Los héroes que se batieron cuerpo a cuerpo con la marea negra
La catástrofe del Prestige
ABC localiza, retrata y conversa con un puñado de voluntarios, vecinos y marineros a quienes este diario fotografió hace veinte años atrás luchando, cada uno a su manera, contra el chapapote
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La catástrofe que cubrió de chapapote la costa gallega, en imágenes
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Jorge nunca olvidará la tarde en la que, cuando descargaba las últimas capturas en la lonja de Cangas (Pontevedra), vio llegar a otro marinero: «Mirad lo que traigo», decía este a sus compañeros, mostrándoles un cubo con una masa negruzca recogida frente a ... las islas Cíes. El chapapote, que semanas antes había teñido la Costa da Morte, amenazaba ya las Rías Bajas. Y en la comarca se conjuraron para salir de inmediato al mar a frenar el fuel con sus propias manos.
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Escenas similares se repitieron en puertos y lonjas de toda Galicia las semanas posteriores al 13 de noviembre de 2002 —del que hoy se cumplen veinte años—, cuando el Prestige, una chatarra flotante con bandera de Bahamas que nunca tenía que haber zarpado, quedó sin gobierno durante una tormenta a 28 millas de Fisterra y comenzó a perder miles de toneladas de fuel.
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Fisterra fue uno de los primeros pueblos donde el petróleo tocó tierra y, por tanto, de los primeros donde los vecinos se organizaron. Como Mari Carmen y Pepita, que se encargaron de que a los voluntarios, que llegaban de toda España, no les faltase de nada. «Fui puerta por puerta pidiendo tortillas», explica Mari Carmen, que rememora aquellos días sentada, junto a Pepita, en el mismo paseo marítimo donde hace dos décadas fueron retratadas por ABC. «En un garaje les servíamos sopa y chocolate caliente cuando volvían de trabajar», añade Pepita. Pero su hospitalidad no se limitaba a cuestiones nutritivas: la intendencia incluía ducha caliente y conexión a internet, cuando los teléfonos móviles inteligentes eran una quimera.
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Los voluntarios se contaban por miles, procedentes de otra parte de España pero también oriundos. Rocío y Olalla eran entonces dos veinteañeras pontevedresas que, como muchos jóvenes, no dudaron en lanzarse a las playas a recoger chapapote. Lucharon contra el fuel voluntarios, como ellas, que no dependían económicamente del mar, pero también otros para quienes la pesca era su sustento.
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Víctor, Fernando y José Luis, mariscadores, recuerdan la «angustia» para intentar que el fuel, que ya impregnaba las Cíes, no entrara en la Ría.
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«No hubo un marinero que no soltara una lágrima», recuerda también Jorge,el submarinista que pocos días después de haber visto por primera vez el fuel en aquel cubo que un compañero llevó a la lonja de Cangas, se sumergía ahora, durante horas, en esa masa viscosa que lo calaba «por dentro y por fuera».
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