vía pulchritudinis
La abuela gritó
Esa abuela sin nombre, era la encarnación de esa mayoría social que tantas veces mancilla Pedro Sánchez en sus discursos
No importa
«Yo os salvaré»
Era la encarnación de esa mayoría social que tantas veces mancilla Sánchez No sé si se llamaba Rosa o Gertrudis y tampoco sé si votó al PP al PSOE o a la Unión progresista de la Arcadia. No vestía de luto ni iba ataviada de ... print, era una señora normal en la que, sobre todo, destacaba su condición de abuela. No hubiera llamado la atención en ningún sitio. Era una octogenaria puesta en el teleobjetivo de una de esas cámaras que enfocan desde lejos a los aficionados en el fútbol. Una vez abierto el plano y junto a ella miles de manifestantes la rodeaban con banderas y megáfonos con el himno nacional. Rosa o Gertrudis, poco importa cómo se llamara, abrió en ese momento sus labios y tímidamente lanzó al aire un «Amnistía para tu tía».
Imagino que la abuela iba sola porque su marido murió hace años. Y es que ella ya no se juega nada porque, pase lo que pase, continuará cobrando su pensión y que Cataluña se independice le da igual porque a su edad el pasaporte te lo expiden sin fecha de caducidad. La abuela, sin embargo, ayer salió a la calle, mucho más lejos de donde suele ir a comprar cada mañana, y gritó. Gritó convencida, sin buscar nada para ella e, incluso, saltándose sus propias normas de no levantar la voz porque una señora no va gritando por las esquinas.
Esa abuela sin nombre, era la encarnación de esa mayoría social que tantas veces mancilla Pedro Sánchez en sus discursos. Esa mayoría social que no sabe de aritmética electoral o de compras de votos. La abuela era el paradigma de quienes ayer pensaron «estoy tan harta como para ir a una manifestación». El día que Sánchez sea investido presidente, la abuela estará en la sala de espera del médico porque ayer se cogió una infección de orina y los que la acompañaban estarán trabajando y no tendrán tiempo para otra concentración multitudinaria. Pedro Sánchez aprovechará entonces para volver a vender su permanencia en el poder como el fruto maduro de la democracia pero será una farsa porque la abuela ayer salió a la calle y gritó como nunca antes lo había hecho. Que vengan cuantos diputados quieran y digan que lo de la abuela no es una mayoría social suficiente como para escucharla antes de decir que no sabe de lo que habla. Y si no, que pregunten a sus respectivas abuelas a ver lo que les contestan; «Ay hijo, ¿no se te cae la cara de vergüenza?».