semana santa
La década turbulenta
Así fueron los años 80 entre las hermandades de Córdoba, un tiempo de auténtico «boom» entre las cofradías
a. varo
Si hay una palabra que sintetiza lo que ocurrió en las cofradías entre 1980 y 1990 es «boom». Tras la inyección de vitalidad del mandato de Rafael Zafra, que concluyó en 1979, se vivió en las hermandades una auténtica «movida».
Parte del crecimiento fue exterior: ... se incorporaron nuevas imágenes y pasos, como la Virgen de la Encarnación (llegó en 1980 y salió en 1981) y la del Buen Fin (1985, primera salida em 1987); pasos que no tenían palio lo pusieron (Vírgenes del Amor y la Alegría, 1983); otros que habían dejado de salir volvieron, aunque nuevos (Tristezas, 1981, y Mayor Dolor); se sustituyeron imágenes por otras nuevas, como la Caridad de San Andrés en 1982 (aunque sería reemplazada a su vez en 1991); y se incorporaron dos nuevas cofradías. La de la Santa Faz, fundada en 1982 pero que salió por primera vez -en condiciones muy precarias- en 1986, y la de la Sangre, en 1989.
Los costaleros
Pero si se usa la palabra «boom» fue por los costaleros… y las costaleras: éstas se hicieron cargo del palio de la Encarnación en 1985, aunque no en el recorrido completo, que no cubrirían hasta el año siguiente. Las ruedas fueron desapareciendo de modo que a finales de la década sólo los dos pasos -el del Remedio de Ánimas y el del Rescatado- usaban esa forma de tracción.
Atrás quedaron los tiempos de la Guerra Civil y la inmediata posguerra, en que una cofradía nueva salía en procesión apenas un mes después de ser fundada. Ahora las cosas iban con más fuerza, pero más despacio. En 1979 se fundó y empezó a recorrer las calles del Naranjo la hermandad del Cristo de la Agonía, que sólo se sumó a la carrera oficial cerca del cambio de siglo. Pero también fueron «concebidas» las hermandades de la Vera-Cruz (1982), la Estrella (1983), la Sagrada Cena (1985), Universitaria y el Perdón (1990).
Un personaje clave
Un personaje que marca los años 80 -y parte de la década siguiente- fue Fray Ricardo de Córdoba. Durante más de veinte años fue un hombre omnipresente en el mundo cofrade, como pregonero (1984), predicador, diseñador de bordados y vestidor de imágenes, además de animador de las hermandades mediante el impulso a la incorporación de nuevas imágenes (en el Cerro y el Campo de la Verdad, por ejemplo) y, por supuesto, factótum de la corporación del Císter, que se había fundado bajo su égida en 1976 y que tendría una larguísima gestación hasta su primera comparecencia en carrera oficial. Cofradías como la Expiración, el Amor, el Descendimiento, la Paz, la Merced y por supuesto la Sangre -y otras en menor medida- estrenaron en esa década piezas patrimoniales salidas de sus lápices.
Precisamente la expectación que, de la mano de Fray Ricardo, concitaba la nonata cofradía, así como el retraso de su presencia oficial, convertían su Via Crucis, cada Viernes de Dolores, en una cita multitudinaria: el Señor de la Sangre, incorporado a la hermandad en 1978, salía del monasterio de la Inmaculada Concepción sobre un sencillo paso llevado por costaleros; los dirigía como capataz y hermano mayor Fernando Morillo-Velarde, un joven que ya había presentado sus cartas como capataz en 1977 y que estaba llamado a grandes metas.
La comunicación
También en los años 80 tuvo lugar la irrupción de las nuevas tecnologías audiovisuales en la Semana Santa. En 1985, tímidamente, la Televisión Municipal comenzó sus retransmisiones en directo, que ya no se interrumpirían. Ese mismo año se reanudaron las retransmisiones radiofónicas: una línea microfónica instalada en el palco de Las Tendillas, un equipo de inexpertos, jóvenes y entusiastas cofrades y la decisión de Radio Mezquita -que andando el tiempo terminaría en Onda Cero- hicieron posible la experiencia.
Por dos razones muy dispares la Catedral volvió a adquirir protagonismo en Semana Santa. También en 1985 la hermandad del Santo Sepulcro consiguió del Cabildo Catedral la autorización para hacer estación en el primer templo, lo que generó una expectativa importantísima: hacer estación en el interior de la antigua Mezquita, lo que suponía una experiencia inédita para todos los cofrades vivos.
A la hermandad de la Compañía se le sumaron otras pocos años después: primero la Buena Muerte y Jesús Nazareno. Luego, otras muchas en cascada, aunque con titubeos y retrocesos, hasta llegar a la situación actual.
Mudanzas obligadas
La cofradía del Santo Sepulcro, en realidad, no pudo cumplir su propósito en 1985: el Viernes Santo de ese año llovió y hubo que suspender la salida. Y para el Viernes Santo de 1986 ya había habido otra cofradía en la Catedral: dos días antes, la Misericordia había tenido el imprevisto privilegio de ser la primera cofradía en mucho tiempo que pudiera ofrecer fotos de nazarenos y pasos entre los arcos. El cierre de San Pedro, en mayo de 1985, había obligado a buscar cobijo, que halló en Santa Marta para las imágenes y en el primer templo para la procesión, iniciando así un exilio que se prolongaría durante trece años.
No fue ésta la única mudanza que vio una década que comenzó con catástrofe: a finales de 1979 un incendio en la parroquia de Santiago destruyó completamente el primitivo paso del Santísimo Cristo de las Penas y gran parte del recién estrenado paso de palio de Nuestra Señora de los Desamparados. Poco después se hundía completamente la bóveda del templo y sus cofradías -Penas y Soledad- buscaron refugio en San Pedro hasta que ésta, a su vez, tuvo que cerrar.
Así, la primera se refugió en el Carmen de Puerta Nueva primero y en la ermita del Socorro después (saliendo del caserón del Realejo). La segunda, en el convento de Santa Cruz primero y la parroquia de Santa Marina después, iniciando la procesión en Santa Isabel. La situación duró hasta que en 1991 se reabrió la iglesia.
Las polémicas
Tampoco faltaron las polémicas en esta década: en 1988, el anuncio de que el día de la Inmaculada Concepción sería laborable, provocó que la hermandad del Santo Sepulcro (que ostentaba esta advocación desde el año 1985) suspendiera su salida procesional. Finalmente, el 8 de diciembre fue festivo, y la cofradía de la Compañía tuvo que atravesar una crisis que se manifestó apenas un año después, con sólo 38 nazarenos en la procesión de la Semana Santa de 1989.
La Cuesta del Bailío se puso de moda. En los 80 los cantos de sirena llegaban desde las inmediaciones de Capuchinos: el lugar había sido «descubierto» por la Expiración en 1956, y la incorporó a su recorrido la Esperanza en 1976. Tiempo después, dejaron gotas de cera en sus escalones nazarenos de las Penas de Santiago, Buen Suceso, Prendimiento y la Buena Muerte.
También empezó a crecer la Madrugada: en 1987 Jesús Nazareno se incorpora tras la Buena Muerte, y cinco años después lo haría la Merced. Nacía un tiempo y moría otro. A finales de la década, en el otoño de 1988, Miguel Ángel González Jurado entregaba su primera imagen a una cofradía: era la entonces Madre del Redentor, para la hermandad de la Agonía. Y un año más tarde, el 6 de octubre de 1989, era amortajado con la túnica morada del Calvario Juan Martínez Cerrillo
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