El dedo en el ojo
¡Ánimo pequeña!
A partir de hoy, Alicia, una niña venezolana de un año, tiene una segunda oportunidad en los quirófanos del Hospital Universitario Reina Sofía.
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Iniciar sesiónA esta misma hora se debe estar obrando el milagro. Y habrá que rezar. Tiene unos ojos negros muy grandes y un pelo moreno ensortijado que le dan un aire de belleza tropical . Solo tiene poco más de un año y se ... afana en superar su gateo para convertirse en una niña que sea capaz de andar por sí misma. Pero se tiene que apoyar en los muebles que la rodean para conseguir mantenerse erguida. Apenas balbucea porque aún no ha empezado a hablar, pero es capaz de mirar con curiosidad el mundo que le rodea. Y cuando éste le da miedo se abraza a su madre buscando el refugio seguro de su regazo .
Todo está por estrenar para ella y la vida le espera ahí afuera con los brazos abiertos. Al contemplar a Alicia , de repente, uno entiende que todo tiene sentido, que la vida es para los hombres. Para ella el tiempo se conjuga en presente, pero también en tiempo futuro; y es que aún casi no tiene pasado. Ese futuro, esa vida por estrenar que se abre ante sí con aires de promesas y esperanzas, está en este momento en manos de los cirujanos del Hospital Reina Sofía .
Mamá Jennifer ha viajado con su hija hasta aquí desde Venezuela . Llevan en Lucena algo más de dos meses adonde la oenegé Infancia Solidaria , aupada por la donación del premio en metálico de la carroza ganadora de la Cabalgata de la Ilusión , las ha traído. La afectación cardíaca es severa y, de no tratarse, Alicia vería seriamente comprometida su vida. Pero la intervención que se llevará a cabo a partir de hoy y que durará hasta el miércoles (en un complejo proceso a corazón abierto con un descanso el martes en que la pequeña permanecerá con su pecho descubierto) no ofrece garantías de éxito suficientes. Por eso, hoy más que nunca, hay que rezar para que las manos expertas de esos magos del Hospital Reina Sofía se vean insufladas por la inspiración superior .
Mamá Jennifer, tan joven como recia frente a la adversidad, mantiene la confianza en Dios. En Dios y en los hombres . En los hombres que van a intervenir a su pequeña pero también en los hombres que las han acogido en su casa, en los voluntarios que están pendientes de ellas en todo momento y en cuantos las rodean. Todos nos unimos en la esperanza.
Mientras hablo con ella, Jennifer enjuga sus lágrimas con su camiseta, pero de inmediato se recompone y dice orgullosa que siente que le está regalando a su hija la oportunidad de la vida . Ya lo hizo una vez y ahora se dispone a repetirlo. Su marido y toda su familia le mandan ánimos a cada momento desde el convulso país que es hoy Venezuela y en el que su pequeña, a buen seguro, habría estado condenada a morir.
Se siente acompañada y me dice que es Dios, en definitiva, quien elegirá el destino para la pequeña Alicia. Y uno no puede evitar emocionarse al contemplar la manera descarnada en que una madre es capaz de ser generosa hasta el infinito al luchar del modo en que Jennifer lo hace.
Cuando ya estamos terminando de hablar Jennifer me pide disculpas. Ha oído a su pequeña que se ha despertado llorando. Y acude rauda hacia ella. La trae en brazos. La contemplo. Es un pequeño ángel que, ajena a la tragedia, vive como solo un niño sabe hacerlo: mirando al futuro con sus negros ojazo s.
Esos otros ángeles que conocen de bisturís se afanan en este momento por reforzar las alas de nuestra pequeña. Recemos.
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