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En deuda con Roma

Los cordobeses dejamos pasar con demasiada facilidad las oportunidades para engrandecer nuestra oferta cultural

Yacimiento arqueológico de Cercadillas Álvaro Carmona

El pasado domingo nuestro compañero Félix Ruiz publicaba las páginas de ABC un espléndido reportaje sobre el olvido en que ha caído la Córdoba romana por la desidia institucional. Apuntaba hechos como el parón con el anterior gobierno municipal de las ... obras del templo de la calle Capitulares y la falta de actuación de la Junta en los yacimientos de Cercadillas, Ategua, el anfiteatro de Ciudad Jardín y el teatro en el Museo Arqueológico. Me permito añadir que el fundador de la ciudad, Claudio Marcelo, sigue sin contar con una estatua públic a, pues la que se le alzó hace cuatro años está medio oculta y a la calle que porta su nombre nos empeñamos en llamarla los cordobeses «calle nueva». Igualmente, el grupo escultórico de Nerón y Séneca no puede estar más escondido.

En la provincia es otro cantar , Baena ha consagrado Torreparedones como un yacimiento de primera magnitud, arqueológico, turístico y didáctico, como Puente Genil con Fuente Álamo y Almedinilla con El Ruedo . Lo de Córdoba solo se entiende por nuestra indolencia e indiferencia características. Pocas ciudades de la antigüedad de Córdoba conocen su fecha de fundación -hacia el 152 a. de C.- el nombre de su fundador y el título por el que se la conocería, Colonia Patricia. Resulta increíble el desprecio hacia ese pasado, a pesar de los loables esfuerzos recientes, a través de publicaciones y exposiciones, de profesores como Desiderio Vaquerizo o Alberto Monterroso.

Pero no es solo desidia institucional. Más allá del Puente Romano, las colecciones del Museo Arqueológico y los mosaicos del Alcázar, en el cordobés no ha calado que fuimos capital de la provincia Bética y una de las ciudades más romanizadas del Imperio y que todo lo que vino después se construyó desde esa realidad. Estar en deuda con Roma es como estar en deuda con una madre. Ella nos dio la lengua, el derecho, el concepto de ciudadanía, el gusto por los espectáculos públicos, el trazado hipodámico de la ciudad, la devoción a los antepasados, las tabernas, los baños públicos y las casas con patio. A ella le dimos a Séneca, a Lucano, a Osio , el trigo y el aceite, con cuyas tinajas vacías se formó el monte Testaccio en la Urbe.

Como siempre, los cordobeses dejamos pasar oportunidades de engrandecer nuestro espíritu y nuestra oferta cultural y turística. Y eso que tenemos de todo y todo de primera magnitud. Solo me consuela que, salvo excepciones como Mérida, Itálica o Lugo, en el resto de España pasa igual. Clama al cielo que hayan tenido que pasar casi 20 siglos para que un español, Santiago Posteguilo, haya convertido en éxito editorial una novela sobre Trajano, el mejor emperador romano, hispano para más señas. Del cine y televisión patrios mejor no hablamos, que igual tachan a los romanos de imperialistas. Menos mal que nos queda Hollywood, esos malos malísimos norteamericanos, que supieron elevar a categoría de mito al hispano más famoso del celuloide, el emeritense Máximo Décimo Meridio, «Gladiator». ¡Fuerza y honor!

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