Mayo festivo
Año sin concurso de cruces en Córdoba
El primer certamen municipal se convocó en 1925 y se han celebrado 72 ediciones, con la última interrupción de la Guerra Civil
Francisco Solano Márquez
EL concurso municipal de Cruces de Mayo , que este año no se celebra, hubiera alcanzado hoy su edición número 73. En el pueblo estaba muy arraigada antaño la fiesta de la Cruz y en muchas casas de vecinos «se improvisaban altares ... muy bellos, para cuyo adorno todas las mujeres aportaban lo mejor que tenían en sus habitaciones » así como las macetas del patio, según testimonia el periodista Ricardo de Montis .
Pero el concurso municipal lo convocó por primera vez el alcalde José Cruz Conde en 1925, animado por el éxito popular que alcanzó el año anterior la cruz instalada por el Real Centro Filarmónico en su sede del Palacio de los Páez.
A la vista de aquel éxito el Diario de Córdoba animó al Ayuntamiento a convocar un concurso, sugerencia que recogió Cruz Conde al año siguiente. Se trataba de un certamen de cruces instaladas en patios, en el que se inscribieron 20, ocho de ellas promovidas por sociedades recreativas , que organizaron animadas veladas. «Los más clásicos patios cordobeses cobijan este año, fieles a una tradición que nunca debió perderse, portentosas cruces exornadas con las flores más bellas de nuestros jardines encantadores», alababa el diario La Voz.
Las primeras cruces premiadas
Cinco años se mantuvo aquel certamen, que registró una participación media de 33 cruces por año. Las ganadoras de los primeros premios fueron, sucesivamente, en 1925, Ocaña 1, montada por la Juventud Recreativ a en el patio de su domicilio social, que recibió 75 pesetas; en 1926 la dotación subió a 500, que se embolsó la cruz de Buen Pastor 17; en el 27, plaza de Séneca 13; en el 28, Agustín Moreno 107; el concurso se despidió en 1929 otorgando tres primeros premios de 300 pesetas a las cruces de calle Goya, plaza de Séneca 13 y Montero 33.
Ese último certamen coincidió con la visita a Córdoba, el domingo 5 de mayo, del presidente del Directorio militar, Miguel Primo de Rivera , que vino a inaugurar el monumento al Duque de Rivas y acabó la jornada recorriendo las cruces premiadas. En la calle Montero decía la prensa que «las muchachas, ataviadas con pañolones de Manila, rodearon al general Primo de Rivera, quien regaló 50 pesetas, dedicando elogios a los instaladores del altar y sus adornos». (Allí estaba un joven Rafael González Barbero , futuro empresario y concejal, quien contaría muchos años después que tras marcharse el general llegó la policía y ordenó que no saliera nadie, ya que «le habían quitado la cartera». Pero todo quedó en falsa alarma, pues cuando don Miguel llegó a la cruz de la calle Goya se percató de que «había cambiado la cartera de bolsillo»).
En 1929 el general Primo de Rivera creyó perder la cartera cuando visitaba Montero 33
Los periódicos de aquellos «felices veinte» daban cuenta del ambiente de las cruces, que celebraban «animadísimas veladas en las que lucían sus encantos bellísimas muchachas , muchas de ellas engalanadas con el mantón de Manila» mientras la Banda Municipal del maestro Gómez Camarero interpretaba «escogidas composiciones» en los recintos ganadores. Las fotos publicadas por el diario La Voz y la revista Blanco y Negro, de mejor calidad, muestran algunos de aquellos altares domésticos de gusto popular en torno a los cuales aparecían alegres grupos ataviados a la andaluza dispuestos a animar la fiesta.
Cuatro años después (1933), ya en plena República , el alcalde Francisco de la Cruz Ceballos convocó un concurso de patios, que considero una versión desacralizada del certamen de cruces, en consonancia con el espíritu laico del nuevo Estado, lo que constituyó un duro golpe a la tradición de los altares domésticos cordobeses .
Se recupera el concurso de cruces
En el bienio 1953-1954 el alcalde Antonio Cruz Conde intentó recuperar el concurso de cruces en patios y rincones típicos, siguiendo el modelo de su tío José, cuyas bases mantenían como tema principal «la propia Santa Cruz y el exorno con flores e iluminación artística» y añadían que se tendría muy en cuenta «la decoración natural del recinto donde la cruz se instale y las fiestas que en su honor se celebren».
Un total de 16 cruces concursaron en el 53, obteniendo el primer premio la que, inspirada en el Cristo de los Faroles , instaló la peña Los 15 Pollitos en el patio de Montero 30, donde se entregaron los premios, «y después se organizó una animada fiesta, en la que intervinieron destacados artistas del género folklórico», como decía el diario Córdoba. En el 54 participaron 15 cruces, logrando el triunfo la del patio San Basilio 5, que recibió mil duros. Por cierto que una de las cruces no premiadas tuvo la humorada de colgar un par de calabazas .
