Al punto

Sánchez, nuestro maromero

«Con la eme, político astuto que varía de opinión o partido según las circunstancias»

El enemigo está en casa

Pedro Sánchez durante la cumbre de líderes europeos por la presidencia española del Consejo de la UE EFE

En el programa Pasapalabra, emitido el martes 3 de octubre, preguntó su presentador Roberto Leal a uno de sus concursantes: «Con la eme, político astuto que varía de opinión o partido según las circunstancias». Óscar, un veterano ganador de concursos en televisión, que estaba ... en su turno recurrió al latiguillo de «pasapalabra» esperando tener el conocimiento y la certeza para responder con acierto. Cuando de nuevo se le preguntó en la siguiente ronda, sí atinó y ofreció la respuesta correcta.

Cualquier otro español que no haya sido sedado por la propaganda política, tan al uso y tan pertinaz como la que se viene propiciando desde instancias gubernamentales, a la que dan eco y cobertura los palmeros de los medios de comunicación del movimiento, habría contestado sin dudar: «Sánchez».

Una respuesta del todo correcta y de lo más coherente a la vista de los cambios de opinión, con sus flagrantes mentiras, evidentes embustes y repetidas trolas que el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, nos endilga a diario pero que sería incorrecta a los efectos del programa, dado que lo que se pedía era una palabra que comenzase con eme.

«Maromero», respondió Óscar Díaz con la seguridad que viene demostrando cada día en el popular programa de Antena 3. Un vocablo este de maromero que nos llega desde Hispanoamérica, en enriquecedora demostración de las aportaciones que nos vienen desde los países a los que llevamos la lengua común de todos los españoles y que sus naturales la engrandecen con vocablos que nos maravillan y sorprenden y la Real Academia de la Lengua va incorporando para hacerla más precisa y preciosa.

Y que sólo la estúpida mentecatez de unos dirigentes políticos que la desprecian, por más que sin ella no habrían sido capaces de salir del caserío, la palloza o la masía, propicia casos tan ridículos como el uso de pinganillos en el Congreso de los Diputados, una más de las muchas exigencias de la minoría minoritaria puigdemoníaca que sólo un felón puede estar dispuesto a aceptar para seguir en el cargo.

Maromero es vocablo conocido en Bolivia, Chile, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua, Puerto Rico y República Dominicana, y así lo hace constar el diccionario de la RAE, de fácil y rápido uso por medio de su página en internet.

Llegado el momento, bien podrían los señores académicos añadir a la definición, a modo de coletilla, una explicación que, aun escapando de sus responsabilidades lingüísticas, ayudase a entender lo que nos está pasando a los españoles. Que padeciendo como padecemos el caso más flagrante de un mandamás, que cada vez lo es más, tanto en su partido, al que tiene aherrojado, como en un paisanaje que se deja sodomizar, lo de maromero todavía no sea de uso común y sirva para dejarlo en evidencia.

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