Iba a ser una tarde de sol y gloria, y acabó en dolor y tragedia. Hace ahora cincuenta años. Medio siglo atrás nos vamos al domingo 3 de junio de 1973. La Monumental hasta la bandera. Luis Miguel Dominguín, Paco Camino y Palomo Linares ... en el cartel, toros de Atanasio Fernández.
En la cuadrilla del sevillano Paco Camino su hermano Joaquín, que había sido novillero y al final entró a las órdenes fraternas y con 29 años estaba cuajando como un subalterno de lujo. Todo acabó aquella tarde de luz. Al poner un par de banderillas al segundo de la tarde, el toro cogió de lleno a Joaquín en una escena dramática que siguió cuando, en el suelo, lo buscó con saña y le infirió dos cornadas que dejaron maltrecho al joven torero. En la enfermería, el doctor Olivé y su equipo lucharon contra la muerte. Los destrozos lanzaron la alarma de un pronóstico gravísimo. En la misma plaza se superó un paro cardíaco, y en los tendidos se vivió con zozobra una tarde teñida de tragedia.
El traslado a la clínica. Las horas en su lentitud no hacían presagiar nada bueno. Pasó el lunes con alguna mínima esperanza, pero el martes 5 de junio, al mediodía, Joaquín Camino dejó de existir. De su cabecera no se separó un minuto su hermano, los doctores, los padres que llegaron desde Sevilla. Barcelona, la buena afición de Barcelona, sufrió el dolor como propio.
Pasó hace medio siglo, y fue una tarde que marcó la historia del toreo, que, mal que pese, es también historia de Cataluña. Echar la vista atrás para afrontar el futuro.
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