aL PUNTO
Mofa por la calvicie
«Cuando las disculpas que se ofrecen son forzadas, casi como una exigencia de algunos de los suyos, las disculpas no resultan creíbles ni deberían ser consideradas válidas»
Pedro Sánchez, nuevo jefe de la oposición a Carlos Mazón
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Iniciar sesiónCada alopécico lleva su pérdida de cabello con distinto grado de resignación. El implante es, por ahora, la última manera con la que combatir su desaparición –ya sea en Turquía o en una clínica de Cristiano Ronaldo- al parecer con mejores que peores resultados. El ... bisoñé es el recurso más socorrido, pero su indisimulable estética mueve en muchos casos a la compasión, cuando no a la irrisión, por más que algunos postizos hayan sido confeccionados con tanto arte y esmero que hasta han incorporado algo de caspa para hacerlos pasar como pelo de lo más natural.
Resulta ocioso mencionar el peluquín más emblemático e institucional que han conocido los valencianos en los últimos años y al que no pondré nombre propio. En la memoria de los mayores se recuerda el caso del portavoz peneuvista, Iñaki Anasagasti, cuyas habilidades oratorias, no pocas veces demagógicas como nacionalista que era y es, no desmerecían de la destreza cotidiana con la que peinaba una larga guedeja, con la que conseguía cubrir buen parte de las superficies craneales que le habían quedado a la intemperie.
Calvo puede ser, además de una muy concreta y adversa circunstancia capilar, el apellido que en España tienen 68.337 paisanos, recuento efectuado por el Instituto Nacional de Estadística. Formando parte de ese cómputo figura, además de los sesenta y ocho mil y pico, Carmen Calvo Poyato, vicepresidenta primera y titular de varios ministerios que fue en gobiernos de Pedro Sánchez.
A lo largo de la historia han sido tan incontables los intentos como los fracasos por conseguir la fórmula magistral de un crecepelo. Quien consiga hallar el modo y manera de devolver la alegría a los calvos, y a quienes estamos en evidente riesgo de serlo, hará tan gran fortuna que palidecerán todas las de aquellos que Forbes incluye cada año en su listado de los más ricos del mundo.
Este exordio inicial lo es para mostrar solidaridad con quienes a lo largo de sus vidas han sufrido ácidas burlas por sus calvas. El último en padecerla ha sido el portavoz del grupo popular en el congreso de los diputados, Miguel Tellado Filgueira, nacido en Ferrol cuando la ciudad todavía llevaba el añadido «del Caudillo».
Días atrás la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se fue a Galicia y allí no tuvo peor idea que la mofarse del señor Tellado por dos circunstancias personales de las que no tiene culpa alguna: tener que hacer uso de gafas y ser calvo. Una gracieta reída por quienes la escuchaban y que, al igual que ella, también tienen un triste y patético sentido del humor.
No han sido pocos los que se han hecho esta pregunta: ¿Qué hubiese ocurrido en España y cuán airadas las reacciones de los frentes sanchista y feminista si parecido comentario hubiese salido de la boca de Miguel Tellado o cualquier otro de su grupo sobre la vicepresidenta María Jesús Montero?
Ítem más. ¿Se pueden imaginar el nivel decibélico que se habría alcanzado en este país si a algún diputado o dirigente del Partido Popular se le hubiese ocurrido plantear su sospecha de que la vicepresidenta se maquilla y hace uso del rímel y colorete a oscuras con el resultado que luce de continuo?
Con elegancia Miguel Tellado reprochó a la señora Montero que a nadie se le puede juzgar por su aspecto físico, añadiendo que más que el no tener pelo en la cabeza lo que le preocupa a la vicepresidenta es que él no tiene pelos en la lengua.
Cuando las disculpas que se ofrecen son forzadas, casi como una exigencia de algunos de los suyos, las disculpas no resultan creíbles ni deberían ser consideradas válidas. Y menos cuando se presentan después de decir «si se sintió ofendido», con el añadido de que «no pretendía molestarle ni ofenderle», lo que suena a sarcasmo.
Forzada o no a hacerlo, la doctora en Medicina que es María Jesús Montero terminó disculpándose. En eso demuestra tener más clase que su jefe. Ningún presidente del Gobierno de España ha resultado ser más faltón e insultador que él. Y Sánchez, encaramado a la cima del cinismo se permite la chulería de apadrinar un neologismo de reciente creación, la fachosfera, para referirse a la derecha española a la que, además, le reprocha –los pájaros contra las escopetas- que sólo sabe insultar.
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