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Una Navidad «diferente» con el corazón a 4.000 kilómetros

REFUGIADOS EN CASTILLA Y LEÓN

Las refugiadas ucranianas y sus hijos pasan en Castilla y León sus primeras fiestas lejos de sus familias y de sus vidas, pero ya todos integrados en pueblos y ciudades y agradecidos por «tan calurosa acogida y el apoyo»

De izquierda a derecha, Alina Palamar, su hija Elina y otra refugiada en Villaralbo (Zamora) M. ÁLVAREZ

Clara R. Miguélez /Alberto Ferreras

VALLADOLID / ZAMORA

Eugenia controla perfectamente la agenda cultural y de actividades disponible en Valladolid de cara a las Navidades: se ha fijado en teatros, museos y espectáculos de luz. Esta decoradora de interiores de 32 años, natural de Odesa, en el sur de Ucrania, cuenta también ... con llevar a conciertos y cabalgatas a su pequeña de siete años. «Para mi Alina es muy interesante, le gusta España, el idioma, el colegio, ¡todo le gusta aquí!», sonríe la madre, en un castellano que empieza a manejar con soltura, pese a que dice que la niña es «su profesora» en esto. Pese a estar divorciada, sus seres queridos están lejos en estas fechas tan emotivas, las primeras después de ese febrero en el que lo habló con su familia y decidió marcharse de su hogar para proteger a su hija del avance de la invasión rusa. «Mis primos fueron a Austria, pero yo quería irme más lejos, allí me parecía que aún había peligro», indica. «Van a ser unas Navidades muy diferentes, solíamos ir a casa de mis padres a comer, charlar y ver la tele junto a la chimenea y este año sé que ellos siguen en Odesa, con cortes de calefacción o de luz», confiesa, preocupada por ellos aunque agradecida y tranquila en este nuevo destino, en el que lleva desde que empezó el curso tras pasar por Sax (Alicante).

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