Ciencia
Investigadores de élite vuelven a Andalucía con un plan para captar talento
El programa Emergia de la Junta invierte 26 millones en financiar trabajos de referencia internacional
En Andalucía se investiga. Más de lo que pudiera parecer. Y al más alto nivel, en todas las universidades públicas y centros adscritos de las ocho provincias. La crisis de 2008 y la fuga de cerebros han mermado esta faceta pero ahora el empeño del ... consejero Rogelio Velasco (con un amplio curriculum internacional reconocido) ha abierto una puerta que pretende el retorno del talento hasta Andalucía. Hace ya mucho tiempo que los jóvenes andaluces salen por el mundo perfectamente preparados para competir con sus colegas europeos o americanos pero, si optaban por esta vía, dejaban para siempre su tierra.
El programa Emergia, similar al Ramón y Cajal que tiene el Gobierno de España, pretende incentivar la investigación en todos los campos de la ciencia y ofrece medios materiales y humanos para que los investigadores desarrollen su labor en Andalucía. Con 26 millones de euros (diez en la primera convocatoria y 15,7 en la segunda que se acaba de cerrar en este mes de enero) quiere atraer a cien investigadores con contratos de cuatro años.
En la primera convocatoria, abierta en 2020 justo antes de la pandemia, 465 aspirantes pidieron plaza. Cuarenta la lograron y en este primeros de año se están incorporando a sus puestos de trabajo. Su sueldo no es muy elevado, apenas roza los 40.000 euros anuales brutos, cantidad que pueden compaginar con otras ayudas públicas o privadas, y tienen en sus manos muchos recursos técnicos públicos, además de la opción de pedir financiación para tener más medios humanos. Vuelven a su casa a seguir triunfando. Ciencia con sello andaluz.
Francisco José Sánchez Luque en su estancia en Edimburgo
«No tenía especial interés por volver pero prefiero investigar para mi país»
Francisco José Sánchez Luque. Biólogo. Investiga el ADN. Instituto de Biomedicina López-Neira. Granada.
Llevaba ocho años investigando fuera de España y ahora ha vuelto al lugar donde se formó como biólogo e hizo la tesis que lo convirtió en doctor. El Instituto de Parasitología y Biomedicina López-Neira, del CISC en Granada, ha ganado un investigador ya curtido y con un importante curriculum internacional. Francisco José Sánchez Luque nació en Córdoba hace 41 años y está centrado en investigar el ADN móvil y las enfermedades asociadas al mismo.
Cuando terminó su tesis doctoral, trabajó en varios laboratorios y logró una de las prestigiosas becas de investigación Marie Curie que la UE concede sólo a quien roza la excelencia. Eligió Australia donde trabajó en Brisbane, en el laboratorio de Geoffrey Faulkner investigando genética humana en células de cerebro y el ADN móvil. «El ADN móvil se multiplica como algunos virus, tipo VIH, pero no puede salir de la célula». De ahí pasó a investigar en el laboratorio que dirige José Luis García Pérez y compaginó su trabajo entre Genyo en Granada (Centro de Genómica e Investigación Oncológica) y el Instituto de Genética y Cáncer en Edimburgo. «Me interesaba el papel del ADN móvil durante el desarrollo embrionario humano y en enfermedades ocasionadas por deficiencias en reparación del ADN» explica al preguntarle en qué consistía su trabajo. Trata de explicarlo en palabras inteligibles para el común de los mortales: «El ADN se daña de forma natural y existen mecanismos para repararlo. Hay enfermedades que ocurren porque esos mecanismos están afectados y desarrollan ciertos síntomas, y el ADN móvil podría estar involucrado en esto».
Una enfermedad causada por estas alteraciones del ADN es la anemia Fanconi, «mi trabajo trataba de entender los posibles efectos del ADN móvil en la enfermedad. Es lo que posibilita desarrollar terapias de curación posteriormente». En su vuelta a Andalucía con el programa Emergia, su proyecto consiste en analizar cómo el genoma es capaz de defenderse o contener el ADN móvil y silenciarlo por epigenética.
