VÍA PULCHRITUDINIS
El silencio de los buenos
«Hay quien piensa que bastantes necesidades hay aquí para andar entregando los ahorros o la vida por gentes al otro lado del mundo»
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Iniciar sesiónUna vez escuché a una misionera decir que «había visto amar a personas que antes odiaban». Era joven, no iba vestida de monja y contaba su historia después de haber entregado su vida a gentes que ni conocía y con los que no compartía ni ... color de piel, ni cultura, ni posición económica y ni tan siquiera religión. Aquella declaración se enmarcaba dentro de una campaña en la que se afirmaba sin rubor que «Ellos no son héroes, son misioneros».
Esa frase sigue repitiéndose en alto cada festividad del Domund y continúa vigente los 365 días del año gracias a los más de 2.000 misioneros de Castilla y León y los miles del mundo entero que luchan por la dignidad integral del ser humano en los lugares más recónditos del mundo. Ellos luchan por paliar las necesidades de quienes más lo necesitan pero también por reengancharnos a nosotros a la esperanza en el ser humano, por dotarnos de dignidad. Una dignidad que no entiende de afinidades sociales ni de proximidad ideológica.
El Domund nos devuelve el recuerdo de aquellas huchas que paseábamos con un respeto reverencial para recaudar fondos para aquellos niños con la tripa hinchada y la boca llena de moscas que ahora parecieran haber desaparecido porque en el telediario ya sólo muestra a gentes que sufren nuestras mismas dolencias. Recorrías las calles, las comidas familiares y las tiendas a las que acompañabas a tu madre a hacer la compra pidiendo para quien ni era, ni es, ni será igual que tú.
Hay quien piensa que bastantes necesidades hay aquí para andar entregando los ahorros o la vida por gentes al otro lado del mundo. Bastantes son las necesidades que tenemos a nuestro alrededor como para empeñar nuestro tiempo en causas de las que gobiernos lejanos y, a buen seguro, culpables deberían dar solución. Gracias a Dios cada día del Domund podemos seguir ayudando con nuestra moneda en una hucha y recordaremos que miles de misioneros borraron las fronteras de sus mapas. Ellos entregaron sus vidas por quienes más lo necesitan ya sea allí en la lejanía de la pobreza o aquí inmersos en una opulencia que, a veces, no nos deja escuchar su silencio, el silencio de los buenos. La moneda de ayer en la hucha del Domund permitirá amar a gentes que antes odiaban y a nosotros darnos cuenta de que también somos capaces de ello.
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