TRADICIONES RURALES

«Patatú» y ruegos a San Benito en la danza de las espadas de Obejo

El Ayuntamiento de la localidad cordobesa quiere que el homenaje a su patrón, que atrae a miles de visitanes, sea reconocido como Bien de Interés Cultural

Los «danzaores» salen de la ermita bailando con sus espadas y San Benito cierra la procesión RAFAEL CARMONA

Una polvareda escondida entre los montes de la sierra de Córdoba avisa de bullicio. Proviene de Obejo, un municipio que agasaja a su patrón, San Benito, con romería y «sacrificio». El centro de los actos festivos del pueblo es la danza de las espadas, ... un baile de origen bárbaro que termina simulando un ahorcamiento. Pero es sólo teatro, pues el apresado logra zafarse de los cuarenta estoques que le apuntan y después, vecinos y visitantes de la comarca y toda España proceden a la celebración.

Tal es la atracción que la danza causa por su singularidad, que el Ayuntamiento de la localidad quiere que se considere Bien de Interés Cultural (BIC) . Su alcalde, Pedro López, afirma que están «trabajando para que la fiesta sea reconocida». En este sentido, el Hermano Mayor de la Hermandad de San Benito, Antonio Ruiz, se queda de que «la Junta de Andalucía no ha dado respuesta a la petición para considerar la danza de las espadas como Bien de Interés Turístico Regional».

El «ahorcamiento» es el sacrificio que se ofrece a San Benito RAFAEL CARMONA

En una explanada de albero, en mitad del valle del Guadiato, salen de la ermita en dos filas unos cuarenta hombres vestidos con camisas blancas, pantalones color avellana y fajines rojos portando una espada de forja con empuñadura de asta de ciervo. A un paso rítmico, cruzan sus espadas, giran, cambian de posición y avanzan animados por una banda de laúdes, guitarras, acordeones y panderetas.

El centenar de congregados, esperan expectantes el ahorcamiento. Un momento en que los «danzaores» cruzan sus espadas y apuntan al cuello del «maestro» que finge el «patatú» . Este año, en el centro repite Desiderio Ruiz que a sus 54 años cumple 12 como «ahorcado» de la danza. Y es un «privilegio» para él porque significa que es el que acumula más años como «danzaor».

Otro participante veterano, Antonio, cuenta que bailar es «una forma de involucrarte en un sentimiento que has vivido desde pequeño y que quieres seguir transmitiendo» . De hecho, su hija Laura, de siete años, lleva colgada la medalla de la hermandad, aunque vestida de rociera, y sonríe al preguntarle si le gustaría bailar.

Galería.

Tras la banda, miembros de la hermandad portan a San Benito, que luce un manto de billetes en agradecimiento por las promesas cumplidas. Otros muchos hermanos se agolpan a su alrededor. «Vamos con él», dice Felisa, «porque le tenemos muchísima fe». Igual que Rafi, que durante 36 años seguidos ha viajado desde Madrid para vivir esta celebración. Todos piden ahora a San Benito que los bailes en su honor sean considerados BIC.

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