El caso de Francisco José Sánchez, Kiko para los amigos, es el prototipo de los que se planteó la Junta para poner en marcha este programa. «Siempre hay muchas cosas que te hacen tomar una decisión. En mi caso concreto, la oportunidad me ha animado a usarla. Yo no tenía especial interés en volver a España pero prefiero investigar para mi país que fuera, y este programa me ha permitido volverme. Hay factores como el clima, el estilo de vida... que hacen que uno esté más a gusto en su país». Y un dato relevante: tiene medios aunque no todos los que quisiera. «El centro en el que trabajo no envidia en equipamiento a los de fuera en los que he estado. Pero aquí se empieza solo. En otros países sí que existe más financiación para contar con personal cualificado con el que trabajar, desde el principio y favorecer los grupos».
Carmen Morales en su despacho de la Universidad de Cádiz
«Siempre se gana saliendo fuera y ya no pierdes el tren como pasaba antes»
Carmen Morales. Ciencias del Mar. Investiga sobre microplásticos. Universidad de Cádiz.
Carmen Morales investiga en Cádiz. Y lo hace tras haber trabajado en París para la Unesco y en Vancouver (Canadá). Nacida en Madrid, vuelve con 41 años a la ciudad en la que estudió Ciencias del Mar y donde hizo su doctorado. Su primera salida fue a Italia con una Beca Leonardo de la UE. De ahí pasó a Plymouth y a Lisboa hasta que se fue a trabajar para la Unesco, a la Comisión Oceanográfica Intergubernamental que tiene sede en París. «Trabajé con ellos en temas de gestión costera con países del Sudeste Pacífico y pasé un año viviendo entre Canadá y Uruguay».
Carmen ha intentado retornar varias veces tras pasar ocho años en el extranjero, aunque volvía a España en vacaciones y en las bajas maternales de sus hijas que ahora tienen 5 y 9 años: «Hubo momentos en los que vi muy duro volver. En España se usa el modelo de carrera científica muy lineal y admite poca variación por lo que si haces algo de gestión o más innovador, cuesta volver. Lo que me ha mostrado este programa es que puede haber oportunidades. Porque siempre se gana saliendo fuera y ya no pierdes el tren como pasaba antes, que eso penalizaba». Tras muchas vueltas, logró fondos Feder para un proyecto nacional en la Universidad de Cádiz y ahora está empezando con el programa Emergia de la Junta. «Al principio volví a un nivel más bajo del que había logrado fuera con menos menos sueldo, menor categoría profesional... y ahora luchando lo he conseguido. Puedo investigar y en Cádiz. Ahora está todo más preparado para el que sale y quiere retornar».
Investiga las basuras marinas y los micropásticos: de donde vienen, cómo se distribuyen y cómo pueden afectar al organismo de los animales marinos así como el riesgo que hay de que terminen dentro de los atunes o las tortugas, «se trata de entender cómo se distribuyen y de donde vienen para prevenir que no acaben en el océano». Su trabajo también pasa por la divulgación y está empezando a dar charlas en los colegios, «hay que ir más allá de los laboratorios», explica. «Sí que tiene sentido cortar las anillas de plástico que unen las latas o las gomas de las mascarillas antes de tirarlas a la basura. En Canadá he visto muchos animales atrapados en basuras, anillas y los aros de los botes de pintura que son muy peligrosos porque hay algunos de los que no son capaces de salir».
Un problema grave son los microplásticos, «si los animales ingieren basuras pueden afectarles a funciones vitales de su organismo. Y los plásticos imperceptibles son muy peligrosos porque son del tamaño del plácton y los animales se los comen. Alteramos la base de su red alimentaria y eso tiene consecuencias en cascada».
Carmen Piernas en su despacho de la Universidad de Oxford
«El Centro de Investigaciones Biomédicas tiene muchísimos medios, yo he pedido poder emplear a más gente conmigo»
Carmen Piernas. Bióloga. Experta en Nutrición y Epidemiología. Universidad de Granada.
