Depende

Y no pasa nada

La oposición, ante los engaños y acciones del Gobierno y sus ministros, actúa con lealtad y quizá con algo de ingenuidad

El ministro Grande-Marlaska Archivo

Un ministro recibe de modo irregular a una dirigente de una dictadura extranjera perseguida internacionalmente por infinidad de delitos, entre ellos el narcotráfico, y llega a mantener en público hasta cinco versiones diferentes sobre la reunión (al menos cuatro eran mentiras, y es probable ... que incluso la quinta también) y no pasa nada.

Una ministra es grabada mientras reconoce, con léxico adolescente, que ya sabían a principios de marzo -es casi seguro que incluso antes- que el coronavirus constituía un riesgo de primera magnitud para la salud pública, pese a lo cual consintieron y alentaron toda clase aglomeraciones, y no pasa nada.

Un ministro es cazado en reiteradas contradicciones, sus declaraciones públicas están trufadas de lagunas y su desconocimiento de la materia gestionada, la salud durante una pandemia, es flagrante, y no pasa nada.

Un ministro, hace años referente en la lucha contra el terrorismo etarra, insta a altos mandos de la Guardia Civil a vulnerar órdenes judiciales (de la misma naturaleza, por cierto, que las que él emitía cuando ejercía funciones jurisdiccionales), torpedea la separación de poderes y miente en sede parlamentaria, y no pasa nada.

Una portavoz en el Congreso del partido gubernamental pacta de modo bilateral con los herederos de la ETA , a espaldas de su grupo parlamentario y de parte del gobierno, la derogación de la reforma laboral a cambio del apoyo a la prórroga del estado de alarma, y no pasa nada.

El líder de uno de los socios preferentes del presidente del gobierno agrede a las instituciones del Estado y, tras injuriarlo, afirma que las sociedades catalana, vasca y gallega (como gallego me ofende que hablen en mi nombre de ese modo) repudian al Rey y no pasa nada.

El presidente del Gobierno comercia con las competencias autonómicas, dispensa un trato desigual a las Comunidades en función de afinidades y conveniencias, castiga a las que considera enemigas y no atiende las peticiones casi unánimes de los alcaldes que reclaman el uso del superávit presupuestario para afrontar los efectos de una epidemia que ha arrasado vidas y haciendas, y tampoco pasa nada.

Resulta sarcástico que se acuse a la oposición de deslealtad por parte de un gobierno integrado por un partido, y tampoco pasa nada, que ante uno solo de los hechos anteriores estaría incendiando (literalmente) la calle y, seguro, agitando y animando a sus seguidores a escrachear a cualquier líder gubernamental. La oposición se está comportando con lealtad ejemplar y el único reproche que se le puede formular es el de la ingenuidad. Divididos y disparando para alborozo de -la izquierda- balas de fogueo contra el padre del vicepresidente, habrá Pedro Sánchez para rato: es muy posible que esté ya pensando en retapizar los asientos del Falcon. Seamos sensatos y posibilistas: o unidad en torno a la única opción viable o desastre.

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