Testimonios de andaluces en la vendimia: morriña y buenos sueldos en Francia

Quienes van en septiembre al país galo a trabajar en el campo reconocen que allí se paga puntual pero echan de menos su tierra

Andaluces en una foto de grupo mientras trabajan en la vendimia francesa ABC

Javier López

Las nuevas tecnologías minimizan el desgarro inherente a la emigración. Hasta hace poco partir hacia tierra extraña por obligación afectaba al ánimo porque atrás se dejaba un mundo conocido, poblado de vivencias y afectos. Pero, así como las penas con pan son menos ... penas, así el nudo en el estómago inherente a dejar a los tuyos se lleva mejor si uno se comunica con ellos a diario. Como le ocurre a Rocío Palma, vendimiadora de 37 años , a quien cuando acaba la jornada le falta tiempo para hablar con sus hijos y su marido.

«Antes de internet nos comunicábamos con los nuestros un par de veces a la semana como mucho», recuerda Rocío, que es la encargada de reclutar a los vendimiadores de su colla en el municipio jiennense de Quesada. Una labor que antes de ella, llevaron a cabo sus suegros y su esposo, quien este año no emigra a Francia. Sí lo harán junto a la manijera en torno a 25 de sus paisanos, que partirán hacia los pagos de vides a primeros de septiembre. Este año la cosecha será menor que en otras campañas y además viene con retraso.

Vendimiadores andaluces ABC

«Me lo paso bien con la gente de mi pueblo»

El próximo 2 de septiembre Melody Robledillo López parte desde el municipio jiennense de Quesada hasta Gasparets , un pueblo agrícola situado en el sur de Francia donde le aguardan cerca de 30 días de trabajo bien pagado y unas buenas condiciones laborales, garantizadas por unos patronos que esta mujer de 25 años define como «bellísimas personas».

A Melody le cuesta dejar en su pueblo a dos hijos de corta edad, pero la ganancia económica merece la pena. Y, además, no estará sola en la finca, a la que se desplazan junto a ella un elevado número de quesadeños, en gran parte jóvenes, que, al igual que hace ella, desconectan a la perfección cuando concluye la jornada laboral.

«Me lo paso bien con la gente de Quesada», asegura esta chica, que repite en la fatigosa vendimia francesa y a la que no asusta el trabajo duro inherente a las campañas agrícolas. De hecho, es asidua a la recolección de la aceituna . Y, cuando no hay tajo, trabaja en un bar.

Un vendimiador sobre un tractor ABC

«Los franceses pagan perfectamente»

Alrededor de 1.300 euros netos ganará Ángel Alcalá por los dieciocho días que prevé trabajar este año en la vendimia francesa. Lo hará en la demarcación de Perpiñán, en una plantación situada a 25 kilómetros escasos de La Junquera, pero a 905 de la aldea de Los Rosales, el lugar en el que vive y al que añora cuando parte. « Echas de menos a tu tierra y a tu gente cuando sales », señala montado en un tractor desde el que realiza las labores agrícolas.

Y él no deja de salir. Su currículo incluye más de 20 años de vendimiador en Francia, los 10 últimos con su actual patrón , cuyos cultivos dan trabajo también esta campaña a una hija, a una sobrina y a tres primas de Ángel, un quesadeño de 53 años experto en itinerancia agrícola. Así, ahora enlaza la vendimia francesa con la aceituna española y, tiempo atrás, se desplazaba también a Navarra para recolectar espárragos.

Su experiencia laboral le permite hacer comparaciones entre diferentes recolecciones de cosechas. Y no hay color, asegura, entre las condiciones de la vendimia gala y las que imperan en determinadas zonas de España: «Ojalá fueran las mismas. Los franceses pagan perfectamente».

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