PERFIL
Manolete, biografía sucinta y sustancial
La soledad en la cumbre marcó el final de quien llegó a ser icono del orbe taurino
FERNANDO GONZÁLEZ VIÑAS
¿Es posible resumir la vida de un hombre en 1.111 palabras? Por supuesto, si se incluyen las palabras nacimiento, escuela y muerte. Hagámoslo. El hijo de doña Angustias Sánchez y Manuel Rodríguez nace un 4 de julio de 1917 en la ... calle Conde de Torres Cabrera , va a la escuela en el colegio de los Salesianos y muere la madrugada del 28 al 29 de agosto tras ser cogido por el toro «Islero» de Miura en Linares . Fin de la biografía.
Nos sobran aún palabras, por lo que no estaría de más añadir algunos datos que nos permitan acercarnos a la intimidad de quien en su lecho de muerte dijo aquello de «Don Luis, no veo», palabras que lo emparentan con las últimas de Goethe («Luz, más luz») y Theodore Roosevelt («Apaguen la luz»).
Todos grandes nombres de la Historia que tienen esculturas y calles que los recuerdan.Tras su nacimiento, algo que necesariamente marca la vida de Manolete es la muerte de su padre, también torero, cuando el pequeño contaba cinco años de edad, el 4 de marzo de 1923.
Para muchos biógrafos, un contratiempo; para Manolete seguramente una punzada en el corazón que le persiguió toda la vida. Demos un salto, ese niño comienza a interesarse más por un trapo rojo que por un esférico de cuero; situémonos en 1931, la escuela taurina Venta de Vargas anuncia la «segunda lección de la temporada» con dos bravas reses para Esteban Romero «Chocolate» y Manuel Rodríguez «Manolete hijo» . Aquí, por primera vez, Manolete es Manolete.
Luego vienen novillos, festivales durante la guerra civil alternados con vestirse de soldado e ir a otear el frente del Valle de los Pedroches y al acabar la contienda, la alternativa: ser torero , como su padre. El 2 de julio de 1939 se produce en la Real Maestranza de Sevilla , fin de la guerra, comienzo de su reinado. A partir de aquí, miles de páginas que hablan de orejas, rabos, manoletinas, cornadas...
El sobrenombre de «El Monstruo»
Resumámoslo: un señor vestido de rosa palo hace el Don Tancredo a la par que más de quinientos kilos embisten en horizontal provistos de dos pitones intentando levantarle los pies del suelo. Al tiempo, miles de espectadores de España y América saltan de sus asientos, se tiran de los pelos, se frotan incrédulos los ojos y sus compañeros de profesión se miran en el espejo preguntándose por las últimas palabras de Goethe, y un poeta como Agustín de Foxá escribe: «¡Señor, no nos lo merecemos!».
Mientras el público trata de sobrevivir a la dura posguerra, él, sereno, le realiza el 6 de julio de 1944 una faena al toro «Ratón» de Pinto Barreiro de la que aún se habla y que serviría para que el periodista K-Hito le rebautizara como «El Monstruo» .
Antes, en otoño de 1943, Antonia Bronchalo «Lupe Sino» declararía en el «Dígame» que el torero que más le gustaba era Manolete y que «¡Ah, si Manolete sonriese!». Y Manolete le sonrió en el local de Perito Chicote, dando con ello lugar a que su vida pasase de ser la de un torero de carne y hueso a una novela de amoríos y madre de noquieroniverla. Un triángulo ideal para psicoanalistas austríacos.
Otoño de 1944. Manolete no necesita torear para llenar las páginas de los periódicos: el director de cine Abel Gance , subyugado por su figura, quiere rodar una película con él de protagonista. Sólo se conservan unos minutos de metraje de aquel intento de quien dirigió en 1927 la grandilocuente «Napoleón» (de 330 minutos).
Abel Gance diría que comenzó su proyecto sobre Manolete «impulsado por la enorme fuerza interior de aquel hombre...». En diciembre de ese mismo 1944, el día 4, el diario de su ciudad natal le organiza un homenaje en el Centro Filarmónico Eduardo Lucena. Estuvieron presentes desde el alcalde Antonio Luna, hasta Machaquito, rendido admirador. Seis días después, en Madrid, nuevo homenaje, en esta ocasión en el famoso Lhardy. Los presentes formarían parte de lo que podríamos llamar intelectuales del Movimeinto o del momento, según, lo que incluía a adictos y también a despegados como Edgar Neville o Camilo José Cela.
Todo el que pretende ser alguien -que en esos años era decir todos los hombres- ve a Manolete como se vio a Rita Hayworth en G ilda. Curiosamente, la película de King Vidor que convierte a la hija del bailaor Eduardo Cansino Reina en la mujer más deseada se estrena en España en 1947, el año que muere Manolete.
Manolete y las dos Españas
Manolete, el amo del toreo, aquel que establece un canon dramático en el ruedo que aún sigue vigente y que comienza a soportar críticas inmerecidas, se marcha a América en invierno de 1945 a respirar aire limpio, a ser idolatrado y coincidir con exiliados republicanos como Jaén Morente o Pedro Garfias.
Manolete engarza las dos Españas e intenta hacer olvidar la tragedia de la guerra a unos y a otros. Poco antes, en octubre, el pintor Ignacio Zuloaga le realiza un retrato de más de dos metros de altura sin contar con el modelo. Ya en México, el 9 de diciembre, debuta en la plaza de El Toreo junto a Silverio Pérez y Eduardo Solórzano. Tras una faena que deja a público y crítica convertidos «en un montón de insensatos», según pudo leerse en «La Afición», es cogido en el segundo toro. Se conservan las imágenes de la entrada en la enfermería: anestesia, cicatriz que ha de coserse, batas blancas...
El héroe vuelve pronto al ruedo.A su vuelta de América, es 1946, no quiere torear en España, y se esconde con Lupe en el pueblecito de Fuentelaencina . Allí se le ve leyendo recostado en una hamaca, bañarse en una poza. No quiere ser más Manolete.
A pesar de todo, no puede rechazar torear en Madrid, en Las Ventas, la tradicional corrida de la Beneficencia . Llega el invierno de 1946/1947 y vuela en el Constellation de la TWA a América junto a su novia, en soltería rebelde, sin pisar vicaría. No quiere volver a España, no quiere torear más. Vuelve tarde, la temporada ha comenzado. Dice que quiere retirarse, casarse.
Tiene contratos firmados, no puede fallarle a Camará, su apoderado. Se cita en Linares con «Islero». Cumpliendo con su honor, traza las líneas del destino, incapaz de retirarse del sitio donde la Parca aguarda a los que no saben engañar. Viste a España de luto y lo entierran con aire de santidad.
Su entierro por las calles de Córdoba se convierte en una de las manifestaciones populares de mayor rango de cuantas se han dado en la tierra de los Califas del Toreo.
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