PUERTA GIRATORIA
Resorte individual
Somos solidarios para cosas concretas, para niños con rostro, para lo general no tanto
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Iniciar sesiónPara lo particular, nuestra solidaridad se dispara. Podemos concentrar nuestros mejores recursos personales en la ayuda virtual para un niño necesitado de un órgano vital , aun cuando sabemos que en España, por fortuna, esa cuestión está regulada y mandan las listas de espera ... con un rigor incuestionable. Muchos asiduos a redes se unen a cadenas de petición , aunque los médicos lo desaconsejen, pero necesitamos expresar nuestro deseo de ayuda aunque solo sea haciendo clic en el ordenador. Estamos siempre dispuestos a reconocernos en el dolor individual , mientras nuestras emociones parecen resistentes a la necesidad colectiva. Parecemos programados para comparecernos, con cara de espectador, de las tragedias colectivas pero solo nos sentimos interpelados al conocer el rostro vecino de alguien muy parecido a nosotros mismos. Entonces, somos solidarios. Conseguimos empatizar con causas particulares que a todos nos parecen asumibles, para las que estaríamos dispuestos a sacar lo mejor de nosotros mismos.
Podemos unirnos con nuestras manifestaciones a la tarea de evitar el desahucio de alguien con rostro y lágrimas, a la admisión de un niño en determinado centro escolar o la de un anciano en una residencia concreta. En estos casos sabemos qué resorte interno salta en nosotros, porque nos dan sus nombres y los medios de comunicación nos detallan palmo a palmo sus vidas. Pendientes de una decisión que no compete ni a ellos ni a nosotros, nos instalamos en el terreno de juego de los acontecimientos, convencidos que nuestra idea de solidaridad puede cambiar el resultado del partido. Lo hacemos para lo concreto porque en lo general, nuestra solidaridad ya no es tan rotunda. Participamos de modo más discreto cuando se trata de aliviar causas colectivas, mientras defendemos causas personales y únicas para probarnos a nosotros mismos en todos los papeles que admite el reparto. ¿Cómo estará esa madre?¿qué pensará ese padre que lucha sin tregua?¿tendrá familia cercana con que contar?
Mientras nos replegamos ante las necesidades colectivas, dejamos el corazón al aire para dejarnos inundar por el sufrimiento individual. No acertamos a interpretar emocionalmente el padecimiento de centenares de niños que dejan la vida en una embarcación precaria al cruzar el estrecho de Gibraltar hasta que surge una desgarradora historial personal que deja en un fondo gris todas las demás. Nuestra mirada parece anclada en lo particular y concreto, quizás porque de otro modo nuestro ánimo solidario quedaría corto y ridículo.
En el ejercicio de la solidaridad «concreta» todos somos capaces de hacer la traslación de nuestra propia vida al escenario del dolor ; para la solidaridad «general» no conseguimos equiparar nuestras emociones con cada suceso que nos sacude. Hacemos discriminación positiva de aquello a lo que decidimos hacer seguimiento, nos comprometemos hasta conocer el final, quizás, actuamos dominados por un mecanismo de defensa por el cual necesitamos descargar lo mejor que llevamos dentro en desafíos individuales, para lo colectivo no sabemos, a veces, cómo participar.
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