Cuando Feijóo (no) es Feijóo
LOS CAMINOS DEL ANTISANCHISMO (I)
El año electoral de 2023 es la oportunidad más anhelada por todos los que consideran que el Gobierno de Sánchez debe acabar. Muchas son las vías para llegar al antisanchismo y muchas las estrategias, pero la finalidad es la misma

Desde que preside el Partido Popular nunca Feijóo fue tan Feijóo como el día en que Vox entró en el Gobierno de Castilla y León y él decidió pasar el día en su despacho. No sólo no fue al acto solemne en las ... Cortes regionales, como sí hizo Santiago Abascal, sino que organizó una agenda completamente alternativa: citó en su sede de Génova a los líderes sindicales y a la patronal.
Esta decisión, aparentemente menor, desactivó la estrategia mediática de la Moncloa para esa jornada y descolocó al presidente del Gobierno. En La Moncloa lo tenían todo preparado: el tema del día sería que el PP de Feijóo sucumbía ante «la ultraderecha», pero el nuevo líder de la oposición les cambió el paso y se salió del marco que había preparado la Presidencia del Gobierno. Nervios en la Moncloa: Feijóo 1, Sánchez 0.
Primavera de esplendor
Así empezó un cuatrimestre de vino y rosas para Alberto Núñez Feijóo. Elegido presidente del PP por aclamación -como él siempre exigió- (98,35% de síes frente al 57% de Pablo Casado en 2019), las encuestas recogieron velozmente lo que se vino a denominar el «efecto Feijóo»: en el barómetro de GAD3 realizado justo después del congreso de Sevilla, el PP obtenía 7,2 puntos más que en febrero y se situaba en cabeza por primera vez en años. Esta tendencia avanzada en ABC por el instituto demoscópico que preside Narciso Michavila se consolidó a lo largo de abril, mayo y junio y fraguó el 19 de junio con la aplastante e imprevista mayoría absoluta de Juanma Moreno en Andalucía.
El eje Galicia-Andalucía sobre el que se levantaba el nuevo PP finalizaba el curso con las mejores credenciales para convertirse en alternativa al Gobierno Frankenstein. El mensaje era esperanzador para el antisanchismo: El PP puede ensancharse al centro y a la derecha al mismo tiempo tanto con el discurso de confrontación ideológica de Isabel Díaz Ayuso en Madrid como con el discurso de centro centrado de Moreno en Sevilla.
Distintas formas, distinto verbo, pero una gestión que, finalmente, no es tan distinta, o al menos no en lo esencial (como demostró que el presidente andaluz eligió Madrid para anunciar la eliminación del impuesto de Patrimonio, lo que sacó de sus casillas al Gobierno y a la ministra de Hacienda). La inesperada mayoría del PP en Andalucía se sumaba al ayusazo de mayo del 21, por lo que la posibilidad de una alternativa a Sánchez a nivel nacional empezaba a coger forma por primera vez. Histeria en La Moncloa: Feijóo 2, Sánchez 0.
Verano de catarsis
El verano fue una catarsis para el sanchismo. La paliza del 19-J abrió los ojos al presidente: algo estaba haciendo mal internamente. Asumió que sus crisis de Gobierno de julio del 21 había fracasado, que las relaciones entre el Ejecutivo y el partido estaban descompensadas y que sus portavoces no daban la talla (entre otras cosas porque no tenían información, clásica consecuencia del síndrome de la Moncloa que Sánchez padece desde el primer día, a pesar de que sus antecesores tardaron años en encerrarse).
Y Sánchez reacciona: decide fusionar Moncloa y Ferraz (María Jesús Montero, nueva número dos; Pilar Alegría portavoz) y toma dos decisiones políticas estratégicas: el objetivo a batir se llama Feijóo, al que todos los socialistas empiezan a atacar en sedes del partido y en sedes del Gobierno; incluso la rueda de prensa del Consejo de Ministros es utilizada por primera vez en democracia como altavoz propagandístico del partido en el Gobierno. Y la segunda, más importante: si Feijóo no viene a mi terreno iré yo al suyo.
La irrupción de Feijóo tras la catarsis del PP de Casado, y la paliza al PSOE el 19J hizo saltar las alarmas en La Moncloa
Sánchez decide aceptar la petición de su adversario de comparecer en el Senado (donde Feijóo ha montado su 'cuartel general' parlamentario con siete miembros de su dirección) y el nuevo curso político se inicia el 6 de septiembre con un cara a cara que en sí mismo supone un triunfo para Sánchez. No es que lo ganara dialéctica ni políticamente, porque no lo ganó, es que sacó a Feijóo de su zona de confort para ir al choque directo, a un combate pugilístico. Sánchez disfrutando llamando a Feijóo «insolvente», y Feijóo con la misma cara que puso Rajoy en aquel debate en televisión en el que Sánchez le espetó que no era «una persona decente».