En 1992 se estableció la distinción en tres categorías: zona antigua, zona moderna y recintos cerrados
Pero aquel intento de unificar los concursos de cruces y de patios no prosperó, así que en 1955 Cruz Conde restableció el certamen de cruces en plazas y rincones típicos , diferenciado del de patios, como perviven ambos hasta hoy. Cruces ganadoras en su mandato fueron las de San Lorenzo , Amparo y Tafures, esta con cuatro victorias, nada extraño teniendo en cuenta que participaba en su diseño y montaje el tallista Rafael Valverde .
En la etapa del alcalde Antonio Guzmán Reina (1962-1971) se celebraron ocho concursos y la participación media rondó las 10 por año, muy pocas. Adornadas por peñas y vecinos, las cruces se extendieron a barrios de la periferia, y ganaron las de las calles Sagunto, Fez, Cañete de las Torres, Alfonso VII, Puerta Nueva, Puerta de Almodóvar, San Pedro y Las Moreras. En torno a las cruces se celebraban festejos que eran auténticas verbenas . Algunas elegían sus reinas de la belleza, como fue el caso de Paquita Delgado , una muchacha de 17 años que en el 67 fue miss de la cruz de la Fuenseca y llegó a alcanzar el título de Miss España .
El mandato de Antonio Alarcón (1971-1979) conoció ocho concursos con una participación media de 18 cruces. Las peñas seguían siendo las principales impulsoras de la fiesta, aunque en 1974 debutó con primer premio una cofradía, Jesús Nazareno . Otros primeros obtuvieron Pintor Torrado, Torre de la Calahorra, Virgen de Fátima y Cardenal Toledo.
Suben la participación y los premios
Llama la atención que con los ayuntamientos democráticos subiesen las inscripciones, gracias al fomento de la participación popular y a la sustanciosa mejora de los premios. Así, Julio Anguita (1979-1986) logró una media de 59 inscripciones anuales, aunque no siempre se tradujesen en participaciones efectivas, como ocurrió en el 85, en que muchas no estaban terminadas cuando llegó el jurado o fueron descalificadas. Velando por la pureza de la fiesta, advertían las bases que se evitasen «decoraciones de inspiración fallera». Ganadoras de la etapa fueron Pintor Torrado, Tejar de la Cruz, San Pablo, Cañero y sobre todo Huerto Hundido, con tres primeros. Junto a peñas y asociaciones de vecinos iban animándose las cofradías, al descubrir en los bares callejeros una forma de conseguir recursos para sus gastos procesionales y obras sociales.
Con el alcalde Herminio Trigo más el breve epílogo de Manuel Pérez (1986-1995) se celebraron diez concursos con 67 inscripciones de media, no siempre efectivas. La novedad del periodo fue la creación en el 92 de tres categorías - zona artística , zona moderna y recintos cerrados que vinieron a resolver la competencia desigual, lo que obligó a triplicar el importe de premios, que sumaron 630.000 pesetas más accésits de 30.000 y subvenciones. En este periodo fue hegemónico el barrio de San Agustín , cuyas cruces de Pozanco, Huerto Hundido y Padre Cristóbal concentraron primeros premios. Con el auge de la participación también creció la exigencia, de manera que las cruces que no alcanzasen un mínimo nivel de calidad quedaban descalificadas. Y frente al crecimiento de los bares las bases advertían que la admisión de una cruz no suponía la «concesión de permiso para bar», cuidado, pues como ya se denunciaba en la prensa, algunas estaban degenerando en «pretextos para fomentar el alcohol al aire libre », problema que se iría agravando en años sucesivos, con ayuntamientos impotentes para evitar la concentración de bebedores en las cruces más populares, lo que provocaba crecientes protestas de vecinos.
En medio de ese clima el alcalde Rafael Merino (1995-1999) afrontó cuatro concursos, con una inscripción media de 71, etapa en que persistió el dominio de la cruz del Pozanco adornada por la peña El Limonero , aunque ya le pisaba los talones la del Bailío, de la hermandad de la Paz, que encabezaría el palmarés en siguientes etapas. La falta de espacio me impide referirme a los concursos más recientes, aunque añadiré no obstante que Rosa Aguilar instaló por primera vez en 2000 la Cruz de la Ciudad en las Tendillas , y que en 2002 pagó ya los premios en euros. Capitulares que destacaron en la gestión del concurso fueron José Pérez Recio, Francisco Martín López, Marcelino Ferrero y Amelia Caracuel, entre otros.
Aunque este año no haya cruces de mayo entre flores y bares, sí permanecen las cruces callejeras de siempre, como el Cristo de los Faroles, el Rastro y Cruz de Juárez , al igual que otras menores en la calle San Álvaro y las plazas de San Juan, San Pedro y las Flores, que podría adornar el Ayuntamiento con sencillez para conmemorar una fiesta tan tradicional.
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