'Pepe de Homicidios', el policía que investigó más de 500 crímenes
Durante casi tres décadas se ha dedicado a resolver medio millar de asesinatos en Cataluña. Entre los más sonados, el doble crimen del Putxet. Ahora, ya jubilado, sigue prestando su olfato a quien se lo pide
Las 55 horas de vértigo para acorralar al asesino de Bellvitge
Barcelona
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Iniciar sesiónCuando en una película ve cómo un agente recoge un arma con un pañuelo se lleva las manos a la cabeza. «¡Así se borran las huellas!», clama José Jacinto Pérez, conocido como 'Pepe de Homicidios'.
Durante casi tres décadas, estuvo en este ... grupo de la Policía Nacional en Barcelona –que dirigió entre 1996 y 2010–, lo que lo convierte en quien, probablemente, más muertes haya investigado en toda España. Perdió la cuenta, pero superan de largo el medio millar. ¿Existe el crimen perfecto? «Teóricamente, no», concede.
En el caso de una mujer descuartizada, cuyos restos fueron esparcidos en varias bolsas de basura, en enero de 1986 en la capital catalana, las manchas rojizas en un portal llamaron la atención del comisario principal, ahora jubilado, entonces aún inspector. «Era como si hubiesen pasado varias veces una esponja». Por aquella época, aún era un camión el que recogía los desechos que los vecinos dejaban en plena calle. Fue así como su conductor se dio cuenta de que en la pala había restos humanos y alertó a la Policía.
Además de revisar toneladas de basura en el vertedero, los investigadores buscaron indicios en los edificios frente a los que se habían recogido las bolsas. A la pista del portal se sumó el testimonio de algunos vecinos, que indicaron haber escuchado constantes discusiones entre una pareja: la que vivía en el 3º 2ª de la calle Escudellers. Hacía días que a ella no la veían. La víctima era Dolores Sánchez, de 45 años. Sólo 21 horas después de localizar sus restos, la Policía detuvo a su asesino: José Burgueño. Según su propia confesión, la había apuñalado en la cocina, para luego descuartizarla con una sierra –que nunca se localizó–. Después, con la ayuda de su hijo, repartió las bolsas de basura con los restos en distintas zonas y limpió la casa con salfumán para tratar de borrar las huellas. «El piso estaba extrañamente impoluto, pero se encontró alguna pequeña mota de sangre en la pared y en la pata de una mesilla. Aparentemente no había nada pero, al levantar algunas baldosas, comprobamos que la sangre se había filtrado», recuerda ahora José Jacinto.
Bardalet, cuatro décadas mirando la muerte a la cara
Elena BurésForense y pediatra, presenció su primera autopsia con 14 años, a petición propia. Dejó así de mirar cada noche bajo la cama y de temer a la parca. Embalsamó a Dalí, identificó a más de 5.000 muertos del tsunami de Tailandia y visitó a Tejero en prisión, pero los casos que más le han marcado son de componente humano. Durante algunos años, también trabajó para el CNI. Ya jubilado como funcionario, aún pasa consulta en un centro médico de Figueres. ¿Retirarse? «Ni pensarlo»
En su caso, ser policía no fue vocacional sino «un poco casual». Tras acabar la 'mili', preparaba oposiciones para la Seguridad Social y quería estudiar Física pero, por influencia de compañero, finalmente se decantó por entrar en el Cuerpo.
«Perfeccionista, meticuloso, me gusta acabar los trabajos y hacerlos bien», por eso tuvo claro que su lugar no sería Estupefacientes –«es imposible 'limpiar' la calle de droga»–. Su lugar estaba en Investigación, y optó por Homicidios, donde aterrizó en 1982, aún siendo un novato, con 24 años. ¿Su objetivo? «Empezar un tema de cero y acabarlo, conseguir su esclarecimiento. Demostrarlo, que haya un juicio y que el trabajo que has hecho se pueda mantener y defender», apunta. Así ocurrió en el caso de Brugueño, al que la Audiencia de Barcelona impuso nueve años de cárcel –con la eximente de enajenación por consumo de alcohol– por matar y descuartizar a su pareja, Dolores.
José Jacinto llegó a Homicidios como un «satélite», siendo un «chavalito», pero sus más de 250 pulsaciones por minuto a máquina le permitieron ser útil a los veteranos, que se lo rifaban para que mecanografiase el atestado de turno o las diligencias. «Eso me permitió conocer el trabajo. Era como una esponja y aprendía de todos».
