Fernando Cayo: «Respeto mucho el trabajo de Javier Bardem, pero lo que yo hago es otra cosa»

Confiesa el director que llevar por primera vez a escena 'Los lunes al sol' ha sido todo un reto. ¿Y para usted?

También, por varias razones. Es una de las películas que ya podemos decir que es un clásico contemporáneo y está escrita por dos personas muy importantes en nuestra profesión como son Fernando León de Aranoa e Ignacio del Moral. Además, este ha trabajado en la adaptación junto a Javier Hernández-Simón, con lo cual han podido hacer un aterrizaje en el mundo del teatro de manera muy consciente y propia. Otro desafío para mí es formar parte de un gran equipo que marca un nivel de exigencia y excelencia muy particular. Y también está el hecho de estrenar en Valladolid, en el Calderón, uno de mis teatros favoritos, que además de reto es todo un placer.

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¿Gana o pierde el montaje respecto a la producción cinematográfica?

Yo creo que gana en muchos sentidos. En el teatro ves un plano general de principio a fin y tú decides donde pones la mirada. Además, tiene una energía y una potencia que en el audiovisual no es necesario.

Hace el papel 'Santa', que en la gran pantalla interpretó Javier Bardem. ¿Le condicionó para su preparación el trabajo del madrileño?

Hernández-Simón ha querido deslocalizar geográficamente el montaje. No estamos sumergidos en ese universo gallego como ocurría en la película. Esto lo hace un poco más cercano a todo el mundo. Ha intentado que la problemática que están viviendo estos hombres y estas mujeres sea algo que nos afecte a todos. Por supuesto que he visto la película varias veces, pero en el momento en que me propusieron esto dejé de hacerlo para no contaminarme y hacer una creación propia. Respeto profundamente el trabajo de Javier y no me importa si en algún momento alguien ve restos de la influencia de su personaje, Es un actor maravilloso, pero lo que yo hago es una cosa distinta.

El film plasmaba la crisis que vivieron los trabajadores vigueses tras la reconversión industrial de la ciudad. ¿Sigue de plena actualidad el argumento?

Totalmente. Hablamos de un grupo de personas y su vinculación al trabajo. En este caso, al paro. El mundo de la globalización implica unos cambios en el mercado laboral que afectan a las personas. Da igual que sean parados porque cerró un astillero, una fábrica de automoción o porque llega Amazon y liquida todos los pequeños comercios del centro de una ciudad... A Javier le interesaba hablar de qué ocurre cuando en este mundo, en el que estamos vinculados a un oficio como definición de nuestra personalidad, uno se queda sin trabajo. En esa tesitura los personajes se preguntan qué va a ser de su vida porque para ellos su trabajo lo era todo, su identificación con el mundo, el origen de su valía, el prestigio... Luego, la función habla también de que hay personas a las que les resulta más fácil adaptarse a los cambios que a otras, y de que aquellos que no lo hacen están fastidiados. Y en este mundo de redes sociales, si no entras dentro de esos parámetros de éxito, de empleo... pues te quedas en un lugar de tierra de nadie muy complejo.

¿Están acentuando esas redes sociales la exclusión, la marginalidad?

Sí. Pero podemos ir mucho más allá. No hace falta perder el empleo para sentirse marginado. Cualquier persona con un perfil medio en esta sociedad, si las abre está excluido. Están vendiendo una cosa que es mentira y que genera frustración.

Pese a que para los protagonistas siempre era lunes, no perdían la esperanza. ¿Se refleja también en el montaje?

Totalmente. Fernando León de Aranoa e Ignacio del Moral plantearon la búsqueda de la alegría incluso en los momentos más complicados. En ese sentido, la función es muy divertida. Hay compenetración, mucho cachondeo y coña española.

Con los años y montajes que tiene a sus espaldas, ¿crece la responsabilidad?

La responsabilidad está, desde luego, y las ganas de que todo salga bien, pero creo que lo que he ganado con el tiempo es tranquilidad. Cuando llego al escenario he hecho un trabajo tan profundo que es difícil que las cosas salgan mal. Son muchas horas de esfuerzo, de estar pendiente de todo... Pero luego llego al escenario para disfrutar.

Sigue haciendo mucho cine, televisión, pero con todo gana el número de veces que se ha subido a las tablas. ¿Hacer teatro para usted es una necesidad?

Intento combinar. Acabo de terminar una serie, 'La favorita' y una ficción sonora para RNE, y estoy haciendo una película, 'La huella del mal'. He intentado siempre abrir mis campos, primero para divertirme más en la profesión, pero también porque el cambio de técnicas entre el audiovisual y el teatro me resulta muy gratificante.

Queda menos de una semana para el estreno del montaje en Valladolid. ¿Cómo le gustaría que saliese el público de la función?

Emocionados y divertidos a partes iguales porque son los dos ingredientes que tiene este montaje. Visualmente está cuidadísimo. También la parte sonora... Para mí ya es uno de los espectáculos de esta temporada por su calidad, por su elenco y otros motivos. El hecho de que el Calderón tenga un abono de casi la mitad del aforo y que hayamos vendido todas las entradas es indicativo de que el teatro gusta en