De repente es el líder del PP el que está descolocado, a pesar de que el debate había sido un empate técnico y los equipos de ambos púgiles esgrimían argumentos para justificar su victoria. Pero no era una cuestión de golpes, ni de KO técnicos, sino del hecho en sí del cara a cara. En el comienzo de su segundo cuatrimestre, el presidente del PP se encontró de bruces con el reto que asumió en abril. Madrid no es Santiago, como tampoco es Toledo, Sevilla, Valencia o Barcelona. En Madrid todo es más complejo, y Sánchez será lo que sea, pero es un competidor nato. Baño de realidad en Génova. Feijóo 2, Sánchez 1.
La cuesta de otoño
En la relación entre Sánchez y Feijóo el otoño ha estado marcado por el choque institucional, un asunto complejo que arrancó con la ministra de Justicia arrancando las risas del respetable al decir que cuando viaja en metro y autobús escucha a la gente debatir sobre el Consejo General del Poder Judicial. Boutades aparte de una ministra políticamente cómoda en su irrelevancia, lo cierto es que Feijóo puso mucho interés en reconducir las negociaciones y renovar el CGPJ, que con él en el cargo ha cumplido cuatro años de bloqueo.
La dimisión de Carlos Lesmes el 9 de octubre descabezó el tercer poder del Estado y puso en evidencia a los líderes políticos, de modo que Sánchez y Feijóo se reunieron en Moncloa y desencallaron las negociaciones: una auténtica disputa por ver quién gana la medalla de la institucionalidad. Durante tres semanas las cosas iban bien, a expensas de un último fleco. Y es entonces cuando Sánchez hace un movimiento que pone a Feijóo en una situación muy difícil: el presidente del Gobierno decide acelerar la reforma del delito de sedición para satisfacer la exigencia de sus socios independentistas y para hacerla coincidir con el anuncio del acuerdo con Feijóo sobre el Poder Judicial.
Sánchez fusionó Moncloa y Ferraz y dio orden de arremeter contra el líder del PP por todas las vías. Logró desestabilizarlo
En principio el PP separa la sedición del CGPJ -Cuca Gamarra el martes-, pero finalmente Feijóo decide romper el jueves. Hay argumentos para justificar la decisión, principalmente porque era un clamor en la derecha, especialmente en la judicial; pero Feijóo la toma a sabiendas de que hacerlo también tenía un coste para él. Al romper las negociaciones del CGPJ Feijóo se deja el aura de líder institucional que se había esforzado en cultivar desde su salto a Madrid. Al entregar la baza del desbloqueo del CGPJ, Feijóo se deja otro poco de Feijóo.
Con razón, sin ella o mediopensionista, lo cierto es que ha vuelto a entrar en el juego táctico y marrullero de Sánchez, que tarda muy poco en reprocharle la ruptura de las negociaciones y en compararle con Pablo Casado. Es Sánchez quien arrastra a Feijóo a romper al situar en el mismo espacio temporal dos temas distintos, y Feijóo lo compra -eso sí- con el aplauso mayoritario de su parroquia. Feijóo 2, Sánchez 2.
La revolución de noviembre
A comienzos de noviembre, crecido y confiado, Sánchez decide acelerar. Antes de Navidad quiere quitarse de encima todas las cuestiones políticas polémicas que le exigen sus socios, principalmente ERC y Podemos, de manera que el año electoral de 2023 pueda gobernar a base de talonario. Pero el plan no sale bien, y Sánchez revela todas sus debilidades: el Gobierno de coalición son dos gobiernos y su dependencia de ERC es absoluta.
Podemos presiona con las leyes que parten al PSOE por la mitad (trans, bienestar animal, vivienda…) y arremete contra el ministro Marlaska por sus medias verdades sobre la tragedia de Melilla; y ERC consigue no sólo anular la sedición, sino rebajar también las penas de malversación. La oposición castiga al Gobierno, al que le crecen los enanos: la ley del 'sólo sí es sí' propicia un goteo de rebajas de condena a violadores y abusadores sexuales, de manera que en menos de tres meses salen a la calle 17 y son beneficiados otros 116.
