Dos fuegos de más de 100 hectáreas en un julio muy distinto al dramático 2022 en Castilla y León
En lo que va de año se han registrado unos 670 incendios, «similar» cifra a otros años, pero 550 han sido conatos
La superficie arrasada roza las 400 hectáreas frente a las cerca de 80.000 a estas alturas del pasado ejercicio
Un año después de los fuegos en Sierra de la Culebra y Losacio que carbonizaron Zamora: «Seguimos quemados»
Valladolid
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Iniciar sesiónSi tres de los cuatro elementos naturales se mezclaron el año pasado para hacer del verano de 2022 el más dramático que se recuerda en Castilla y León en la lucha contra el fuego, y el rastro de ceniza –también muertos– dejado aún es visible ... , en este arranque de verano de 2023 agua, aire y fuego parece que han firmado su particular armisticio. Con todas las precauciones, cautelas y lejos aún de «lanzar las campañas al vuelo», todavía con más de la mitad del estío por delante, lo cierto es que julio cierra balance con cifras afortunadamente muy lejos de las arrojadas por el trágico pasado ejercicio.
Sólo dos incendios han alcanzado este año nivel 1 de peligrosidad (en una escala de 0 a 3) y entre ambos no han llegado a consumir las 300 hectáreas calcinadas. 158 en el declarado el 18 de julio en la localidad abulense de Aliseda de Tormes y unas cien en el que comenzó a arder el 22 en Santa Colomba de Curueño. El primero, en una zona de alta montaña y de difícil acceso en Gredos, con mucha roca y matorral, se dio por extinguido el día 26. El de León, en mitad de un pinar, está controlado. En ambos casos, sin la consideración de gran incendio –más de 500 hectáreas– ni el reguero de cenizas extendiéndose por kilómetros y kilómetros.
Aunque lo cierto es que en número de incendios declarados desde que comenzó el año está «en la media» de ejercicios recientes. «Sin embargo, en hectáreas de arbolado y matorral« afectadas es »mucho menor«, señala el director general de Patrimonio Natural y Política Forestal, José Ángel Arranz. Desde que arrancó 2023 han prendido unos 670 fuegos, que han arrasado menos 400 hectáreas arboladas.
Nada que ver con un «excepcional» 2022 en el que sólo entre los incendios declarados en la Sierra de la Culebra, con punto de ignición en Riofrío de Aliste el 15 de junio, y Losacio (17 de julio) fundieron a negro más de 50.000 hectáreas en al provincia de Zamora. A estas alturas de año, ya habían ardido cerca de 80.000 hectáreas. Con enero a punto de acabar, ya se declaraba el primer gran incendio: 1.400 hectáreas calcinadas en Hermisende. En febrero, ardieron 500 en Lubián, también en Zamora... Total al cierre de 2022: cerca de 100.000.
La «diferencia» a la hora del balance en del rastro de árboles carbonizados, vegetación reducida a cenizas y una fauna que se queda sin su hábitat natural «la dan cinco o seis grandes incendios», apunta Arranz. Y, por desgracia, Castilla y León sufrió el año pasado en territorio propio hasta quince grandes incendios forestales. Y lo cierto es que más que grandes, fueron de dimensiones gigantescas. Ese medio millar de hectáreas se queda 'muy pequeño' ante las 24.000 que vieron arder en la Sierra de la Culebra en apenas de una semana y las más de 26.000 abrasadas en menos de cuatro días en torno al vecino Losacio.Con unas magnitudes y evoluciones jamás vividas, fueron sólo dos de los grandes fuegos registrados en Castilla y León. De los quince grandes incendios, once prendieron en julio, dejando tras de sí un rastro de ceniza de unas 54.000 hectáreas en 31 días. Fue, sin duda, el peor mes en la lucha contra el fuego, con hasta 200 focos en plena ignición en la misma jornada. Muy diferente al que este año pasa hoy su última hoja del calendario.
«Ser precavidos»
«Hasta que no termine la campaña, no lancemos las campanas al vuelo«, incide Arranz, quien insiste en la prudencia y recalca la importancia de »estar siempre alertas«, a la vez que insiste en apelar a »ser precavidos«. El 97% de los fuegos tienen detrás la mano del hombre, no se cansa de recordar: bien por negligencias, imprudencias o de forma intencionada. «Cuando un incendio comienza, no sabemos cómo va a acabar«, advierte. »Todo va bien hasta que un día hay un gran incendio«, advierte.
Más si cabe con esa experiencia y datos muy presentes del pasado año y viendo cómo el fuego devora sin piedad hectáreas por miles en otros países del Mediterráneo. Italia y Grecia están entre los que tratan de poner coto a las llamas en otro verano que vuelve a consumir el vecino Portugal.
Las condiciones climáticas «no tan extremas» como las de 2022 están detrás de ese balance tan diferente. Las lluvias de finales de mayo, las precipitaciones sobre todo de junio y las tormentas dispersas de julio acompañadas de agua y no secas como las de doce meses atrás son las responsables. En contraste, un junio del pasado año que la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) situaba como «el más cálido» hasta entonces desde 1951, con temperaturas «muy por encima de lo normal», entre «seco» y «muy seco», junto con otra de las claves en el balance de daños forestales: el «doble» de tormentas, «muchas» sin precipitación. «Lo cual favoreció la posibilidad de incendios», como el de la Sierra de la Culebra, señala la Aemet en su balance.
Contraste
Su 'gemelo' de 2023 ha llegado con una cara bien distinta. Doce días de precipitación, «el doble» de lo habitual para junio, siendo un 121% superiores al promedio para este mes, con descargas incluso generosas sobre un mapa de Castilla y León que va del «húmedo» al «extremadamente húmedo». Y aunque el calor apretó, no lo hizo con tanta intensidad, sobre todo sin esas noches «tropicales» que no dejaban dormir ni actuar con mayor eficacia al operativo de extinción. Cuando se va el sol, se estilizan los grandes incendios gracias a la «menor intensidad de la llama», señala Arranz, quien recuerda las dificultades en este sentido el año pasado.
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Clara Rodríguez MiguélezLa hierba crece tímidamente tras los dos grandes incendios que quemaron en total 56.000 hectáreas
Esas lluvias de junio están siendo claves en la campaña de extinción. Pues a mitad de mayo «la situación era bastante catastrófica», reconoce Arranz. Pero comenzó a caer agua, la vegetación recuperó humedad, rebrotaron los pastos... «y eso está haciendo que los incendios sean menos virulentos» y sin «esa explosividad» de un año atrás, con llamas que saltaban en segundos cortafuegos, carreteras y pantanos y se elevaban a cotas inimaginables.
Por ahora, las condiciones «climáticas no son tan extremas» y un operativo «reforzado» sobre uno de de 2022 que ya era «importante», defiende el director general de Patrimonio Natural, «está funcionando con eficacia y consiguiendo que la mayor parte de los incendios se queden en conatos».
En torno a unos 550 de los 670 incendios declarados en lo que va de año no han llegado a superar la hectárea consumida. De ahí también las cifras tan diferentes en un balance que, por el momento, no admite comparación. La «diferencia» en el la superficie carbonizada la marcan «cinco o seis incendios», apunta Arranz, quien incide en la prudencia. «Estar preparados» y «actuar lo antes posible», señala como clave, más allá de que «la principal estrategia» para porque «no se produzcan».
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