Soledad
Estafas y robos, los delitos que más sufren los mayores andaluces por culpa de la soledad
Policía Nacional y Guardia Civil dan charlas de prevención en sus zonas de afluencia para evitar que sean víctimas
La fundación Harena trabaja con casi un millar de voluntarios para atender a mayores en soledad
Voluntaria del teléfono de la soledad: «Me gusta saber que alguien sonríe porque la he llamado»
J.J. Madueño
Málaga
A sus más de 80 años, cada día, se arreglaba, se pintaba los labios y se colgaba el bolso para esperar que alguien llamara a la puerta y salir a dar un paseo. Un día ocurrió el milagro. Un voluntario de la Fundación Harena pasó ... y salieron. Es una de las más de mil historias de soledad en Andalucía con las que trabaja esta entidad. Personas solas, sin nadie, que ante una muestra de cariño abren su mundo de par en par. Una vulnerabilidad que delincuentes sin escrúpulos aprovechan para enriquecerse. Robos y estafas son los delitos más frecuentes que investigan Policía Nacional y Guardia Civil. «La soledad les hace cien por cien vulnerables. Sí, sin duda. Estos mayores se abren a quien les presta atención. A mí, la señora a la que acompaño, que está en una cama, me dio las llaves de su casa a la tercera semana. Se las hubiera dado a cualquiera», explica Beatriz del Río, voluntaria de Harena en Málaga desde hace 14 años.
La Junta de Andalucía estima que uno de cada seis habitantes de la región tendrá más de 65 años en 2050 y no todos tendrán una senectud activa. Muchos de ellos estarán solos por la pérdida de su cónyuge, la lejanía de sus hijos o porque nunca tuvieron familia. Estos casos son los más vulnerables. «Hay muchas personas que están solas por miedo, sobre todo tras la pandemia. No tienen un horizonte en la vida. Pasan las horas sumidas en una depresión que les hace ser víctimas de delitos o acabar en el suicidio», asegura Angie Moreno, gerente de Harena, que en 2022 tenía casi un millar de voluntarios en residencias, domicilios, centros de día y hospitales para acompañar a este tipo de personas. El 90% de las personas que tienen un servicio asignado ha cumplido los 80 años.
El objetivo es combatir esa soledad que les hace abrir su pequeño mundo a quien no se debe. Por las rendijas del falso afecto, el calor de un cariño que esconde el engaño, los delincuentes entran para estafar o robar a estos mayores indefensos. No faltan los ejemplos, como aquel británico de Mollina al que asaltaron dos veces en su domicilio. La paliza recibida la segunda vez fue lo que descubrió los robos. Estafas como las del sujeto que engañaba a víctimas con Alzheimer o ceguera diciendo que eran amigos de sus hijos o simulando falsas emergencias. Todos abrieron la puerta. La Guardia Civil llegó a contabilizar hasta 15 víctimas.
«Hay muchas personas que están solas por miedo, sobre todo después de la pandemia. No tienen un horizonte de vida»
Angie Moreno
Gerente de Fundación Harena
«En casi todos los casos hay un abuso de confianza», explica Susana Prieto, inspectora de la Policía Nacional de Participación Ciudadana de la Comisaría de Málaga. Ella es una de las encargadas de formar a los mayores sobre los delitos que más sufren y cómo pueden prevenirlos. Las oficinas bancarias es un foco que les preocupa. Desde el típico que sigue al anciano y les hace un robo 'cariñoso', al que los distrae para ver su número pin y robar la tarjeta, al que los asalta por la fuerza sabiendo que es la fecha en la que ha ido a retirar la pensión de la oficina. «En los bancos, por ejemplo, cuando un anciano va a retirar una suma importante avisamos a las oficinas para que le pregunten para qué es, por qué lo necesitan… Saber si hay alguien que los obliga. Se ha detenido gente gracias a eso», afirma Prieto.
Los peligros están en la misma calle. Un tirón de bolso desde una moto o un robo con una distracción por la caída de una persona. «No deben confiarse. Si ven a alguien que se cae, habrá gente más joven que pueda ayudar», explica la inspectora, que reseña que en los propios domicilios también se sufren importantes robos. Uno de los más comunes es la petición falsa de ayuda. Dos personas, una simulando estar herida, piden ayuda en casa de una persona mayor. Ésta les abre las puertas. Una dice que va a por el marido que está cerca y, mientras la persona mayor atiende al herido, registra la casa y se lleva lo que ve de valor. Cuando acaban, se marchan con la excusa de que el auxilio está cerca.
Es una de las modalidades de estafa, donde todavía se ven clásicos en plena calle como el tocomocho. Una ayuda importante son los Servicios de Antención al Turista Extranjero para este tipo de denuncias, sobre todo robos, como los de relojes, en las calles. Allí personas mayores pueden ser atendidas en su idioma. Pero las modalidades de estafa o robos a ancianos son muy amplias. Entre las más graves está la detención de un cuidador que se hizo hasta heredero universal de una viuda en Málaga. Le vacío las cuentas del banco, le robo las joyas y cambió el testamento a su favor. «Es un colectivo muy indefenso. Además, tienen miedo a que las personas que les cuidan puedan tomar represalias. Si les pasa algo, no lo cuentan», afirma Del Río.
Por esto, Harena se asegura de garantizar perfiles que ayuden al mayor y que lo saquen de esa situación de aislamiento que los hace tan vulnerables. Los ancianos que tienen un voluntario de la fundación cuentan con informes de la trabajadora social de su centro de salud. No se asigna a cualquiera, ni de cualquier forma. Las personas que hacen acompañamiento reciben una formación para saber tratar a los ancianos, además un contrato de compromisos y un seguimiento. La primera vez que van a visitar a un anciano los acompaña alguien de la fundación para presentarlo. Un sistema de garantías para evitar que se cuelen gente sin escrúpulos.
Así, los ancianos no sólo tienen un amigo, sino también alguien que les guarda las espaldas. «En mi caso, la señora a la que acompaño, me consulta todo. Desde cuando la llaman del médico o de si alguien le pide algo. Además, como tienen miedo a que puedan tomar represalias si habla mal de una cuidadora, una limpiadora o algo, es a mí a quien se lo dice para que actuemos a través de la asociación. Ella teme que puedan tomar represalias porque tienen la llave de su casa. Me lo dice a mí, porque así está más segura», explica Beatriz del Río.
Y entre confidencias, afectos y un beso a la hora de marcharse, combatir la soledad, al menos, dos horas a la semana. «Los ancianos son los grandes olvidados. Todo lo que tenemos es gracias a ellos, pero los dejamos solos. Nuestra misión es que pasen con una sonrisa del andador al zapato de tacón», señala Angie Moreno, que cuenta la historia de una señora que estaba en la cama y que, con su voluntario, comenzó a ganar autoestima, a ir a rehabilitación hasta que pasó a la silla de ruedas y luego a caminar. «Ella ya no es tan vulnerable», remacha.
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