Juicio por el descarrilamiento de angrois

Una superviviente del Alvia: «Pensaba que en el próximo golpe me podía matar, pero yo no me quería morir»

80 muertos, 145 heridos

Empieza la parte civil del juicio por el descarrilamiento, que se prolongará hasta junio. Las primeras víctimas del accidente, 145 lesionados, empiezan a revivir sus experiencias en sala

Una de las víctimas a su llegada a la Ciudad de la Cultura, donde tiene lugar el juicio por el accidente del Alvia XOAN REY (EFE)

La lista de lesiones físicas de los supervivientes del accidente del Alvia es interminable. Durante el arranque de la parte civil este martes, que se dilatará durante tres meses y en el que se calibrarán las responsabilidades económicas para los heridos y familiares de ... los fallecidos, las víctimas dejaron claro a través de montañas de informes y peritajes los daños que diez años después del accidente siguen acarreando. Ninguno de los testigos se han recuperado de las heridas ocasionadas durante el «terremoto» que supuso el descarrilamiento. Pero más allá del lastre físico, todos resaltaron el impacto psicológico. Pese a que la presidenta del tribunal trató por todos los medios de no obligar a revivir a los declarantes los momentos más angustiosos de sus rescates, resultó imposible que esas escenas no se proyectasen de nuevo en la sala a través de sus palabras.

«Yo no perdí el conocimiento. Recuerdo entrar en el túnel y que el vagón empezó a temblar como un terremoto. Pensé no me puedo creer que vayamos a tener un accidente. Me agarré al asiento con mis manos y salí proyectada como un proyectil. Aquello era una batidora, pensaba que en el próximo golpe me podía matar pero yo no me quería morir» relató una de las supervivientes del descarrilamiento, en aquel momento de 31 años. Dos vagones más atrás, otra víctima rememoró su vivencia aquel 24 de julio: «Iba escuchando música y noté el frenazo. Recuerdo intentar agarrarme. Iba sentada del lado del interior de la vía. Recuerdo pensar aquí se acabó» resaltó ante la sala.

Los testimonios fueron coincidentes en la velocidad que el tren tomó antes del impacto y en el caos que se despertó después. «Recuerdo el terror. Por suerte para mí perdí la consciencia a ratos pero cuando me desperté tocaba a gente y cuerpos y oía los gritos pidiendo ayuda y auxilio. No podía hablar, así que levanté un brazo. Un policía me vio y me dio la mano. Le pedí que no me soltase y se quedó conmigo hasta que me sacaron por una ventanilla» narró emocionada una joven ferrolana que sigue arrastrando las secuelas de esa tarde. «Recuerdo las sirenas y cómo me caían las gotas de lluvia tendida en el campo. Pedí que le dijesen a mis padres que estaba viva y en la ambulancia de camino al hospital les pedí que no me dejasen morir. Escuché a los médicos decir esta chica se nos va y ahí fue consciente y me dije agárrate y respira».

A partir de ahí, el camino que los supervivientes del accidente del Alvia han recorrido es paralelo. «Necesito todo tipo de tratamientos porque mi cuerpo necesita tratamientos y esto es abrir la herida y que te echen sal. Muchas noches no duermo porque tengo muchos problemas de sueño« suscribió una joven que ese día viajaba a La Coruña para encontrarse con unas amigas. También prestaron declaración familiares de los supervivientes, que se encargaron de explicar la angustia de los momentos siguientes al descarrilamiento y la ansiedad por conocer la suerte que habían corrido sus seres queridos. «Cuando llegamos a Santiago vimos unas luces y aquello parecía una bomba atómica» explicó la hija de una viajera, cuya vida pendió de un hilo. «Los médicos me dijeron que mi madre había sido como una pelota saltarina dentro de una caja y que sus lesiones a nivel neurológico eran muy graves» manifestó. A día de hoy, esta persona no puede caminar sin la ayuda de un bastón y necesita ayuda «para tonterías como ponerse un calcetín».

«Quería conocer al maquinista y hablar con él»

El shock para los pasajeros del tren que hacia el trayecto de Madrid a Ferrol fue tal que uno de los supervivientes, militar del Ejército del Aire, lo igualó con las peores intervenciones de su trabajo. Estuvo en Somalia y en Afganistán pero nada comparable, dijo, a las escenas que conserva de ese día. También guarda la bicicleta con la que viajaba, su único equipaje. «Aún la tengo en casa con el embalaje lleno de sangre» confeso ante el tribunal, que le preguntó si además de víctima, aquella tarde, había sido rescatador. «Cuando consigues incorporarte y ves lo que hay... era incapaz de no ayudar a la esa gente porque pedían a gritos que se los ayudara. Y los auxilié hasta que llegaron los primeros servicios» dijo. También reconoció, aunque la juez evitó que se abordase este tema, que tiempo después se citó con el maquinista a través de sus abogados. «Quería conocerlo y hablar con él. En cierta medida me complace el arrepentimiento y el sufrimiento que esta persona tenía».

Esta nueva fase en el juicio, rematada la parte penal en la que se indagó sobre la responsabilidad de los dos acusados, se dilatará hasta el mes de junio y servirá para establecer las indemnizaciones a los 145 heridos y los familiares de las 80 víctimas mortales del accidente de tren de Santiago. Todos, al final de sus intervenciones, lanzaron el mismo lamento: «No hay dinero que nos devuelva nuestra vida anterior y nuestra salud».

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