VÍA PULCHRITUDINIS
«Yo os salvaré»
La pederastia en el seno de la Iglesia es una vergüenza que sólo encuentra parangón en la catadura de quienes quieren aprovecharse de ello
El silencio de los buenos
Vacas con flequillo
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Iniciar sesiónLas víctimas de la pederastia en el seno de la Iglesia son demasiadas. Poco importa que sean cientos o miles. Ningún ser humano debiera haber pasado por esa situación y, menos aún, las fechorías de los autores debieran haber quedado impunes y acalladas. Cosa bien ... distinta es el revelador espectáculo al que la sociedad española está siendo sometida desde que el Defensor del Pueblo hiciera público su informe sobre el asunto. La publicidad del informe no sólo era previsible sino que también era necesaria. Docenas de instituciones, ámbitos y espacios públicos han sufrido y sufren la misma lacra pero no cabe duda que las especificidades de la Iglesia la hacen especialmente lacerante. Hasta ahí todos de acuerdo, todos conformes.
La unanimidad en la condena, sin embargo, no puede hacer perder la perspectiva y obliga a reparar en lo que la campaña de desprestigio contra al Iglesia supone para quienes la promueven de forma interesada, vengativa y ruin. El anuncio de un fondo estatal para reparar a las víctimas es la cuadratura del círculo. La llamada de Ángel Gabilondo a evitar la extrapolación de los datos fue tanto un ruego a la prudencia como una orden para alentar falsos titulares rebosantes de éxito a base de incluir ceros. Pero lo peor vino después cuando exoneró sorprendentemente a la Iglesia de sus responsabilidades pecuniarias sólo con el afán de convertirse en el adalid de la salvación.
El presidente del Gobierno se apresuró a declamar compungido que «España es hoy un país mejor» y no le falta razón. Lo que no dijo Pedro Sánchez es que sería él y con fondos públicos el que compensará a unas víctimas que nunca podrán ser reparadas. Es cierto que los afectados merecen ser, al menos, indemnizados pero entre exonerar a la Iglesia de esa responsabilidad y arrogarse una nueva dádiva a repartir entre afines al régimen hay un oscuro sendero fácil de distinguir. Si Sánchez hubiera dicho con rotundidad que la Iglesia debe reparar todo el daño hecho me creería algo de lo publicado por Gabilondo pero en el momento en que se arroga a beneficio propio el ejercicio pecuniario e ideológico de la reparación todo se va al traste. La pederastia en el seno de la Iglesia es una vergüenza que sólo encuentra parangón en la catadura de quienes quieren aprovecharse de ello no sólo para terminar con esta indecencia sino para acrecentarla en beneficio propio.
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