La segunda jornada de protesta de los agricultores no genera atascos pero sí incidentes graves en Granada
Sólo dos carreteras del norte de la provincia fueron cortadas a primera hora de la mañana y durante poco tiempo
Los tractores que pretendían llegar a la capital fueron obligados a parar en Vegas del Genil y Santa Fe y en ese municipio hubo enfrentamientos con la Guardia Civil
Seis agricultores, detenidos cerca de Granada tras intentar cortar la A-92 y enfrentarse a la Guardia Civil
Guillermo Ortega
Granada
Como hubo muchos menos agricultores en la carretera que en la jornada precedente, un titular podría ser que la tractorada perdió fuelle en Granada en este miércoles 7 de febrero. Sin embargo, como también se produjeron cinco detenciones en la localidad de Santa Fe, ... por enfrentamientos entre manifestantes y agentes de la Guardia Civil, otra conclusión igualmente válida podría ser que este segundo día de protestas ha tenido mucha más repercusión.
De Granada se habló ayer por sus atascos kilométricos, sobre todo en puntos como Huétor Tájar o Iznalloz. Hoy apenas se registraron porque las carreteras no se cortaron, a excepción de la A-330 a la altura de Puebla de Don Fadrique y la A-92N en Cúllar, localidades ambas en el norte de la provincia. Eso ocurrió en torno a las ocho de la mañana y el tráfico tampoco estuvo demasiado tiempo paralizado. A las nueve y media ya estaba normalizado en todo el territorio granadino.
Tampoco se repitió la llegada masiva de tractores a la circunvalación de la capital. Aunque algunos agricultores lo intentaron -bastantes menos que en la primera jornada- fueron paralizados por la Guardia Civil en Vegas del Genil y en Santa Fe, dos pueblos muy cercanos a Granada.
Esta vez la orden no era impedir que los tractores entraran en Granada, sino que no llegaran siquiera a rozarla. Por eso mismo, también, la Policía Nacional había montado un dispositivo de seguridad en torno a Mercagranada y otros centros logísticos cercanos al epicentro granadino.
De manera que, a media mañana, trece tractores esperaban en Santa Fe y una decena en Vegas. Y a los manifestantes retenidos contra su deseo se les ocurrió que una buena alternativa sería cortar a pie la autovía.
Al principio eran un puñado de agricultores, pero progresivamente fueron sumando asociados procedentes de otros lugares. En un descampado muy próximo al lugar donde el ramal de la A-92 da las opciones de seguir hacia Málaga o desviarse al aeropuerto, empezó a tramarse la acción. Pero la Guardia Civil tenía claro que eso no debía producirse.
La tensión fue subiendo enteros. «Dejadnos que nos manifestemos, os lo estamos pidiendo por favor», llegaba a pedirle un agricultor a varios agentes, que negaban con la cabeza. A esas alturas, pasadas las doce del mediodía, la protesta había sumado un centenar de apoyos. El número de agentes también había crecido.
El momento en que algunos de los responsables de la seguridad se pusieron el casco y sacaron la porra y el escudo marcó la frontera entre el diálogo y el enfrentamiento. Poco antes de la una de la tarde hubo un primer intento de cortar la carretera, que fue frustrado. La cosa quedó en forcejeos y palabras.
«No me empujes, que yo también sé empujar», advertía un agricultor a un agente justo al borde de la autovía. Ningún observador imparcial que casualmente pasara por allí habría advertido atisbo alguno de amistad entre un bando y otro. Se mascaba un segundo asalto.
Que llegó a la una de la tarde y, sin llegar a ser violento, tampoco fue nada pacífico. Se vieron escenas inusuales, como la de un manifestante que intentaba abrirse paso hasta su objetivo salvando la barrera policial con un somier a modo de parapeto. Fue uno de los detenidos y se le achaca un intento de agresión a agente de la autoridad.
El mismo cargo que otro de los agricultores, mientras que otros tres fueron detenidos por resistencia y desobediencia. Se daba por hecho en el lugar que a uno de los arrestados le habían requisado minutos antes un bate de béisbol, extremo que no ha sido oficialmente ratificado.
En total, cinco detenciones que agriaron definitivamente la jornada pero que, paradójicamente, también supusieron una especie de señal para los demás convocados: no había nada que hacer.
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