La tecnología que lleva ojos y control de calidad al medio rural

Es el Internet de las cosas, que se apoya sobre una red de sensores que miden desde condiciones ambientales al volumen de luz de un espacio, recopilan los datos y los rebotan a un sistema que analiza esas mediciones y en función de los registros se hace saltar un aviso o una orden automatizada, como lanzar una alerta meteorológica o encender la luz. Su aplicación se ha ido extendiendo por la Comunidad de la mano del Programa Territorio Rural Inteligente de la Consejería de Movilidad y Transformación Digital a través del cual se presenta este abanico de avances que posteriormente desarrollan administraciones locales y provinciales con el soporte de la Junta, que facilita una plataforma en la que revisar en tiempo real los más de 1.500 dispositivos que monitorizan Castilla y León. Se aspira llegar a 2.000 en este 2023.

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Las aplicaciones abarcan distintos ámbitos. Donde están más desarrolladas son en la prestación de servicios en los que se permite ahorrar costes y una gestión más eficiente en pequeños municipios o enclaves muy alejados. Como ejemplo, un municipio de la provincia de Zamora. Apenas viven en él unas decenas de vecinos. En tres meses su contenedor de vidrio no se ha llenado ni en un veinte por ciento. Se sabe gracias a un sensor colocado en su interior que cada ciertas horas calcula el llenado. Dada la ocupación, no sería necesario incluir una parada en la ruta de recogida. Sin este sistema, tendría que incluirse para chequearlo. La última vez que se vació fue en Navidades. Los huéspedes se multiplicaron, el dispositivo hizo saltar la alerta y el camión esta vez sí, se desvió. Una alarma que remite un aviso en dos supuestos: cuando se supera el umbral óptimo o cuando se eleva la temperatura, para actuar con rapidez ante la quema vandálica de contenedores.

En el plano de los servicios municipales se aplica también la tecnología en el control de calidad de depósitos de agua para el consumo mediante una sonda que analiza el nivel de cloro -evitando el desplazamiento diario a cada punto de medición-; o en el encendido y apagado del alumbrado, que se activa sólo cuando se detecta un bajo nivel de luminosidad, lo que ahorra costes frente a una programación por horas que deja en tinieblas a veces las calles si no se acompasa a la puesta de sol. También en el control de aparcamientos, mediante sensores que detectan si las plazas están libres pudiendo avisar a distancia dónde aparcar.

Otro ámbito de actuación en el que ha cogido fuerza el Internet de las cosas es en las carreteras. Este invierno se han extendido por toda la Comunidad una red de sensores en depósitos de sal y salmuera para garantizar que siempre estén a un nivel óptimo, un proyecto que se ha aprovechado para instalar en los silos pequeñas estaciones meteorológicas que miden la temperatura, pluviometría, presión atmosférica y humedad, ayudando a prevenir la actuación en esos puntos. El año que viene, estas mediciones se implantarán a pie de asfalto para predecir heladas en tiempo real, anticiparse y obrar en consecuencia.

Con ese mismo fin de prevenir se plantea el proyecto puesto en marcha en nueve monumentos de la Tebaida berciana, el Castillo de Peñafiel (Valladolid) la Villa Romana de La Olmeda (Palencia) y la Ermita de San Saturio (Soria). En ellos, sensores -que tratan de no romper con la estética- miden condiciones ambientales, de temperatura y humedad, para combatir humedades o hacen de vigía para monitorizar grietas. La recogida de información permite una actuación técnica antes de que sea tarde.

Otra aplicación es la custodia del patrimonio ambiental con proyectos variados, como la monitorización de las condiciones ambientales y de la calidad del agua de la piscifactoría de Vegas del Condado, en León, o pequeñas estaciones que toman datos fundamentales en la extinción de incendios. Instaladas en los puestos de mando revisan que no se supere la temida regla del 30-30-30, que define los grados de temperatura, el porcentaje de humedad y la velocidad del viento que hacen que las llamas campen sin control.

La monitorización de parámetros ha tenido también una pionera utilización en la Comunidad en cuanto a la calidad del aire. En plena pandemia, el Ayuntamiento de Ponferrada instalaba sensores en espacios y edificios públicos cuyos valores cualquier ciudadano podía consultar desde el móvil. Las mediciones determinan los niveles de CO2 que permite ajustar las necesidades de ventilación. En 2020, cuando surgió, su importancia era relevante en términos epidemiológicos. Con el tiempo se ha ido instalando también, de la mano de la Junta, en las aulas de colegios públicos mejorando la eficiencia energética y garantizando unas adecuadas condiciones ambientales.