EDUCACIÓN
Testimonios de docentes frente al 'bullying': «Lo más difícil es reconocer si estás ante un caso de acoso o no»
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Sevilla
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Iniciar sesión«La dificultad mayor para un profesor, y sobre todo para un tutor, es diagnosticar que está realmente ante un caso de acoso o no, porque las situaciones tensas o de insultos son diarias y se pueden llegar a tomar con relativa normalidad, porque ... estamos hablando de treinta chavales conviviendo diariamente». Quien lo dice es un profesor de un colegio concertado de la Sierra de Huelva con veinte años de profesión y que se ha visto en todo ese tiempo implicado en no pocas situaciones de 'bullying' por su responsabilidad en el equipo directivo del centro educativo en el que se gana la vida.
«La clave está en que estas situaciones se den de un modo repetido hacia el mismo alumno y protagonizadas por la misma persona o por el mismo grupo de personas, y si eso se produce es cuando salta la alarma», relata el docente, que como el resto de los profesionales que han prestado sus testimonios para la elaboración de este reportaje prefieren preservar su identidad.
«El acoso ocurre en las aulas en parte, y gran parte fuera de ellas a través de los móviles»
Profesor en la Sierra de Huelva
«En Secundaria, por ejemplo, cada profesor tiene un tiempo muy limitado de contacto con los alumnos, una hora al día y a veces ni eso, y si un profesor tiene sospechas de un episodio de acoso pero al final concluye que no es importante puede que su visión no sea completa, y que el caso no se descubra del todo hasta que haya una reunión de profesores y se ponga en común la información», completa.
«La mayoría de las situaciones de acoso se dan en parte, solo en parte, en el entorno escolar, pero sobre todo fuera del centro: a través de mensajes que se mandan a los móviles entre ellos cuando en casa o en la calle, porque aquí dentro, en el cole, no pueden usarlos, o por ejemplo creando grupos de wasaps en los que dejan fuera a compañeros que pueden sentirse marginados», subraya.
La señal de alarma
Interviene otro profesor de disciplinas relacionadas con las Ciencias y que imparte clases en un colegio público de la periferia de Sevilla, que se extiende sobre el modo en el que suele llegar el aviso de un posible episodio de 'bullying'.
«La alarma puede partir del claustro, o de los propios compañeros: a veces son ellos, los chicos, los que se nos acercan en los recreos o en los pasillos, entre clase y clase, para decirnos que fulanito no deja de machacar a menganito, de que no para de darle la lata, y entonces es cuando empezamos a hacer una observación de la situación de manera discreta y hablamos de un modo informal con otros estudiantes para que nos confirmen esa primera versión», comenta el docente empleado en el centro hispalense.
«Necesitamos la colaboración de los alumnos para detectar estas situaciones: ellos están sobre el terreno»
Docente en Sevilla
«En eso somos claros con los estudiantes en las tutorías que dedicamos al abordaje del acoso: en que necesitamos su colaboración, porque son ellos los que están sobre el terreno, por decirlo de esa manera, y les insistimos en que tienen cauces para dirigirse a nosotros privadamente, como por ejemplo los sistemas de mensajería de las plataformas en las que les ponemos las notas o les damos las indicaciones de las tareas para casa», resume.
Peliagudo es el supuesto de que sean los padres de un alumno quienes acudan al colegio a poner en conocimiento de sus directivos un supuesto acoso. «Aquí hay que andar con pies de plomo: a mí personalmente se me ha dado el caso de una madre que llegó indignada porque a su hijo le habían hecho una falta en un partido de fútbol en el recreo y quería empapelar a su autor: el chico en cuestión, el que dio la patada, es excelente, una bellísima persona. Hablamos con él y nos dijo lo que ya sospechábamos, que eran cosas del juego y que no había maldad», tercia el primero de los docentes que aparece en este reportaje.
Asiente su compañero de Sevilla: «En un clásico: la madre o el padre que te llegan como si a su hijo lo estuvieran lapidando solo porque un grupo de chicos del colegio no lo llama para salir de paseo. Eso no es acoso, simplemente la vida, en la que unas personas congenian y quieren compartir el tiempo libre y otras no».
«Es un papelón sentarse con una familia y decirle que su hijo que es un acosador»
Profesor de una cooperativa de Córdoba
¿Y qué pasa cuando hay certezas de que la maquinaria destructiva del acoso está en marcha? Lo explica un tercer profesor, esta vez de una cooperativa de Córdoba capital. «Lo primero es comunicar la situación a la jefatura de Estudios y al servicio de Orientación, que activa un protocolo y se reúne con las personas implicadas, además de dar aviso a todos los profesores y abrir una hoja de registro en la que cada uno de ellos anota sus observaciones», detalla.
«Es un papelón sentarse con una familia y decirle que su hijo es un acosador, que estamos seguros de ellos: a mí me ha pasado más de una vez y es un trago muy desagradable porque sabes que estás marcando a su hijo para siempre y te queda la duda de si aciertas o no», asevera, para agregar que lo sucedido con Sandra Peña ha tensado la respuesta de su centro ante este tipo de situaciones. «Hemos hablado mucho de ello en el colegio: unos compañeros piensan que lo mejor es abrir protocolo siempre, que más vale pasarse con el celo que quedarse corto, porque si no el problema es para nosotros, y otros profes defienden lo contrario».
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