Una de terror: ir a la compra

De algunas cosas se puede recortar. De otras es más difícil por la mala costumbre de alimentarnos. Y los precios de la comida nos atacan el bolsillo con la misma virulencia que los zombis de The Walking Dead. Su mordisco infecta nuestras carteras, empobreciéndolas. Y no es una metáfora. Baste observar sus dentelladas: en la provincia, según el INE, el coste de los alimentos ha subido en el último año un 10,8%, que se suma al 15,1% que engordó de septiembre de 2021 a ese mismo mes de 2022.

Y lo de adquirir determinados productos da más pánico que toparse con Freddy Krueger. Porque, con datos de Andalucía -otro día hablamos de lo lamentable que es que no podamos nutrirnos de una información estadística importante como la del precio detallado de la comida a nivel provincial-, en los últimos 365 días, se han producido escalofriantes subidas. El aceite se ha encarecido un 45%; la carne de cerdo, un 15,6% o las legumbres y hortalizas frescas, un 13,8%.

Aunque éste es un problema de todo el país, pero que aquí se deja sentir más por el bajo nivel de ingresos -tenemos tres barrios entre los quince más pobres de la nación-, el presidente en funciones del Gobierno, Pedro Sánchez, está más preocupado por asegurarse que le paguemos otra legislatura el carro de la compra que por facilitar que al resto de españoles no se les salga el corazón por la boca cada vez que van al súper. Ojalá, la mitad del ingenio que usa para buscar un encaje legal a la amnistía lo empleara en hallar fórmulas para ayudar a los ciudadanos, especialmente a los más vulnerables económicamente, en algo tan básico como adquirir sus alimentos. El Ejecutivo central debería liderar, con apoyo del resto de Administraciones, un ambicioso programa de medidas en esta materia. Pero eso no pasará. No se olviden, lectores, que ya dije que iba a contarles una de terror.