Un informe de balística confirma que a Diego Bello le dispararon «de arriba hacia abajo»
La acusación confía en desmontar la versión de los policías filipinos acusados del crimen del coruñés en 2020
Suspenden el juicio por el asesinato de Diego Bello en Filipinas tras la primera declaración
Galicia
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Iniciar sesiónEl juicio por el crimen de Diego Bello, tiroteado mortalmente el 8 de enero de 2020 en la isla filipina de Siargao, está en el aire. Las elecciones a alcalde de los barrios de Manila, capital del país donde se celebra la vista por la ... muerte del coruñés, obligaron a cancelar el plenario contra los tres policías acusados del crimen el mismo día en que arrancaban las primeras declaraciones. Por el momento, la familia del joven no tiene garantías de la fecha en que volverá a retomarse la vista, aunque las primeras informaciones que les llegan desde Filipinas señalan al próximo 20 de noviembre. La idea de los padres de Bello, comenta su tío Francisco a ABC, es estar presentes en la sala en la que se deberán clarificar las lagunas de un suceso que lleva cuatro años en fase de instrucción. «Lo que queremos es que se haga justicia y que quien acabó con la vida de Diego cumpla la pena máxima«, reconoce el portavoz de la familia, que inició una lucha a nivel internacional para que la muerte del coruñés no quedase impune.
«Lo primero que nos encontramos tras conocer lo que había pasado fue un atestado policial de una hoja que decía que los policías habían actuado en defensa propia y que Diego ya ingresó cadáver», critica Francisco Bello. Sus palabras muestran las costuras de una investigación deficiente en sus primeros compases, durante los que ni siquiera se le tomó declaración a los vecinos de la zona ni a la novia del fallecido, que en ese momento estaba en casa y escuchó el tiroteo. Tampoco se habló con los socios de Diego, que llegaron 5 minutos después de que el coruñés fuese acribillado.
En su defensa, los agentes implicados —Vicente Panuelos, Roel Azarcón y Nido Boy— alegaron que Diego extrajo un arma de una riñonera y los apuntó con ella, lo que los habría obligado a disparar contra él casi sin pensarlo. Sin embargo, el informe de balística elaborado por el NBI (organismo equivalente al FBI americano) revela que los casquillos de bala que se recogieron del escenario del crimen fueron manipulados para simular una fotografía que no se produjo. El mismo documento también confirma que a Diego lo tirotearon «de arriba a abajo», lo que implica que estaba en el suelo cuando alguien, de pie, lo sentenció. La imagen, defiende la acusación en el caso, no coincide con una actuación en defensa propia, menos aún cuando se habla de tres personas frente a una. En este punto será determinante la declaración de una de las expertas del NBI llamada a declarar en sala, y cuyo testimonio se cortó el primer día de la vista debido a su duración. De ahí que, de mantenerse el calendario previsto, sea esta declaración la que se retome el próximo día 20.
Pero además de la presunta manipulación de los casquillos, los agentes deberán explicar qué los llevó a abatir a sangre fría al que ellos consideraban, según su defensa, el mayor narcotraficante de la localidad. Durante meses, la supuesta relación de Bello con el mundo del tráfico de drogas justificó su muerte, pero las indagaciones en los registros municipales confirmaron que su nombre no aparecía en ninguno de estos listados donde cada localidad informa de sus sospechosos. Además, ni sus cuentas bancarias ni los locales que regentaba —un restaurante y una tienda de camisetas— fueron registrados en busca de sustancias. Tampoco hay conexión alguna entre el arma que Diego sostenía en sus manos la noche de su muerte y el propietario de la misma, un vecino de Manila que nada tenía que ver con el coruñés.
Asesinato y manipulación
Para la acusación particular, al igual que para la Fiscalía, parece claro que los tres policías atacaron a Bello sin darle opción a defenderse cuando él regresaba a casa del trabajo, en torno a la 1 de la madrugada. Tampoco tienen dudas de que los acusados modificaron las pruebas para librarse de la cárcel, por lo que se enfrentan a dos presuntos delitos: asesinato y manipulación de pruebas. A la misma conclusión llegó, tiempo antes, la Comisión de Derechos Humanos de Filipinas, que enmarcó el asesinato en la guerra contra el narcotráfico que se libra desde hace años en el país y que, se teme, ha servido para excusar muchas muertes injustificadas.
Después de cuatro intensos años de lucha, la familia del fallecido respiró aliviada la semana pasada al conocer que los tres policías esperarán a que el juicio se retome en la prisión municipal de Manila.Es una de las peticiones que el abogado de la acusación puso sobre la mesa de la juez encargada del caso, que aceptó trasladar a los agente de la Policía Nacional Filipina desde la cárcel militar en la que estaban hasta este penal, que quintuplica la población reclusa para la que fue diseñado.
«Estaban en un régimen muy cómodo y lo que pedimos es que tuviesen el mismo trato que un recluso común», explica Francisco Bello sobre la medida. «Creemos que son pequeños pasos en la buena dirección», recalca el tío del fallecido para recordar que los acusados estuvieron fugados durante casi un año «sin que pasase nada y sin que nadie nos diese ningún tipo de explicaciones». «Ahora entendemos que existe un interés en que las cosas se hagan bien», retoma a espera de un juicio que será analizado con una lupa con lente internacional.
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