Desde la Universidad de Murcia (es nacida en Lorca) se fue Estados Unidos (Carolina del Norte) a hacer el doctorado. Estaba interesada en la nutrición y en cómo se relaciona la dieta con enfermedades como la obesidad, la diabetes y las cardiovasculares y se especializó en Nutrición y Epidemiología. Hizo estudios sobre la dieta de la población americana y cómo afecta a la obesidad el consumo de bebidas azucaradas. Pero se sentía demasiado fuera de casa. «Quería volver a Europa al menos porque la cultura del trabajo es diferente, allí el mundo es muy competitivo. No va con nuestros valores mediterráneos de vacaciones, familia, conciliación...». Por el idioma, eligió Reino Unido y, tras pasar varias entrevistas empezó a trabajar en Oxford en enero de 2015 donde inició una brillante carrera, cosa nada fácil en una de las universidades más prestigiosas del mundo.
«La verdad es que yo estaba muy bien haciendo investigaciones muy potentes en intervenciones en el riesgo cardiovascular que suponen algunas dietas. Tengo estudios epidemiológicos que relacionan la obesidad con el Covid y ahora estoy con otro sobre las vacunas», explica. «He tenido mucha suerte porque he tenido acceso a todos los recursos que uno puede soñar en la ciencia con dinero del Gobierno inglés, con todo a mi alcance para poder crecer». Y con 39 años es una figura prestigiosa y estaba en la senda de ser profesora catedrática en la universidad, con reconocimientos y premios.
Pero le fallaba un pilar fundamental para ella. «Allí no te puedes comprar una casa y establecerte porque es prohibitivo. Y sale la genética de la necesidad de estar cerca de la familia». Durante su estancia en Oxford ha tenido dos hijos (7 y 4 años). «Allí hay muchas facilidades para las familias y una baja por maternidad de siete meses pagada al completo». A pesar de todo eso, vio la convocatoria del programa Emergia de la Junta y no se lo pensó. La aceptaron de inmediato también en el programa Ramón y Cajal del Estado que es el que ha elegido porque amplía un año más el proyecto de investigación. Trabaja en el Departamento de Bioquímica y Biología molecular II de Facultad de Farmacia. «El grupo al que me uno tiene mucha experiencia en ciencias genómicas para entender los mecanismos de las enfermedades. Vengo a ganar conocimientos y a desarrollar una carrera independiente aquí. Granada es una de las universidades más potentes del Sur y además está cerca de la familia. Es un sitio estupendo y estamos muy contentos».
También pertenece al Centro de Investigaciones Biomédicas, «es un centro nuevo con muchísimos medios. La carrera investigadora necesita muchos fondos del Gobierno central y el regional y yo he pedido más para poder emplear a gente predoctorales y postdoctorales porque necesito intervenciones con pacientes con riesgo cardiovascular, recoger muestras, reclutar pacientes y seguirlos y es lo más difícil». No cree en la fuga de cerebros y apuesta por un mundo global en la ciencia. «Voy a pasar los veranos en Oxford porque en ciencia uno no va solo a ninguna parte, hay que abrirte al mundo y tener contactos».
Marcelino Herrera en su laboratorio
«Lo positivo de la pandemia es el valor que se está dando a la ciencia»
Marcelino Herrera. Ciencias del Mar. Investiga el estrés de los peces. Universidad de Huelva
Estaría en todas las tertulias de los medios si en lugar de estudiar el estrés de los peces lo hiciese de las vacas. «Sí, en realidad es el mismo debate de las macrogranjas pero en los peces, lo que pasa es que los peces van por detrás. El consumidor no está tan sensibilizado como con una vaca, un cerdo o un pollo y los estudios sobre estrés son menos numerosos».
Marcelino Herrera estudió en la Universidad de Cádiz donde hizo su doctorado y ahora se ha incorporado al departamento de Ciencias Agroforestales de la Universidad de Huelva. Su periplo internacional ha sido breve, con estancias por diferentes países aunque su trabajo principal lo ha desarollado en el Instituto Español de Oceanografía de Santander, en el Ifapa (Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de la Junta de Andalucía) en Huelva, además de la Universidad del Algarve (Portugal) y en el Nofima (instituto de investigación alimentaria) de Noruega.
