eso, César maneja con pericia y acento castizo esta suerte de triciclo que no llega a los 300 kilos de peso y que el mismo César ha tuneado con una careta de la serie de ‘La casa de papel’, algún motivo navideño y un peluche que representa el emoticono ‘guasapero’ de la caca. «Todo para darle un toque personal», que, insiste César, es lo que los identifica hasta el punto de que ya tengan reservas de Panamá por el «boca a boca». El boca a boca en Panamá, entendemos.
Luego, César pasa por el Viaducto y Las Vistillas, explicando lo de las mamparas de cristal. Y con el micrófono, como un cicerone con manillar, explica César los conventos de Madrid o lo del patrimonio de la Unesco. A veces, para a sugerencia del cliente, que quiere detenerse en ese arranque de la Gran Vía que parece Nueva York según nos dejaron dicho Garci o Ilya Ehrenburg . Y el personal se fotografía y vuelve al tuc-tuc, con mantas en los días de frío, sin capota transparente cuando los calores y se pueden contar las cuatro estrellas que se ven desde Madrid. Los ‘tuctuqueros’ meten el gusanillo de Madrid, piden al Consistorio «complicidad» y han venido para quedarse en el tráfago urbano de la Capital con sus cuatro plazas «a 20 euros por barba» y su conductor agradablemente parlanchín.
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