Inversiones críticas y resultados exiguos: Banerjee disecciona la sanidad de EEUU
El nobel de Economía cerró el Vigo Global Summit careando la atención médica estadounidense con la de otros países en los que no está regulada
Krugman cree que las economías se recuperarán de la pandemia «sin un coste severo»
VIGO
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Iniciar sesiónUn nobel ha abierto el congreso de esta semana en Vigo, y otro lo ha cerrado. Este miércoles subió a la tarima del Auditorio del Mar Abhijit Banerjee, laureado –igual que Paul Krugman, que lo precedió el martes como ponente– en la disciplina ... de Economía. En una conferencia que ha antecedido a la clausura del Vigo Global Summit, Banerjee ha contrapuesto dos modelos muy distintos de sistema sanitario para resolver una pregunta: ¿Existe un mercado de la atención médica?
Para contextualizar su tesitura, el nobel ha hablado de la configuración que emplea Estados Unidos. Allí, la sanidad es privada y responde a un marco de regulación estricto. La atención sanitaria, explicó, se paga en cifras que el ciudadano conoce de antemano. Los precios de las pruebas, los tratamientos y las operaciones los fijan leyes estatales que rigen el cuánto cobran los hospitales y, por tanto, cuánto pagan las aseguradoras, ya sea una cobertura total o parcial, conforme a un acuerdo entre ambas partes. Pero, ha precisado Banerjee, el médico tiene la última palabra al diagnosticar una dolencia y recetar su solución por su condición de profesional informado.
Esto provoca que, como «el médico es el que decide y no el sistema, las pruebas se utilizan más a la ligera». Existe una «sobreprescripción», ha achacado el nobel, porque los profesionales a cargo «no dependen del precio; pueden pedir pruebas y las aseguradoras pueden protestar, pero no tienen el control que podrían tener en otros lugares». Esto, ha ejemplificado, lleva a que un médico pueda decidir que su diagnóstico es la única opción para salvar la vida de un paciente, un claro argumento a favor de financiar la operación o el tratamiento pertinente, por costoso que sea.
Aún así, ha aclarado, «no quiero decir que los médicos sean malos. Son humanos, creen en algo y actúan conforme a ello». Ha afirmado comprender que «si existe una ligera posibilidad de ayudar», es natural intentarlo, y negó creer que el «cinismo» mueva a la gran mayoría. Pero la realidad también es, ha recordado, que EEUU es el país de la OCDE que más invierte en sanidad, «el 20 % de su PIB», con escasa retribución. Fruto de tamaña inversión, los precios de la atención sanitaria son altos, y directamente inasumibles para buena parte de la sociedad, que carece de seguro. Se motiva una «infrautilización» de la sanidad nefasta: cuando un paciente deja de acudir al médico por temor a no poder permitírselo y al cabo de un tiempo se le detecta un mal, suele estar avanzado y supone «más tratamientos, más costes» y, por descontado, mayor mortalidad.
Banerjee concluye que en el modelo estadounidense «hay una disciplina de mercado» cuando el cliente elige una aseguradora y un centro médico en el que ser tratado. Lo ha ejemplificado con el caso de Nueva York, donde hay «anuncios enormes de hospitales que compiten entre ellos para llevarse el negocio (...). Los que mejor rinden y más crecen son los que atraen a más pacientes». A la larga, «los hospitales 'malos' no sobreviven, así que el mercado funciona hasta cierto punto«, ha resumido, aunque está «limitado» por la capacidad última de decisión de los médicos.
La vertiente opuesta
Banerjee ha completado su exposición contraponiendo el caso americano al de países como India, China o Kenia, en los que este mercado es «libre»; la sanidad funciona conforme a un sistema de «pago por uso» y «no hay un seguro» para la atención primaria. En el caso de India, ha abundado, «el 80 % de las consultas» funcionan sin un profesional acreditado, y solo el 4 % tiene un título correspondiente a los servicios que oferta. Según los datos de la fundación del nobel, cerca del 60 % de los tratamientosen estos países fracasan por ser incorrectos. Sucede por la falta de regulación y de medidas punitivas, pero también por otro factor: el temor de los médicos a recetar un tratamiento que, aunque correcto, resulte demasiado complejo a ojos del paciente, le genere rechazo y decida tacharlo de fraude. Muchos, ha explicado el nobel, «tienen mucho cuidado al hablar» y solo se atreven a ofrecer el tratamiento adecuado a sus clientes de confianza.
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