juicio del accidente de angrois
«Los maquinistas hablaban en corrillos del peligro de la curva»
nueva ronda de declaraciones
El vigilante de seguridad y un segundo conductor del tren revelaron que las quejas eran «de dominio público»
La paradoja del siniestro: «Si el maquinista se hubiese ausentado de la cabina, no hubiese habido accidente»
El maquinista y el interventor ocultaron a la Policía la llamada de 100 segundos que provocó el accidente
Galicia
Tensa y agotadora jornada la de este miércoles en la Ciudad de la Cultura de Santiago, donde durante más de siete horas se asistió a la declaración de algunos de los empleados de Adif y de Renfe a bordo del Alvia que se estrelló en ... Angrois el 24 de julio de 2013. Sus intervenciones, por momentos convertidas en un cara a cara con acusaciones y defensas, pivotaron sobre dos temas cruciales en el devenir del juicio. El primero, la llamada de 100 segundos que distrajo al maquinista y lo desubicó impidiéndole frenar a tiempo. El segundo, la curva de A Grandeira, contra la que el tren impactó a 200 kilómetros por hora cuando debía ir a 80. No se trata de cuestiones menores, y por eso las partes se afanaron en conseguir de los interrogados la información deseada, aunque en muchos pasajes su insistencia obligase a la jueza a intervenir. Tuvo que hacerlo, por ejemplo, en el caso de la declaración del interventor, Antonio Martín Marugán, del que advirtió que «es un testigo y no un acusado» ante la presión a la que fue sometido durante más de una hora de interrogatorio.
En su declaración, este testigo aseguró que cuando hizo la llamada «no sabía» en qué punto del recorrido entre Orense y Santiago se encontraba. Dijo no saber de la existencia de la curva hasta después del descarrilamiento, y descargó toda la responsabilidad sobre el conductor, Francisco José Garzón Amo. «En Santiago tenía muchas más cosas que hacer y en ese momento no tenía nada que hacer», se justificó para afirmar que «el maquinista podía haber contestado, o no», porque la llamada quedaba registrada y le «hubiera podido llamar él después». A su entender, hizo «lo que tenía que hacer», pero preguntado por el fiscal sobre si se sentía responsable de lo sucedido, Marugán reconoció que «si hubiera sabido lo que iba a pasar no la habría hecho, era el más interesado porque iba en el tren...».
Los mayores picos de tensión con el interventor llegaron cuando los letrados se interesaron en conocer si había ocultado la conversación con el maquinista a la Policía, como dos agentes constataron ante el tribunal el día anterior. Su contestación no resultó convincente, pese a la insistencia de unos y otros: «Cuando hice la declaración [ante la Policía], mi cabeza, 48 horas escasas después de lo que pasó en el accidente... Cuando supe lo de llamada fue cuando me lo comunicó mi sobrina, que lo había leído y me dio un flash», atestiguó, restándole importancia al hecho de que ni él ni Garzón Amo hubieran hablado de esa conversación con los investigadores, que se enteraron una semana después cuando la caja negra lo desveló. Y consultado por enésima vez, el interventor afirmó: «Ni me acordé de ella, no tenía ningún interés en ocultarla. No era urgente, pero la hice porque iba relajado y no tenía nada que hacer».
No opina lo mismo Celso Castor, el vigilante que lo acompañaba en ese momento y que criticó el punto del trayecto elegido para descolgar el móvil y ponerse en contacto con el conductor, pese a que estaban a pocos kilómetros de la parada de Santiago y había pasajeros ya de pie en el pasillo cogiendo sus maletas, porque había saltado el anuncio de próxima estación. «Podía haber esperado a Santiago o a La Coruña, que lo iba a ver y le podía haber preguntado ahí, porque tenía que pasar por delante de él», aclaró el vigilantes de seguridad, que también desmontó parte de la confesión del interventor. Según Marugán, le dio tiempo a colgar el móvil y guardárselo en el bolsillo antes del impacto contra la curva. En cambio, según el vigilante, que estaba junto a él, la llamada se cortó porque el maquinista dejó de contestar justo antes de frenar, pero «ni siquiera se habían despedido».
Mala señalización
Igual de relevante fue otro dato aportado por este testigo, que manifestó que «en los corrillos de maquinistas» había oído hablar «de lo peligrosa que era la curva» y «si sabes escuchar, lo escuchas». Sus palabras no pasaron desapercibidas en la sala, donde el resto de citados fueron requeridos a propósito de esta afirmación, incluido el maquinista que pilotó el tren desde Medina del Campo hasta Orense, que manifestó que la línea, en el momento del accidente, «no era cien por cien segura». El interrogatorio a Javier Illanes, que duró cerca de tres horas, fue el más largo de los presenciados hasta el momento en este plenario. Más extenso, incluso, que el interrogatorio a los dos investigados por el accidente, para quienes la Fiscalía reclama una pena de cuatro años de cárcel: el exjefe de seguridad de Adif Andrés Cortabitarte y Garzón, el maquinista.
Con un puesto y una formación homóloga a la de este último, la opinión y experiencia de Illanes resultaron de gran valor. Muy en línea con lo expuesto por Garzón Amo en su declaración, Illanes echó la culpa del accidente a la «falta de señalización en la vía», añadiendo que si no se había producido un accidente antes del Alvia «fue porque Dios no quiso». Cuando le preguntaron en qué momento empezaba él a disminuir la velocidad para encarar la curva a los 80 kilómetros por hora obligados, el testigo manifestó rotundo que «en un punto que yo me invento, porque no tengo otro medio. Falta una referencia física y te la inventas. No me queda otra».
Férrea defensa de Garzón
El extenso interrogatorio dio para mucho, incluida la valoración de Illanes sobre el correo electrónico remitido por el jefe de maquinistas de Orense quejándose de la falta de señalización en A Grandeira. Al respecto, el maquinista echó balones fuera y se limitó a decir que como todos sabían de la existencia de esta queja no formularon otra porque ya la había presentado un superior. «Era de dominio público ese riesgo. Si un jefe presenta un escrito y no se le hace caso, ¿qué más puedo hacer yo? Sabíamos que ese escrito estaba sobre la mesa, a dónde llegó, no lo sé», argumentó Illanes.
Pero los capotes al maquinista acusado por las 80 muertes y los 145 heridos que dejó el accidente no se quedaron ahí. Cerrando filas con su compañero de profesión, Illanes llegó a afirmar que él también hubiese contestado esa llamada —«sí, siempre»—, porque una llamada dura «lo que las dos partes necesitan para entenderse». Sobre esta comunicación, vital para el proceso y desencadenante del descarrilamiento, el compañero del maquinista reflexionó: «Yo estoy contestando una llamada de servicio y es mi obligación. Entiendo que donde se contesta no hay riesgo, entiendo que el riesgo empieza más tarde cuando estoy haciendo la frenada».
Ya frisando el final de la jornada, se oyó en la sala una de las cuestiones más impactantes y paradójicas de la mañana. «Si el señor Garzón se hubiera ido de la cabina, si se hubiera ausentado, ¿se hubiera producido el accidente?», le preguntaron a este maquinista. A lo que respondió, sin titubeos: «No, porque el sistema de hombre muerto se instala para detectar la presencia del maquinista en la cabina».
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