Un collage de vivencias para la devoción a Jesús Caído y la Soledad de Córdoba: así es el cartel de Raúl Muñoz

Está presidido por Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, con su honda mirada, y en el pecho, entre broches, brilla una figura singular: la de un ángel confortador que le consuela en su dolor, y que sustituye al puñal tradicional de la profecía de Simeón.

Debajo, el cartel se hace collage con una serie de estampas muy personales y representaciones, entre las que no falta la de un torero, muy vinculados a la cofradía de San Cayetano desde hace más de un siglo.

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Como explica Raúl Muñoz, hay recortes de oraciones realizadas por frailes carmelitas a Nuestro Padre Jesús Caído y Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, pero también la conocida exclamación '¡Viva mi Caído!', que una devota, conocida como Carmeluchi, siempre decía cuando el Señor llegaba al término de la Cuesta del Colodro.

En el cartel está el poema dedicado al Señor por Pablo García Baena, la partitura de la marcha 'Jesús Caído', de Enrique Báez, y una fotografía en que el titular sale en 1985 de San Pablo, donde se refugió de la lluvia aquel Jueves Santo.

Hay un documento de la firma de Manolete como hermano mayor, pero también el novillero actual Fuentes Bocanegra, cofrade de la corporación y que lleva en su capote de paseo a Jesús Caído. El pintor ha plasmado a los acólitos tradicionales de la hermandad, que llevan cubrerrostro, por pensar que es «una seña de identidad de esta Hermandad con sabor a una Semana Santa de otro tiempo.

Está la túnica que donó el diestro Rafael Molina Sánchez 'Lagartijo', uno de los ángeles de la peana del Señor sosteniendo un lirio y ofrecido a Pepe Moreno junto a la Virgen en un besamanos. Habla el autor de María y Marta, dos niñas de esclavina en la tarde del Jueves Santo, pero también la mano izquierda del Señor, la que sostiene la cruz «con una fuerza que sólo Él puede poseer».

Junto a otros guiños toreros, Raúl Muñoz destaca el recorte de María de la Soledad Cabrera Trillo-Figueroa, X marquesa de la Mota de Trejo, tan vinculada a la cofradía que se le añadió su nombre a la advocación de la imagen que hasta entonces sólo era del Mayor Dolor.

«Ha sido una experiencia sumamente gratificante, tanto a nivel personal como artístico», afirmó el autor, que agradeció a la junta de gobierno la oportunidad de realizar esta obra para su hermandad.