De empresarios a maestros y familias enteras: desesperación en Valencia por encontrar a los desaparecidos por la DANA
La gota fría se ceba con la provincia nueve meses después del incendio de Campanar y deja una estampa de desolación que se asemeja a la de la pandemia
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Por qué la DANA fue catastrófica en Valencia: un tren de tormentas se autorregeneró durante horas en el mismo lugar
VALENcIA
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Iniciar sesiónCaravanas de coches fúnebres camino de la morgue, calles desiertas, clases sin niños, comercios cerrados y colas en los supermercados para hacer acopio de agua mineral mientras un helicóptero sobrevuela la ciudad. La estampa de Valencia este miércoles se asemejaba a la de los ... peores momentos de la pandemia del covid.
El día después de la gota fría más devastadora del siglo XXI y de una de las mayores catástrofes de la historia de la provincia, en la capital del Turia reinaron el silencio y el llanto.
A diferencia de la riada de 1957, la ciudad no se vio directamente afectada por los efectos de la dana. De hecho, el martes apenas llovió y ayer el sol se acabó imponiendo a la espesa niebla con la que ameneció un día que hurga en la cicatriz de una tierra herida este año. 2024 se recordará como uno de los más aciagos. Primero, con el incendio del barrio de Campanar que dejó diez muertos y en el que 138 familias perdieron sus casas. Ayer, la imagen de Valencia volvió a dar la vuelta al mundo marcada por la tragedia. Del fuego al agua en poco más de ocho meses pero con el mismo denominador común: la más absoluta desolación.
La jornada fue de angustia. La de los incontables casos de desesperación de quienes vieron cómo el paso de las horas no les traía noticias de sus familiares o allegados desaparecidos. De Paiporta a Utiel, pasando por Torrent, Chiva, Alfafar o Benetússer, quien más quien menos sufrió conocía algún caso de valencianos que no daban señales de vida. A todos ellos se les había perdido el rastro en los municipios más castigados por la lluvia.
Desde empresarios de renombre a guardias civiles, maestros, transportistas, ancianos que vivían solos o en residencias y familias jóvenes con bebés. Tras estas historias de afectados por las terribles inundaciones aguardaban noticias sus seres queridos.
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Mientras que en cada parte oficial de las autoridades aumentaba la cifra de muertos, crecía en paralelo la incertidumbre de aquellos que no sabían nada de los suyos. Una pesadilla agravada por los problemas de suministro eléctrico y de telefonía que dejaron incomunicadas a miles de personas en la provincia de Valencia desde la noche del martes, cuando el temporal se lo llevó todo por delante.
A quienes sí disponían de cobertura un alerta de Protección Civil les advertía al filo de las siete de la mañana en sus teléfonos móviles de que lo peor no había pasado y se les instaba a no realizar desplazamientos por la provincia ante el riesgo de inundaciones.
La impotencia se agravaba todavía más en una ciudad incomunicada por tierra, mar y aire durante muchas largas horas. Las mismas en las que el puerto cerró por el temporal y la circulación se hacía imposible por las principales autovías que conectan con Madrid, Barcelona o Alicante. Tampoco circulaban los trenes. Ni los AVE ni los de Cercanías. Y el metro y el tranvía dejaron de funcionar.
Conforme sucedió en la pandemia, a la desolación por el insoportable goteo de muertes se sumaron los bulos propagados a través de las redes sociales o las aplicaciones de mensajería en los móviles.
Desde el que alertaba de nuevos desbordamientos hasta el que sostenía que se iba a cortar el suministro de agua corriente en Valencia. El efecto inmediato se trasladó a los supermercados, hasta el punto de que las empresas del sector hicieron un llamamiento a la calma ante los primeros conatos de acopio innecesario de suministros.
A la ciudad del Turia le salvó esta vez el nuevo cauce construido tras la hecatombe de octubre de 1957. Una infraestructura habitualmente seca camino de la desembocadura en el Mediterráneo que ayer bajaba repleta de agua por el término municipal.
Esa estampa se convirtió en el reflejo de los estragos que había dejado la gota fría río arriba, traducida en vidas truncadas que realizaban su último trayecto en la Ciudad de la Justicia.
Allí, en el sótano de un parking se ha habilitado la morgue. Punto final para quienes han pasado a la historia como las víctimas mortales de una de tragedia que permanecerá imborrable en la memoria de la provincia de Valencia.
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