Cuando llegó a la unidad, –que por aquella época también investigaba tentativas, secuestros, extorsiones, lesiones y amenazas–, «teníamos 'clientes' y trabajo para aburrir», bromea. Eran siete agentes. «Prácticamente hacíamos vida en la Jefatura», recuerda sentado en una sala del edificio de Layetana, 43, que la alberga, aunque ahora ya jubilado. «Tú eres policía las 24 horas del día. En Homicidios teníamos un 'cuadrante de muertos', que le llamábamos. Cualquier incidencia que entrase por la sala del 091, que estaba aquí, si era fuera de horario de oficina, nos llamaban a casa. Podía ser una muerte violenta, accidental, por sobredosis...entonces íbamos a todas», rememora.
«Ratas de biblioteca»
¿Qué resulta crucial en una investigación? «Tiempo que pasa, la verdad que huye, es un dicho policial», dice Pepe, respecto a las primeras horas para recopilar información tras un homicidio. «No sólo hablar con testigos –en su caso pertrechado siempre con una libreta–, sino lo que ves, todo lo que durante las primeras horas te puede resultar útil», precisa. Tras la inspección ocular, en tiempos en que las bases de datos policiales eran aún incipientes, había que recurrir al archivo. «Éramos ratas de biblioteca», apunta el comisario principal retirado.
El olfato de un investigador
«Como decía un juez , 'las prisas, para los delincuentes y los malos toreros', aunque en ocasiones tienes que apretar»
¿Y aquellos casos en los que uno lo tiene claro pero no encuentra indicios suficientes? «No te los quitas de la cabeza y ante cualquier información que surja para poder esclarecerlo, se retoma nuevamente para ver si te conduce a algo». Para ello, tiene que haber existido un buen trabajo previo. Lo que el comisario principal llama «despejar el bosque». Abrir una línea de investigación, ver hasta dónde lleva y cerrarla, para que «no queden flecos que puedan intoxicar» las pesquisas.
Prisas y presiones
«Como decía un juez ya fallecido, 'las prisas, para los delincuentes y los malos toreros', aunque en ocasiones tienes que apretar», reconoce. «Depende. A veces sabes que tienes un problema grave porque [el autor] puede volver a actuar». Uno de esos casos fue el del asesino del Putxet, «que generó mucha angustia en la zona alta» de Barcelona y «fue muy sonado», recuerda el comisario. En enero de 2003, con sólo once de días de diferencia, dos mujeres fueron asesinadas en el mismo aparcamiento privado del barrio que luego bautizaría a quien las mató. Veinte fueron los días que tardaron los investigadores de Homicidios hasta detener a Juan José Pérez Rangel. Días en los que José Jacinto no abandonó prácticamente la Jefatura y, como recuerda ahora una inspectora, en los que perdió mucho peso.
Llegar hasta Rangel fue como encajar las piezas de un puzle –y así lo relató el jefe de la investigación en sede judicial–. La última de ellas: cuando pudieron certificar que había tenido alquilada una plaza de moto en el aparcamiento del Putxet. Pero hubo muchas más: la llamada que realizó al viudo de la primera víctima para exigirle 2.000 euros a cambio de información sobre el crimen. La cita para entregar el dinero se fijó en un bar. Rangel no se presentó, aunque lo convocó en uno de los locales a los que solía acudir, lo que también resultó clave. Precisamente allí lo identificaron los agentes, días antes de detenerlo.
Varios cajeros registraron la imagen del individuo, intentando sacar dinero con las tarjetas de las víctimas. A esas imágenes se sumó otra de una cámara de la estación de Ferrocarriles de Pàdua, que grabó a Pérez Rangel minutos después de perpetrar el segundo crimen. También lo acorraló el ADN de la colilla que se localizó junto a uno de los cuerpos.
La condena fue de 52 años y nueve meses de prisión por los dos asesinatos. Durante aquella investigación, José Jacinto tuvo claro que los crímenes eran obra de una misma persona y temió una tercera víctima. Su olfato no le falló. Tampoco para detener al culpable antes de que se cumpliesen sus peores temores. Abandonó Homicidios en 2010, competencia que luego asumieron los Mossos d'Esquadra, pero aún a día de hoy sigue prestando su olfato a quien se lo pide, para retomar algún caso sin resolver. Y no son pocos quienes lo hacen.
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