Los héroes que se batieron cuerpo a cuerpo con la marea negra

La catástrofe del Prestige

ABC localiza, retrata y conversa con un puñado de voluntarios, vecinos y marineros a quienes este diario fotografió hace veinte años atrás luchando, cada uno a su manera, contra el chapapote

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La catástrofe que cubrió de chapapote la costa gallega, en imágenes

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Vecinos, marineros y voluntarios se batieron cuerpo a cuerpo contra la marea negra durante semanas Miguel Muñiz // Vídeo: David Conde y Pablo Ortega

Jorge nunca olvidará la tarde en la que, cuando descargaba las últimas capturas en la lonja de Cangas (Pontevedra), vio llegar a otro marinero: «Mirad lo que traigo», decía este a sus compañeros, mostrándoles un cubo con una masa negruzca recogida frente a ... las islas Cíes. El chapapote, que semanas antes había teñido la Costa da Morte, amenazaba ya las Rías Bajas. Y en la comarca se conjuraron para salir de inmediato al mar a frenar el fuel con sus propias manos.

2002

2022

Pepe (en la imagen que encabeza el reportaje) y Jorge (en estas dos últimas), dos marineros de Cangas, nunca olvidarán la tragedia que esos días acaparó la atención de los periodistas, incluida Letizia Ortiz, a quien llevaron varias veces en barco. Miguel Muñiz

Escenas similares se repitieron en puertos y lonjas de toda Galicia las semanas posteriores al 13 de noviembre de 2002 —del que hoy se cumplen veinte años—, cuando el Prestige, una chatarra flotante con bandera de Bahamas que nunca tenía que haber zarpado, quedó sin gobierno durante una tormenta a 28 millas de Fisterra y comenzó a perder miles de toneladas de fuel.

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Rosalía y Roque eran niños cuando iban con Lois, su padre, a las manifestaciones de 'Nunca Máis', en las que él tuvo un papel activo ante una «sensación de tristeza, desastre y abandono» por parte de las autoridades. Miguel Muñiz

Fisterra fue uno de los primeros pueblos donde el petróleo tocó tierra y, por tanto, de los primeros donde los vecinos se organizaron. Como Mari Carmen y Pepita, que se encargaron de que a los voluntarios, que llegaban de toda España, no les faltase de nada. «Fui puerta por puerta pidiendo tortillas», explica Mari Carmen, que rememora aquellos días sentada, junto a Pepita, en el mismo paseo marítimo donde hace dos décadas fueron retratadas por ABC. «En un garaje les servíamos sopa y chocolate caliente cuando volvían de trabajar», añade Pepita. Pero su hospitalidad no se limitaba a cuestiones nutritivas: la intendencia incluía ducha caliente y conexión a internet, cuando los teléfonos móviles inteligentes eran una quimera.

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Gracias a vecinas como Pepita o Mari Carmen no faltó a los voluntarios comida ni duchas calientes: «Cocinábamos sopa y chocolate, e íbamos puerta por puerta pidiendo tortillas». Miguel Muñiz

Los voluntarios se contaban por miles, procedentes de otra parte de España pero también oriundos. Rocío y Olalla eran entonces dos veinteañeras pontevedresas que, como muchos jóvenes, no dudaron en lanzarse a las playas a recoger chapapote. Lucharon contra el fuel voluntarios, como ellas, que no dependían económicamente del mar, pero también otros para quienes la pesca era su sustento.

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Como tantos jóvenes, gallegos y de fuera, Olalla y Rocío se lanzaron a las playas, la de A Lanzada en su caso: «Eso era inabarcable, el chapapote se nos metía dentro del cuerpo». Miguel Muñiz

Víctor, Fernando y José Luis, mariscadores, recuerdan la «angustia» para intentar que el fuel, que ya impregnaba las Cíes, no entrara en la Ría.

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Víctor, Fernando y José Luis lucharon contra el chapapote con sus propias manos, como otros tantos marineros. En su caso, para intentar que no entrase en la Ría de Vigo: «Era una angustia, desesperante». Miguel Muñiz

«No hubo un marinero que no soltara una lágrima», recuerda también Jorge,el submarinista que pocos días después de haber visto por primera vez el fuel en aquel cubo que un compañero llevó a la lonja de Cangas, se sumergía ahora, durante horas, en esa masa viscosa que lo calaba «por dentro y por fuera».

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