El Congreso aprueba la amnistía definitivamente y la ley queda ahora en manos de los jueces
La norma, que el PSOE veía inconstitucional y que borra todos los delitos del 'procés', no aplaca las exigencias separatistas ni vislumbra un horizonte de estabilidad al Gobierno
La tensión se dispara en el hemiciclo durante el debate, con Sánchez ausente, y Feijóo apunta a los socialistas: «Quédense con la ambición de un solo hombre, a nosotros no nos han elegido para mentir»
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«El independentismo pedía la amnistía y no la ha tenido». Con esas palabras en una entrevista en TVE, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, descartaba dos días antes de las elecciones generales conceder el borrado legal del 'procés' que tantas veces habían exigido los ... separatistas. Desde entonces han pasado diez meses y el Congreso de los Diputados, este jueves, ha aprobado definitivamente la ley que permitirá, salvo que lo impidan los jueces, el regreso a España del prófugo Carles Puigdemont. La norma sale adelante con mayoría absoluta (177 votos a favor, 172 en contra), pero con un hemiciclo partido por la mitad, con el secesionismo insaciable y exigiendo ya un referéndum, con un fuerte rechazo social, con el veto del Senado y sin ninguna de las garantías de estabilidad que buscaba el PSOE.
La semana pasada los socialistas constataron en primera persona cómo les ha servido de poco saltarse una de sus líneas rojas, al ver cómo decaía su propuesta contra el proxenetismo y cómo el Ejecutivo tuvo que retirar la ley del suelo por falta de apoyos. Ni siquiera se han presentado los presupuestos generales del Estado. Antes del paso por las urnas el 23 de julio, Sánchez, varios de sus ministros y su partido zanjaban que la amnistía era «claramente inconstitucional» y prometían que no iban a concederla. Pero la noche electoral dibujó un complejo escenario en el que el presidente del Gobierno podía revalidar su cargo, siempre que añadiese a su ya delicada mayoría los siete votos de Junts per Catalunya. Condición 'sine qua non': el olvido de todos los delitos cometidos durante el proceso independentista, incluidos los investigados como terrorismo.
El PSOE comenzó a modular su discurso hasta registrar en solitario, en noviembre, la proposición de ley de amnistía. Antes de su calificación en la Mesa del Congreso, se nombró un nuevo letrado mayor, Fernando Galindo, que procedía de un puesto en el Gobierno. Al contrario que su predecesor, que la legislatura pasada abogó por inadmitir a trámite la amnistía propuesta por los independentistas al entender que entraba en «contradicción palmaria» con la Constitución —criterio compartido entonces por los socialistas—, el jefe de los servicios jurídicos de la Cámara Baja avaló su tramitación porque no veía esa supuesta inconstitucionalidad «palmaria y evidente».
La norma avanzó en el Congreso entre exigencias separatistas, que iban reclamando ir más allá y que el PSOE iba asumiendo, hasta que el 30 de enero Junts votó en contra del conjunto de la ley para forzar su devolución a la Comisión de Justicia, donde consiguió que los socialistas aceptasen eliminar las alusiones al Código Penal español en lo tocante al terrorismo, por el que están encausados los autodenominados Comitès de Defensa de la República (CDR) e investigados los miembros de Tsunami Democràtic, en cuya cúpula el juez sitúa al 'expresident' Puigdemont. La Cámara Baja terminó dando luz verde al olvido legal del 'procés' en marzo y el Senado, tras amagar con un choque institucional que no elevó al Tribunal Constitucional, vetó la amnistía el 14 de mayo. Este jueves, de regreso en el Congreso, se ha levantado la censura de la Cámara Alta, pero la ley, tras ser aprobada, se adentra ahora en terreno judicial.
La jornada de este jueves era histórica, pero la excepcionalidad del momento ha tardado en despuntar. Sánchez, ausente en todo el debate, ha sido recibido con aplausos justo cuando la presidenta del Congreso, la socialista Francina Armengol, anunciaba que en tres minutos empezaban las votaciones. El perfil de los socialistas, bajísimo, contrastaba con el relieve que le han dado a la ocasión tanto la oposición como los independentistas catalanes, con sus primeros espada subiendo a la tribuna de oradores. El pleno ha comenzado descafeinado, casi con pereza, pero a la épica de los separatistas catalanes le han seguido la tensión y la subida de decibelios tras tomar la palabra Santiago Abascal, el líder de Vox.
