En el rito no faltaron los mayores, tanto padres como abuelos, que los acompañan y guían en la devoción, la luz de las velas como signo de la fe, las oraciones y la buena predisposición de unos hijos ante su Madre.
Nuestra Señora de los Dolores lucía la saya morada de la Cruz de Soledad y el manto de los Alféreces, con el friso de rosas blancas en su peana. Era un día feliz en esta iglesia, que vivió la primera fiesta de la Candelaria desde su declaración de santuario en mayo de 2022.
La devoción de más de tres siglos a la Virgen de los Dolores se refrenda en este sencillo gesto de las familias devotas, que siembran la fe generación tras generación. 'Recordando siempre el sueño, de sostenerte tu manto, mientras Tú me das un beso' es la frase que la hermandad subraya siempre esta jornada.
Recién nacida
La pequeña Anaís venía en brazos de su abuela, Luisa. Era la primera vez que ha pasado bajo el manto de la Virgen. «Esperamos que no sea la última», comentaba feliz nada más bajar del camarín.
Los padres de Triana, una niña recién nacida, de sólo nueve días de vida, presentaron a su hija ante la Virgen de los Dolores. «Es una experiencia única», resumía su madre.
Esta clásica cita de comienzos de febrero se ha producido este año a sólo veinte días del Miércoles de Ceniza, el tiempo de conversión por excelencia. Se celebra por la festividad de la Presentación de Jesús en el Templo y también en recuerdo de la purificación de la Santísima Virgen María después de haber dado a luz al Salvador.
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