'El alcalde de Zalamea', sin aspavientos y al servicio de Calderón
Crítica de teatro
Arturo Querejeta (Pedro Crespo) conoce perfectamente el valor de la palabra de Calderón -es uno de los grandes intérpretes de nuestro Siglo de Oro- y sabe ahormarla y curvarla para encontrar el acento preciso
'El alcalde de Zalamea', dignidad contra el abuso de poder
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'El alcalde de Zalamea'
- Autor Calderón de la Barca
- Dirección y versión José Luis Alonso de Santos
- Escenografía Ricardo Sánchez Cuerda
- Iluminación Felipe Ramos
- Vestuario Elda Noriega
- Música original y espacio sonoro Alberto Torres & Alberto Vela
- Intérpretes Arturo Querejeta, Daniel Albaladejo, Javier Lara, Adriana Ubani, Jorge Basanta, Isabel Rodes, Andrés Picazo, Fran Cantos, Pablo Gallego Boutou, Jorge Mayor, Carmela Lloret, Jose Fernández, Guillermo Calero, Daniel Saiz, Alberto Conde
- Lugar Teatros del Canal, Madrid
Dentro de esa monumental cordillera que es nuestro Siglo de Oro literario y teatral, 'El alcalde de Zalamea' es una de sus más grandiosas cúspides. Calderón de la Barca tejió un drama prismático, llano y profundo al tiempo. Honor, sentido de la justicia, ... diferencia de clases, abuso de poder... Son asuntos que aborda Calderón a través de un texto tan hermoso como sugestivo y de personajes tan carnales como fascinantes; especialmente el protagonista, Pedro Crespo, sin ningún lugar a dudas una auténtica cumbre. No tiene sentido poner en pie 'El alcalde de Zalamea' si no se cuenta con un intérprete capaz de darle a Pedro Crespo toda su reciedumbre, su cachaza, su seguridad -hoy se diría 'autoestima'-, su nobleza y, por qué no decirlo, su ferocidad, que le lleva a ejecutar su justa venganza sin atender a las «reglas establecidas».
El montaje que ha dirigido José Luis Alonso de Santos cuenta con un Pedro Crespo excepcional: Arturo Querejeta, uno de esos actores robustos, enteros, que no precisan de aspavientos para entrar en sus encarnaciones. Querejeta conoce perfectamente el valor de la palabra de Calderón -es uno de los grandes intérpretes de nuestro Siglo de Oro- y sabe ahormarla y curvarla para encontrar el acento preciso que encaje en la personalidad de su personaje. La suya es una lección de limpieza y sobriedad interpretativa.
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Alonso de Santos firma una versión tan respetuosa como correcta, al servicio de una puesta en escena que, como la interpretación de su protagonista, tampoco precisa de aspavientos. Una hábil e ingeniosa escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda le sirve para viajar por los distintos escenarios. El suyo es, en el mejor de los sentidos, un montaje clásico, puesto al servicio de Calderón. Ilumina con mayor claridad, si acaso, la cuestión del abuso de poder, que desgraciadamente no pierde actualidad, y brinda un espectáculo de muchos quilates, a lo que contribuyen también las interpretaciones de, por ejemplo, Daniel Albaladejo, Javier Lara o Jorge Basanta.
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