Apuntes al margen
El malestar primario
El problema agrario es práctico, serio y no admite teoremas de politólogo de Malasaña
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Iniciar sesiónEn tiempos de políticas identitarias, lo que no es una sinónimo de nacionalismos sino de tribus, los poderes públicos se acaban de encontrar con las protestas del sector agrario, convocadas de forma unitaria por las asociaciones más relevantes del sector y que han tenido ... hasta reflejos ciertamente violentos en algunas de sus expresiones. El problema parece ser sencillo: el actual esquema comercializador retribuye muy mal el trabajo de los productores que, incluso con las ayudas establecidas por la PAC (en los casos donde estas existen), están vendiendo numerosos productos por debajo de su coste, lo que supone a muy corto plazo el abandono de las explotaciones. Las causas, como todo en la vida, son tremendamente complejas. Y tienen que ver con las propias debilidades del sector agrario y ganadero español, que no puede competir con canales de distribución cada vez más poderosos y concentrados.
Para medios que publicamos una sección semanal especializada en agricultura y le prestamos atención a estas realidades en las ediciones diarias, como este periódico que tienen en sus manos o en sus pantallas, bastaba una lectura atenta de las noticias de un tiempo a esta parte para entender que la crisis de precios (que no es exclusiva del aceite de oliva) iba a tener efectos al corto plazo en forma de estallido de furia. Resulta hasta enternecedor la forma en la que el «mainstream» mediático y político, sobre todo madrileño, se ha tomado el asunto. Con las explicaciones simplistas sobre la aplicación del Salario Mínimo Interprofesional o la salida de pata de banco de determinados líderes sindicales que han identificado las cargas policiales acaecidas en Don Benito con la derecha terrateniente y carca. Bienvenidos, queridos líderes de opinión de las redes sociales, a la vida real del precio de las cooperativas, los rendimientos grasos y los «brokers» que pagan a precio de mierda un producto «premium» como el aceite de oliva virgen extra.
En un tiempo en el que se coge un problema ficticio para aplicarle medidas erróneas, cual es la definición de política de Groucho Marx , se entiende perfectamente la indefensión de determinada clase política -y no solo política- española sobre la materia. El sector agrario, ganadero y pesquero no es «cool». No te invitan a premios para lucir el esmoquin, no existen «influencers» agro a los que invitar a las campañas electorales, resulta fácilmente identificable con los elementos más retro de la sociedad española. Señores con tierras ergo terratenientes. Una estupidez como un piano en la mayor parte de los casos.
El asunto llega, además, en un momento que era clave para muchas actividades relacionadas con lo agropecuario. Es el caso del aceite de oliva donde un cierto periodo de precios altos permitió la llegada de nuevas miradas, empresas que optaban por vender con su propia marca en vez de la cómoda comercialización a granel para el etiquetado de terceros, la llegada de tecnologías para control de riego o el uso de productos fitosanitarios. Decir, hoy, que nada ha cambiado en esa actividad profesional es no tener ni la más mínima idea de cómo están funcionado las cosas en uno de sectores que proporciona más empleo directo en Córdoba y Andalucía .
Lo que sí ha ocurrido es un desinterés sobre lo que ocurría en el campo abonados como estamos a debates territoriales , a la última crisis posmoderna que se nos pueda pasar por la cabeza. Y así ha llegado el lobo a un sector privado que no sabe ya qué hacer y a un Estado que se ha comprometido a no utilizar toda la influencia que se le sospecha para influir en los precios que se pagan por productos de primera necesidad. Ya pueden torear los toreros . Ese sí es un problema grave, práctico, que no admite teoremas de politólogos de Malasaña que esto te lo apaña una buena correlación de fuerzas.
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