Además, la situación económica obliga al Gobierno a aprobar las rebajas del IVA que el PP ha solicitado reiteradamente y que ellos han demonizado. Feijóo se apunta un tanto, en este caso más por los deméritos reiterados del Gobierno. Pero lejos de amilanarse, el Gobierno prepara otra vuelta de tuerca. Feijóo 3, Sánchez 2.
Los excesos de diciembre
Tal es el estado de excitación en La Moncloa, que Sánchez decide dar un nuevo arreón y propone para el Tribunal Constitucional al exministro de Justicia que aprobó los indultos del procés y a una catedrática semidesconocida que trabajó en su Gobierno y con importantes vínculos con la estrategia lingüística del PSC. Este movimiento tiene dos lecturas: la primera es que el presidente tiene mucho interés en controlar el TC que debe revisar muchas de sus leyes, de modo que no vuelva a recibir la humillación que para él supuso la inconstitucionalidad de sus estados de alarma de la pandemia del Covid (mérito de Vox). Y la segunda es que tiene mucha prisa, por lo que decide saltarse todas las formalidades inherentes al sistema democrático.
En el combate Sánchez-Feijóo el líder socialista gana cuando consigue sacar al popular del eje centrista-institucional
Para Sánchez, el fin justifica los medios y está dispuesto a asumir el coste de que un ministro entre en el TC, como cuando Dolores Delgado pasó de ministra de fiscal general. Pero hay más: tanta es la urgencia que decide reformar la arquitectura institucional del Estado (el TC y el CGPJ) por la puerta de atrás. Con lo que no cuenta el Gobierno es con un movimiento audaz del PP, que decide recurrir al TC, lo que propicia una crisis constitucional inédita que involucraba al Gobierno, a la oposición, al Congreso, al Senado, al Consejo del Poder Judicial y al Tribunal Constitucional.
Tras 48 horas de incertidumbre (¿sería capaz Sánchez de no acatar una decisión del Constitucional?), todo desemboca con el TC amparando al PP y con los presidentes del Congreso y del Senado y el ministro de la Presidencia haciendo declaraciones institucionales a las doce de la noche para patalear… y acatar la resolución. Al menos media España respira aliviada. El Gobierno se ha pasado de frenada, el sistema funciona y el PP se marca un nuevo tanto, también ante Vox y Ciudadanos. Hiperventilación en la Moncloa. Feijóo 4, Sánchez 2.
Nuevo año electoral
Alberto Núñez Feijóo no es un marrullero, y si quiere serlo fracasará. No sabe serlo. Pero debe saber con quién se juega los cuartos, y de Pedro Sánchez se dicen muchas cosas, especialmente desde el antisanchismo, pero desde el punto de vista de la táctica es un líder total: todas las partes en el Gobierno y en el PSOE funcionan como un todo (Fiscalía, CIS, INE, Indra...).
La máquina sanchista es un reloj dispuesto a saltarse sus principios, si es que alguna vez los tuvo, con tal de permanecer en el poder. Nada nuevo por otra parte: en su discurso de investidura de enero de 2020 Sánchez dedicó más tiempo a atacar a la oposición que a presentar su proyecto de Gobierno. Es la misma táctica que siguió George W. Bush tras el 11-S: guerra total al yihadismo, pero el terreno de juego no será Nueva York, serán Afganistán e Irak. El escenario. Por eso el pasado viernes, en la carta que envió a su militancia, Sánchez se reivindicó atacando al PP, al de Rajoy y al de Feijóo. Matar a la oposición.
El presidente se pasó de frenada al intentar resolver antes de Navidad todos los temas polémicos. El (nuevo) varapalo del TC escuece mucho en La Moncloa
Feijóo no sólo se juega hoy ganar las elecciones. También se juega cargarse de razones para el día en que le toque gobernar. El espejo de Rajoy es importante: consiguió una mayoría absoluta importantísima, pero en dos meses había perdido la calle. Con enorme deslealtad, los sindicatos le montaron dos huelgas generales en el primer año y ahí empezó la izquierda a preparar su gobierno, fuera el que fuera. Hoy en el discurso de la izquierda se da por descontado que la crisis de 2008 es de Rajoy, como si Zapatero no hubiera tenido nada que ver. Porque a gobernar se empieza mucho antes de ganar las elecciones, y la izquierda lo sabe.
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En las manos de Feijóo está atraer a todo el que no quiere que Pedro Sánchez gobierne una legislatura más: unos a través del voto decidido, otros a través del voto prestado, otros a través del pacto parlamentario. Son los caminos del antisanchismo, y todos pueden confluir si el líder de la oposición no deja de tener un pie anclado en el centro del tablero. Si Feijóo no deja de ser Feijóo.
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