Su trabajo está centrado en la fisiología del estrés y bienestar en peces. «El proyecto que voy a desarrollar se basa en la búsqueda de marcadores de estrés crónico en peces. Concretamente en los peces que se cultivan en Andalucía como son las doradas, lubinas, lenguados y corvinas», detalla. «Voy a estudiar las respuestas fisiológicas a cualquier estímulo para que el animal esté lo mejor posible porque eso redunda en la calidad de la carne. Si tiene altos parámetros de bienestar, su calidad será mayor; si está sufriendo en su ciclo de cultivo, tiene más patógenos y es más propenso a enfermedades».
Marcelino Herrera explica las dificultades por las que pasan los investigadores, «la carrera de investigación es un maratón, hay que tener mucha moral para ser investigador y aguantar mucho porque es una carrera de resistencia auténtica y consolidación que te llega como mucho cuando has cumplido los cuarenta», reflexiona este científico que tiene 48 años. «En ciencias la cosa funciona de esa manera. Hay un estudio que muestra que la media de estabilización de los investigadores en Francia es de 45 años. Y esos datos son de 2010, antes de toda esta crisis».
A pesar de esta realidad, es optimista respecto al futuro, no sólo por la ilusión que le genera su nuevo proyecto, «la pandemia nos va a ayudar a los investigadores. A nivel social se nos va a valorar aunque por ahora se mire sobre todo a los médicos y a algunos científicos. El aspecto positivo de la pandemia el valor que se le está dando a la ciencia».
María del Mar Contreras en su casa
«El problema es estabilizarse, conseguir financiación y mantenerse. Los investigadores estamos siempre en la cuerda floja»
María del Mar Contreras. Ciencias Ambientales. Universidad de Jaén
El camino de María del Mar Contreras la ha llevado a la aplicación práctica de sus estudios científicos. Ya lo hizo en el pasado y está envuelta en otro proyecto enfocado a hacer más rentable el olivar andaluz. Realizó su investigación doctoral en el Instituto de Investigación de Ciencias de la Alimentación en Madrid tras terminar su carrera de Ciencias Ambientales en Jaén. «Allí investigué sobre la caracterización de péptidos con propiedades antihipertensivas a partir de proteínas lácteas», un trabajo que la condujo hasta el Instituto Danone donde profundizó en estos estudios. Siguió por esa línea y trabajó para una empresa que comercializó un suplemento alimenticio a partir de estos péptidos con propiedades antihipertensivas.
«No me he ido al extranjero por mi vida personal. Tenía mi pareja y he podido ir encadenando becas», asegura mientras se oye de fondo en la conversación con ABC los balbuceos de su hija más pequeña de cuatro meses. Tiene otra mayor de 6 años.
Pero esa elección personal no le ha impedido desarrollar una carrera investigadora reconocida. Tanto que, al tiempo que la Junta le concedía el programa Emergia, el Estado hacía lo propio con el programa Ramón y Cajal. «Trabajé en Granada porque me dieron un contrato Juan de la Cierva y allí estuve en el departamento de Química Analítica y colaborando con el Centro de Investigación y Desarrollo del Alimento Funcional» El siguiente paso fue Córdoba donde trabajó con el aceite de oliva.
Ahora ha vuelto a Jaén y colabora con el grupo de investigación del profesor que le dio clases en la licenciatura. «Estoy intentando extraer compuestos bioactivos que puedan tener beneficios para la salud y también aprovechar los residuos del olivar para integrarlos en la explotación». Da más detalles, «intento obtener compuestos y azúcares y, a partir de ahí, biocombustibles».
Mira el panorama investigador español con sentimientos encontrados: «En realidad, los estudiantes tienen facilidad para iniciar la carrera investigadora a partir del TFG (trabajo fin de grado que es obligatorio en todas las carreras). El problema es estabilizarse, conseguir financiación y mantenerse que es muy complicado pero no en Andalucía sino en España entera». «Los contratos de investigación son cortos de tiempo, tres meses, y de dinero y si vives fuera de tu casa y tienes que pagar un piso... Estás siempre en la cuerda floja».
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