De la enésima discusión parlamentaria de la amnistía se deducen dos cosas: por un lado, la enorme fractura abierta entre la derecha y la izquierda; por otro, que frente al discurso de reconciliación que claman los socialistas, los independentistas siguen en sus trece y amenazan con reeditar su pulso al Estado y dar pasos decisivos hacia la independencia. En medio de un ambiente cada vez más tenso, ha emergido la figura de Alberto Núñez Feijóo, líder del PP y de la oposición, quien ha pedido a los socialistas el no a la amnistía y que siguiesen el ejemplo del expresidente de Aragón Javier Lambán, ahora senador, que no participó en la votación en la Cámara Alta. «La historia será mucho más generosa con el señor Lambán que con ustedes», le ha dicho a la bancada socialista.
Lágrimas en el independentismo
Antes, con la tribuna de invitados llena de independentistas, entre otros, los indultados Oriol Junqueras, Carme Forcadell y Raül Romeva, la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, ha agradecido el trabajo en la ley de Gonzalo Boye, Josep Pagès y Josep Maria Cervera, quien, en su escaño, ha roto a llorar. También ha dado las gracias su homólogo de ERC, Gabriel Rufián, a una larga lista de separatistas. Era la cara amable de dos discursos que han incidido en el desafío al Estado, atada ya la amnistía. «Nos dijeron que nunca habrá independencia y hoy tenemos más claro que nunca que es de ustedes de quienes menos depende, depende del pueblo de Cataluña», ha solemnizado Nogueras. Rufián, que ha presumido de vivir este jueves «la primera derrota del régimen del 78», ha sido más directo: «Siguiente parada, referéndum».
Abascal también se ha referido al año 1978, pero para decir que la amnistía supone «el mayor acto de corrupción política desde entonces». Con la mirada puesta en la bancada del PP, ha criticado que aceptase tramitar la ley en el Senado y que no continuase el choque de atribuciones planteado al Congreso hasta elevarlo al Tribunal Constitucional. Volvía Abascal a su escaño cuando Gerardo Pisarello ha pedido la palabra por alusiones personales y, desde su escaño, ha acusado al presidente de Vox, por su reunión con el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, el martes, de «rendir pleitesía al carnicero de Rafah». Entonces se ha enrarecido todo, con los nervios a flor de piel, y el secretario general de Vox en la Cámara Baja, José María Figaredo, ha pedido la palabra por lo mismo. Armengol no se la ha concedido y los diputados de Vox han estallado.
Llamada al orden a Manuel Mariscal, llamada al orden a José María Sánchez. El socialista Artemi Rallo, diputado prácticamente desconocido, ha sido el encargado de defender la ley de amnistía en un día llamado a ser histórico. El presidente del Gobierno seguía sin aparecer. «Traidor», le ha gritado Mariscal. «Traidor, cobarde», insistía el diputado de Vox. Armengol censuraba las faltas de educación en la oposición, ganándose el aplauso de la izquierda y los nacionalistas, pero Rallo desde la tribuna de oradores no se quedaba atrás, sin intervención alguna: «filonazis», «neofascistas».
«Efectivamente, señora Nogueras, hoy es el día de su victoria. Hoy el 1,6% de los españoles le han ganado al resto»
Alberto Núñez Feijóo
Presidente del PP
Núñez Feijóo, tras reivindicar la disputa sosegada, ha subrayado la ausencia de Sánchez y ha lanzado dos mensajes al PSOE. «Efectivamente, señora Nogueras, hoy es el día de su victoria. Hoy el 1,6% de los españoles le han ganado al resto. Si tan buena es la ley de amnistía, retírenla, inclúyanla en su programa y convoquen elecciones», ha dicho primero, y ha añadido: «Quédense con la ambición de un solo hombre, a nosotros no nos han elegido para mentir».
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La votación ha vuelto a ser nominal, a petición del PP, y se han escuchado gritos de «traidor» cuando se han pronunciado los miembros del Gobierno. Después, esta vez sí —en la toma en consideración el PSOE guardó un sepulcral silencio—, el Ejecutivo y los partidos que apoyan la ley se han puesto en pie a aplaudir, con un aire de victoria. Diez meses después de que el presidente se comprometiese ante todos los españoles a no conceder la amnistía al 'procés', el Congreso aprueba definitivamente la ley. Ahora, su aplicación queda en manos de los jueces.
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